VIGO

VIGO
FOTOMONTAXE - LUDAKAMÍÁN -

viernes, 30 de octubre de 2009

ROGER DIBUJANDO A OLGA


Me han dicho que en un pueblo pequeño, blanco y un poco embrujado, fueron diosas de la luz, y un lugar en la playa juegan por encima de las olas excitadas y eróticas.
Iré a besar las olas, para que un beso pequeño y excitado sirva de sacrificio amoroso.
Me pierdo en el vagabundear de la noche, donde las sirenas se bañan en un mar de estrellas...
Allí te encontré a tí y contigo nacieron mis hijos.
Hijos del amor.
DEDICADO A OLGA
GERARDO

jueves, 29 de octubre de 2009

ROGER DE MUSKARIA

PIÑO PINTA NA PRENSA



FOTOMONTAJES LUDAKAMIÁN




PIÑO


POESÍA IGNORADA


Vida de consumo, basura y pobreza.
A eso le llaman economía del bienestar.
¿Cuántos coches hay? ¿Teléfonos?
¡Ah!
Y ¿Soledad?

FOTO DE ANTONIO PALACIOS


CUADROS DEL INDI


EL INDI

miércoles, 28 de octubre de 2009

ANTONIO PALACIOS

RETRATO DE GERARDO POR XOSÉ GUILLERMO

XOSÉ GUILLERMO RETRATANDO A GERARDO

PIÑO HACÍA EL PAPEL DE SUS CUADROS

PINHO VALEIRAS FACENDO PAPEL

CARLOS OROZA

ANTONIO PALACIOS

ANTONÍO PALACIOS

ANTONÍO PALACIOS

PÌÑO CON GERARDO en la ARTURA

FOTOS PIÑO

CRÍMEN EN LA ALQUERÍA

PRÓLOGO

PRÓLOGO


Hace veinte años llegaron a mis manos unos folios, que dieron lugar a que escribiera esta novela. Esto no hubiera sido posible si RANIERO GÓMEZ VALDÉZ (q.e.p.d.), no hubiese creado los personajes principales que aparecen en ella: JUSTO LEBREL, HORACIO BARRIOS, GONZALO MARCO, PAULA BROMSKY, DINA y DORA.
En un Balneario coincidieron: Un inspector de policía, Justo Lebrel; un escritor de novelas policíacas, Horacio Barrios; y un pintor, Gonzalo Marco. Los tres quedaron en realizar un proyecto en común, pero cada uno por su lado.
Así, Horacio Barrios, haría el libro más apasionante, ameno, emocionante y palpitante de interés policiaco.
Justo Lebrel, tendría que darle la solución en el último capítulo, descubriendo al autor del crimen.
Gonzalo Marco haría, a su vez, el cuadro definitivo que estaba buscando; un cuadro de grandes dimensiones, que pudiera asombrar, emular, compararse con las obras maestras de los antiguos museos.
Tanto la novela que escribiría Horacio Barrios, como el cuadro de Gonzalo Marco tendrían relación sobre un crimen, cuya solución la tendría que dar el Inspector de policía Justo Lebrel
Por otra parte, Paula Bromsky. La belleza que haría enloquecer a los hombres.
Dora. La pasión
Y DINA. La amistad.

Gracias Raniero.
¡Espero que la disfrutes! ¡Por fin lo logramos!
Gracias.


GERARDO

CRÍMEN EN LA ALQUERÍA

CAPÍTULO I



Es obvia la situación geográfica. Pero un pueblo con Balneario es tan atrayente y alegre como misterioso.
Su animación empieza con el revuelo de cada temporada, y todo gira alrededor de las idas y venidas de gentes extrañas, conocidas. Abigarradas por esferas sociales distintas y turistas de pago, que dejan y dan lugar a recuerdos vagos. Círculos de amistades que nacen y mueren. A veces en la intriga o en el misterio. Enredados de personas sin quietud, cambiantes, que van conociendo lugares, temerosas de que sus dolencias y pequeñas enfermedades vayan minando sus organismos cada vez más gastados. Preparándose de nuevo para otro invierno sumidos en frías nieblas, brumas, pesares que la crudeza del tiempo castiga año tras año y calan y se reflejan en los cuerpos que acaban otra vez empobrecidos, despojados por el trabajo. El ritmo diario de la ambición, el ensueño o la fama; el vicio y la muerte. Eterna metamorfosis.
Así, estas gentes se cuentan sus secretos y no se descorazonan. Así nacen estas amistades improvisadas, que la casualidad une y separa con destinos distintos, venturosos o rumbos tristes...
El famoso comisario de policía JUSTO LEBREL, experto en criminología, eminente antropólogo y fisonomista, que había intimado con el renombrado escritor HORACIO BARRIOS, cuya justa fama lo había elegido para triunfar en certámenes y concursos. Siendo figuras muy conocidas en todos los ámbitos, fueron concurrentes al Balneario varias temporadas, con dolencias que no podían considerarse crónicas. Si no, más bien superficiales.
Ambos eran de aficiones parecidas. Gustaban de la cinegética y de la pintura.
El detective, era nervioso, con la vigilancia de sus ojos vivaces y penetrantes. Por el contrario, el escritor era el prototipo de hombre pausado, sagaz; lento de corpulencia y constitución; rasgos de Ario; de unos cuarenta años de edad aproximadamente y al igual que el detective, se ayudaba, por costumbres adquiridas en sus paseos por el campo, de un bastón de empuñadura de plata y ápice de metal.
Casi todas las noches, a la hora de “la fresca”, como decían ellos, se iban a pasear por la carretera principal del pueblo. Disfrutaban con las conversaciones y las historias, a veces exageradas, del comisario y Horacio, acerca de crímenes y hechos fantásticos.
Aquel pueblo, Mondariz, había ganado con la simpatía y residencia habitual del escritor y otras personas de cierto relieve social, que disfrutaban de aquellos parajes plácidos y que, por razón de su profesión, podían vivir allí siempre en chales; o como el escritor, que había comprado allí una finca.
El detective era invitado con frecuencia, sobre todo los fines de semana.
La posición económica de ambos amigos era buena. Holgada para viajar.
Esta casa con finca donde se reunían se podía considerar cómoda, aunque era pequeña y en líneas arquitectónicas sencillas.
Estaba relativamente distante de la carretera general. En línea recta orientada hacia la misma y un tanto cerca de la gasolinera y la estación de engrase.
Luego, a unos cientos de metros del centro del pueblo, se encontraba, silenciosa, LA ALQUERÍA, enorme y antigua casa solariega, fastuosa, diabólica, convertida en finca agrícola por temporadas, en donde, acompañado de una sirvienta sordomuda y un matrimonio de jornaleros encargados de la limpieza, vivía GONZALO MARCO, famoso y rico pintor. Esta gran casa se le conocía como la alquería, porque la había heredado de su abuelo Jaime, que había tenido otra en Las Alpujarras, al lado del parque natural de Sierra Nevada, y era como allí se le llamaban a estas casas de labranza Además, justo al lado del portalón principal del pazo, esculpido en la piedra se leía: –LA ALQUERÍA – COIDADO CO CAN -
Rebasando la puerta de la finca y por un pasillo de unos metros a un lado, se llegaba al galpón, donde guardaba su coche.
Después, más al centro de la entrada, la casona, que hacía suponer una amplitud en las diversas habitaciones distribuidas a la manera antigua y de forma tal, que formaban piezas cuadradas a ambos lados de unos techos, cuya escalera principal conducía y partía a la mitad simétricamente al pasillo del piso, cual enorme galería o balcón corrido.
La parte de abajo la componían dos enormes salas, a ambos lados, separadas por el comienzo de la escalerilla. La sala de la derecha, desnuda de muebles pero llena de utensilios de hierros, se guardaban los aparejos de labranza.
La sala de la izquierda era de cierta prestancia medieval. Armaduras, armas antiguas y los servicios de cocina; y en la trastera, una chimenea inglesa y el comedor. Esta sala era pequeña, de porte feudal, impresionante como una mansión que se aleja de la realidad, de lo común; como una fantasiosa somnolencia de épocas pasadas, que encerraba una vida recluida de cortinajes polvorientos, puertas cerradas a la luz y a la vida exterior como un olvido fantástico; en la pared del salón había una piel de cocodrilo disecada y en la otra parte de la casa, al final del pasillo que daba al comedor, una galería grande siempre llena de luz...
En la pared del comedor, un gran reloj que había heredado de su abuelo Jaime. Con el tic-tac monótono de las horas.
Sobre el armario, un pequeño zorro disecado que le transportaba a los recuerdos de su infancia, cuando su madre lo llevaba alegremente en sus brazos hasta él, con su boca abierta y sus ojos brillantes llenos de vida. Y pensaba, como de pequeño tembloroso le tocaba los dientes con miedo de que recobrara la vida. Decía para sí; Somos unos seres indefensos, unos pobres seres indefensos ante la muerte... Nuestro término, nuestra destrucción... Acabamiento.
Aquella casa tenía la dejadez del abandono por fuera y, por dentro, la belleza u ornamentos de líneas inconcretas, perdidas o disociadas de otras que señalaban fechas lejanas. En el pueblo la consideraban como la mejor y más extensa finca agrícola y,
en ocasiones, en trabajos del campo y cosechas se engrandecía aún más. Como comenzase a renovarse, se llenaba de ecos y de vida. Después, otra vez el silencio litúrgico y una tranquilidad que sobrecogía, a veces rota por el ladrido del perro o el ruido del motor del coche que parecía huir a la ciudad, acelerando el desasosiego, la inquietud infrahumana; desdiciendo o maldiciendo la noche.




CAPÍTULO II






POr la mañana, cuando asomaba la luz, la casona cobraba otro aspecto. Y con la luz entraba la vida en donde pintaba el gran artista GONZALO MARCO, cuya descripción tenía afinidad o consonancia con la casona. De corpulencia y altura poco común, pertenecía a esa escala o eslabón perdido de clase amorfa no bien definida o conformada; velludo, moreno, monstruoso, de manera rudas de antropoide y ropaje mundano.
Concretamente era rudimentario por ser libre como artista; de gestos, maneras o formas resolutas, pero controladas; sin trabas ni imposibles que lo dejaran inadecuado al medio ambiente moderno y que a veces, pocas, convergían en ordinarios o brutales ademanes.
Sin embargo, era un artista consumado, delicado.
Los tres eran amigos. Marco era un artista flemático, íntegro. A pesar de su aspecto exterior, pintaba y pintaba largas horas, embotellado, enfrascado en su estado, aprovechando la luz natural o matinal, dando forma a bellezas femeninas que iba plasmando lenta y graciosamente como un ídolo predestinado del arte que siente y se recrea en la contemplación de personajes antiguos, de diosas de la belleza que quedaba en el lienzo impregnadas de frescura, vivas, seductoras, intangibles; con redondeces sin contorno de provocadoras o pecadoras poses y desnudos lascivos.
El gran detective venía frecuentemente de la ciudad en su coche ronqueante, amartillado de composturas y averías. Repetidas veces coincidía en la carretera general con el pintor y se saludaban e hilvanaban conversación. Se reunían muchas veces los tres en distintos sitios. Unas veces en el casino, otras en el café Universal, en sus residencias particulares o en cualquier otro lugar ocasional. A veces, en casa del escritor, HORACIO BARRIOS.
El pintor Marco buscaba incansablemente para sus cuadros el “toque” con lo original, lo excéntrico. Pero, como todos, necesitaba la mujer perfecta. Algo que era mucho pedir y que llenar sus ideales. Sin patrones ni cánones, pero de virtuosa armonía que muchas veces reflejaban imperiosamente mujeres de trazos o rasgos de gran similitud con la sirvienta sordomuda, alguna jornalera u otra mujer que sin la máscara del disimulo existían en la realidad misma. Reproducidas con prodigiosa memoria y fielmente en la medida de lo natural.
El detective, como eminente antropólogo y conocedor de rasgos humanos y fisonomías de toda clase, desmentía a veces sus pensamientos: Altas miras de la belleza, derrotadas siempre por los defectos humanos. Es la difícil prueba de la realidad frente al ideal de belleza.
Y añadía: Tal vez por el suelo del mundo exista, abandonada a su propia suerte, la perfección increíble y singular de alguna mujer, pero con algunas discriminaciones o censuras, pues para gustos generales, no existe patrón o condición.
Marco entraba entonces en su tema favorito. Les decía que, a veces, al no encontrar lo que creía completamente bello, lo componía y lo seccionaba idealmente en cuerpos, cabezas y demás, combinándolos o juntándolos con otros; y repetía, una y mil veces, que algún día les enseñaría su obra maestra, nacida de sus calenturientos pensamientos. Así era Marco, a quien irónicamente el detective Lebrel llamaba “El antropoide artista”.

Por el contrario, en el Balneario había visto muchas veces bellas mujeres de todas las clases que algunas veces le complacían para algunos de sus cuadros, pero que inútilmente llegaría a plasmarlas en la alquería. Tenía que verlas de nuevo e irlas
reproduciendo lentamente, pincelada a pincelada, retoque por retoque, aunque al fin no pudiera terminar por falta de tiempo dado su enorme trabajo o por escurrírselas marchando del Balneario. El pintor había recorrido mundo buscando modelos para sus cuadros. Modelos de bellezas endemoniadas, mujeres de vida alegre, trabajadoras. ¡Qué sé yo!
Su sed o voracidad de la perfección era insaciable, fascinadora. Quería a todo trance reproducir algún día en sus cotizables pinturas la caprichosa belleza, posiblemente alimentada por su espíritu increíble, en pugna con la deleznable y deforme fealdad. Sus cuadros se los compraban y encargaban teniendo demasiado trabajo. Sus pinturas eran conocidas en los círculos artísticos y sociales, desparramando su habilidad sistemáticamente antes de que se debilitara su vista.
Sin embargo en todo su recorrido por el mundo, no había podido descubrir un motivo genial que estableciera paralelismo con los lienzos de Da Vinci o Tintoretto; o de calidad comparable a la de un Miguel Ángel en su cuadro Eva al desnudo o Encarnación de Eva. Tal era su obsesión o fantasía. Quería ser inmortal con una Gioconda, Mona Lisa. Algo, en fin, que en rutas misteriosas hiciera de él no un vanidoso u orgulloso, sino por el contrario, que mejorase, para hacer una pintura anónima que enalteciera el arte, aunque a la larga lo denunciaría, pues la fama y la gloria acompañaban a cada obra suya sin firma.
Sobre su propia estrella o aureola se comentaba de su inestabilidad en su vida amorosa, de aventuras desconocidas o perdidas en el olvido, que aún así, presagiaban su creciente fama.
Sus hábitos artísticos, su bohemia en las capitales y sus búsquedas de figuras de escenas y escenarios, habían sido lentos. Con la dejadez del principiante del abandono, los barrios bajos, los burdeles, etc.





















CAPÍTULO III




El detective Lebrel, no faltaba casi nunca al café Universal. Muchas veces se reunían con él Horacio y el pintor Marco. Era el comienzo de una amistad y de conocerse cada vez más.
Lebrel estaba hablando del crimen perfecto, de los de todos los fondos o clases sociales. Engendrado por todos los hábitos, vicios, locuras, pasiones, etc.
Encerrados en el mutismo muchas veces y otras calculadamente y fríamente sin chivatos. Sin forma ni móvil, sin causas pasionales o apasionadas por cualquier cosa o bagatela. Con el desprecio a sus semejantes. Soslayados en la sombra unas veces y otros perdidos en los antros de perversión o parajes siniestros. Ambientados cínicamente e intencionadamente por la miseria humana, que no presentan más que el cariz feo del misterio y de la intriga.

¡Bueno Lebrel! Exclamó el escritor Horacio, que mantenía una atención agudizada por estar su propia existencia ligada íntimamente a lo que hablaba: ¡A vosotros los policías lo que os interesa es encontrar al culpable de un crimen! Por eso siempre los veis de una manera fría, como unos amorales. ¡Es que en el fondo eso no os importa! Vuestra función está en llevar a esa persona ante la justicia. Ese es vuestro trabajo. ¡Buscar pruebas! Pero... ¿El crimen perfecto? Continuó Horacio: Es quizás aquel que se realiza con una verdadera conciencia moral y, desde luego, sin arrepentimiento...
¡Y esto no quiere decir que no den muestras de insensibilidad para lo justo e injusto! Los demás, son asesinatos que pueden ser realizados por personas sádicas, psicópatas...
En fin, para esto ya está la psiquiatría.
Pero cuando a uno le destrozan la vida puede llegar a cometer un crimen. Hasta se podía decir que justificadamente. Porque: ¿Acaso quién te destroza la vida no te odia?
Aún más, con la sangre fría de un psicópata... Y al día siguiente van a la oficina tan tranquilos, con una verdadera dignidad u orgullo y hasta haciendo alarde de sus principios morales...
Sonrió Marco el pintor. Y dijo: ¡Y son halagados por muchos!
Riendo el detective Lebrel, continuó: Además. ¿De qué vivirías tú Horacio, si a la gente se le saca de los escándalos, de la literatura criminal? ¡Tú que vives de esto!
Ja, ja, ja. Rieron los tres
Hizo una pausa Lebrel. Y sentenció: La gente tiene que pagar por sus errores y ser condenados por ellos.
Sí Lebrel. Prosiguió Marco con sutilezas: Pero una presunta víctima suele llevar una vida oscura, normalmente mezclada con gentes de un vivir incierto. Envilecida por el pensamiento morboso, cruel, despiadado. Sumergido en la noche y el misterio. Yo he reproducido escenas arrancadas y originadas en sus mismos fondos. Buscando lo imposible o lo grato, me encontré con lo peor. Desfigurado en mi largo caminar por el mundo cuando era principiante.
Mi fama además, a veces se desmentía, creyéndome disculpado de vez en cuando para rebuscar muchas clases y formas de belleza en cualquier manifestación artística. A veces, agazapadas de vida paupérrima o elevada. Pasando sacrificios y todo holocausto por la pintura.
Marco se quedó pensativo...
Lebrel, el detective, le animó a que siguiera charlando de su vida.

Marco reanudó su historia: Cuando era muy joven tuve mi primer amor con Dora, que como su nombre indica fue un regalo de los dioses. Era, y aún es, una mujer muy bella, ya la conocéis. Fue mi primera musa, mi primera inspiración. Trabajaba de modelo para una casa de lencería y me enamoró su belleza, con sus ojos azules en aquel cuerpo espléndido de piel morena. Con ella tuve una hija, Doro... Era mi comienzo de artista casi imberbe. Todavía con maestros, entronizándome y preparándome rápidamente para la batalla del arte. Luego, al irme encumbrando, nos fuimos dejando, olvidando.
Dora insistía, insiste. Al principio se entregaba a mi arte, ahora se entrega a la cocaína.
Yo subía poco a poco, arduamente y después casi rápidamente, iba pasando a otras clases sociales en medio de un mundo desconocido, indiferente. Arrogante en principio, luego hosco y después entusiasmado. Rendido a mi trabajo entablaba conocimiento y conversación con lo mejor de la sociedad y con personajes que nunca habría sospechado conocer.
Mis primeros pasos en la pintura habían sido firmes. Desde mis primeros y nerviosos bocetos, como el que camina sobre una sólida superficie después de haber caminado por un puente estrecho de tablas rotas u oscilantes.
Más tarde tuve una época indecisa de quién conoce la riqueza, el bienestar en toda su espléndida abundancia. Disfrutando de la vida al mismo tiempo que conocía las capitales, los museos. Recorriendo los palacios de Madrid, Londres, París... Investigando, estudiando cuadros y valiosas colecciones. Después. ¡A gastar el dinero a manos llenas! Que recuperaba enseguida.
Volví otra vez a mi arte más intensamente que nunca. Mi afición, mi esmero vertido o plasmado en los cuadros reproducía el arte antiguo, moderno y aún contemporáneo.
Primero, sin especialización alguna, sólo el singular gusto en todas sus figuras o cosas.
Pintor de naturalezas muertas, paisajes marinos, caballos, perros ¡Qué sé yo!
Abarcaba todo lo posible. Luego, más formal, más cabal, con el aplomo del pintor experimentado. Mis cuadros, al principio reflejaban el paso de mi juventud alborotada, libertina y bulliciosa de las capitales. Ahora con mi edad, quiero llegar a la cima, porque por suerte no han menguado mis facultades ni mi fuente de inspiración. Aún conservo toda la gama del retrato, del color, de la vida...

Marco aquella tarde estaba hablador. Cuando iba a terminar, Horacio le instó a seguir en su charla...

Chasqueó Marco y prosiguió: Yo no soy el más interesado en sacar a la luz mis obras. Todos los peritos aficionados y expertos quieren mis pinturas; no como propias, sino como buscadores de negocios. ¡Hasta incluso llegaron al robo de algunos cuadros cuando estaba de viaje! Sólo, por el mérito o su significación artística, por su fuerte o marcada razón de poseer algún lienzo que yo no quería vender, o porque no podían pagarlos.
Robo de fanáticos que han sido detenidos, y luego puesto a salvo por no sé qué persona o personajes. Al final, ésta fue una verdadera carrera y un triunfo que culminan disputándose mi trabajo en sus más variadas formas. Incluso decorativos murales que enriquecen salas, sitios palaciegos. Compromisos que muchas veces no puedo atender por tener al mismo tiempo otros.
Me he consagrado en la pintura y tengo necesidad de descanso. Del amor en todas sus dimensiones posibles. Para mí, es una carga demasiado pesada de soportar, pero mi arte no tiene precio. Modestia aparte. Mi creación dicen que es insuperable. Siempre que puedo me entrego a disfrutar. Paso del trabajo ideal al ensueño y luego al descanso que muchas veces no consigo. A veces recurro a los estupefacientes para un descanso agradable.

Bueno. ¡Ahora os toca a vosotros contar un poco de vuestras vidas! ¿No? Dijo Marco ofreciéndoles un cigarrillo a sus dos amigos, mientras Horacio pedía otra ronda al camarero y seguían con aquella animada conversación.

Pues mi vida Marco, fue en un principio más complicada si se puede decir así, que la tuya. Prosiguió el detective, Justo Lebrel:
Yo me fui a trabajar a Barcelona de emigrante, muy joven. Tenía dieciocho años. Comencé a lavar autobuses de noche y fue el primer trabajo en el que me aseguraron y con el que conseguí un poco de dinero para acabar el Bachillerato. Después conseguí una beca que me hizo posible matricularme en la Universidad. Me matriculé en Psicología, para luego realizar la especialidad de Psicología Clínica y hacer estudios de Criminología en París. ¡Hasta hoy! Que me llaman de todas partes para resolver los casos más difíciles en el ámbito policial.
Pero mi vida en Barcelona no me fue nada fácil. Cuando estaba en la Universidad, apenas tenía dinero para tomar un café. Acababa mis clases y me iba a mi humilde pensión; Pensión Cervantes, que era el nombre de la calle en la que se encontraba, cerca del Ayuntamiento.
Fue en la Universidad donde conocí a mi primer y único amor, Mirella. De la que estuve muy enamorado y que me marcó para toda la vida. Lebrel hizo un silencio mientras les dirigía una mirada fija a sus dos amigos Y dijo: ¡Me engañó con mi mejor amigo! Jordi Cansó. Bueno, no me engañó. Me dejó por él, ¡Sin más!
Jordi Cansó, apodado el legionario. Lo conocí lavando autobuses. Nos hicimos muy amigos. Se metió en el cuerpo de policía y me ayudó mucho económicamente durante mis primeros años en Barcelona. Venía a buscarme muchas veces a la facultad y me invitaba a tomar un café allí mismo en la cafetería. Cuando no venía, me iba a mí deprimente pensión. Así comenzó nuestra amistad que como Mirella, también marcó mi vida. Los dos murieron en un accidente trágico cerca de San Cugat.

Se quedó Lebrel pensativo y prosiguió: A finales de los años setenta estaban de moda en los ambientes universitarios, marginales, las drogas. Yo solía salir los fines de semana con este amigo. Él estaba trabajando en la Brigada de Estupefacientes y yo lo acompañaba por lo que se conoce como el Barrio Chino, que son las pequeñas calles que están cerca del puerto. Allí era donde estaba el tráfico organizado de drogas, que para él era su centro de operaciones. Se dedicaba a controlar a todos los “camellos” de la zona y a los organizadores que distribuían la droga para así poder llegar a los capitalistas, que eran los que financiaban los viajes de éstos a Holanda, al Norte de África, etc. Un día, seis de septiembre que me acuerdo como si fuera hoy, estando en un bar de la zona que se llamaba London, al que iban estudiantes, músicos, gente marginal, etc.; me propuso que le ayudara en una operación en la que él no podía participar porque era fácil que lo delatasen.
La cuestión era que yo tenía que comprar mil ácidos y luego decirle quién me los había pasado. Me pagaría por el trabajo treinta mil pesetas. Los ácidos costaban cien mil.
Yo acepté ayudarle. Me fui a la calle San Jerónimo e hice la compra. Me pasaron los ácidos, que eran en forma de payasos. Cada cuatro ácidos era una cara de un payaso. Los traían de California y venían en unos folios, de modo que cada folio traía cien ¡Cuánto lloré aquella noche! ¡Qué bajo estaba cayendo! Vi cómo se llevaban a aquel joven que me los había pasado. Me sentí muy mal, me sentí como un verdadero soplón. ¡Por treinta mil miserables pesetas! Para él era un trabajo más.
Después de aquello me fui separando de Jordi y me puse a vender alfombras por Barcelona, para ir al año siguiente a París a estudiar Criminología. A la vuelta, imprevisiblemente ingresé en el cuerpo de policía en el departamento de homicidios, de investigación criminal.
A Mirella la había conocido con Jordi. Estuvimos saliendo un año aproximadamente. Salíamos juntos los tres muchas veces y me dejó por él. ¡Sin más! Repitió herido otra vez Lebrel – Y continuó: Al volver de París me enteré de que habían muerto en las montañas del Tibidabo camino de San Cugat, de una forma no esclarecida. Su coche apareció destrozado en un barranco. Por lo que pude averiguar estaba de servicio e iba a esa zona para controlar unos lugares donde se sabía que había plantaciones y que vivía un traficante importante. Nada más se supo y se cerró el caso. Mi vida corrió y corre peligro muchas veces. Me tengo que enfrentar a mis propios compañeros, a la mafia, etc.; para resolver muchos casos. Me figuro que me odiará mucha gente y que tengo muchos enemigos. Yo por mi parte hago mi trabajo lo más honestamente posible. Caiga quien caiga. Tengo fama de ser un detective incorrupto y de resolver los casos más complicados. Por ahora no se me escapó ni uno y llevo quince años en el oficio.
Para mí, no existe el crimen perfecto. Concluyó Lebrel lleno de confianza y orgullo, dando un trago largo al güisqui que estaba tomando. Y añadió: Bueno, Horacio. ¿Ahora qué nos cuentas tú?

El escritor levantándose de la mesa y viendo su reloj. Dijo: Es un poco tarde y aunque mi vida se resume en muy pocas cosas. Yo la verdad que tuve la suerte de escribir desde muy joven y pude vivir holgadamente de mis novelas policíacas. Siempre me han pagado por mi imaginación, que por suerte nunca me ha fallado.
Por eso para mí. ¡Si existe el crimen perfecto! Y eso que dicen: ¡Qué la realidad supera la ficción! Exclamó sonriendo, dirigiéndose a su amigo Lebrel.

Se despidieron, cerrando aquella conversación con un brindis por la amistad.




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CAPÍTULO IV
En otra ocasión, fueron de visita al antiguo Balneario de Mondariz. La amistad entre el pintor y el detective era cada vez más completa, pues se veían más a menudo.
Los tres estaban ahora en una de las mesas de la piscina del Balneario en la más interesante de las conversaciones. El pintor, fijando la vista en bellas y jóvenes bañistas. Deidades sin aún la proporción completa, que afloraban de la superficie transparente del agua como Sílfides o Náyades, sonrientes, sin pudor ni temores malsanos. Bellezas de pieles tostadas, brillantes, nacaradas al sol, arremolinando el agua.

¿Existe o no existe la belleza completa? - Dijo Lebrel para entrar en conversación dirigiéndose a Marco.
Tal vez pudiera darse el caso. Contestó Marco. Y prosiguió: Tanto en el arte moderno como en el antiguo se consideran como figuras proporcionadas a determinados cuadros o estatuas. Además, según qué proporciones y patrones, pues hoy en día han variado algo. ¿Acaso no hay modelos, muchachas de tal o cual belleza, elegidas por unanimidad, envidiadas, sustraídas al mundo secreto de la pintura y encerradas en muchos países exóticos, en muros a cal y canto? Prosiguió Marco con su mirada pensativa en la piscina: Y añadió: Se pierden, se marchitan, sin haber posado nunca para un artista.

Entonces Lebrel asentía unas veces y otras poético y jactancioso desdecía a Marco
Le preguntó en tono humorístico: ¿Por qué no pones un anuncio en el periódico solicitando mujeres perfectas de tal o cual medida o contorno? Posiblemente desconfiarían la mayor parte, pero quizás alguna que otra audaz, acudiría...

Ya lo he hecho en alguna ocasión, pero no de esa forma. Le respondió Marco dando un largo trago a su güisqui. Y añadió: Simplemente poniendo un anuncio en el que se demandaba modelo para pintor. Así conocí a Dora y a otras muchas mujeres...
En cuanto a la belleza completa, continuó Marco hablando del tema que le apasionaba: Para mí, la belleza está íntimamente relacionada con la mujer. Su cuerpo es lo que me refleja el prototipo de la belleza plástica, pero este ideal de belleza que me inspira, también inspiró a los Griegos e incluso a los Egipcios. Por eso creo yo que es donde se encuentra la belleza completa. Sí. En el cuerpo desnudo femenino, y por qué no, también en el del propio varón.

El novelista Barrios, entrando en la conversación. Dijo. También las cosas puras aisladas son difíciles de encontrar. Metafóricamente o paradójicamente, una novela o escritos basados en la imaginación, reproducen detalles intrascendentales en combinación con argumentos reales. Así, lo que a veces creemos que es realidad, no lo es. Y lo que es verídico, a veces lo trastocamos y lo consideramos “patraña”, ficción, falacia o mentira. En una palabra, existe la farsa en cierto caso.
Por eso la belleza yo creo, se inspira en la propia mentalidad de cada uno, a su propio capricho, reuniendo muchos factores que uno observa y otros no, o sea, en pro y en contra...

Sí, Horacio. Le contestó Marco: Desde luego que los cánones de belleza varían de una época a otra. Antes, podríamos decir que era una búsqueda de una belleza más humanística, ahora el modelo de belleza, más que de agradar, es de atraer... Es como más posesiva...

Lebrel, ya serio. Dijo: Puede que exista la belleza completa o perfecta, pero aunque se den algunos casos, no es algo habitual.
Algo parecido o metafórico de lo que sucede con el contraste de la belleza, es el criminal nato, con ficha y rasgos evidentes de su antropología criminal propiamente dicha. Aunque por regla general cuenta encontrarlo, está abigarrado o combinado con buenas cualidades. En una palabra, mitificarlo con móvil, razones...
Yo conocí el crimen realizado con la mayor “fealdad”, crímenes horrendos, repugnantes, provocados por las más bajas e inverosímiles pasiones. Pero a veces no eran criminales natos, sino personas que no respondían a los estereotipos con los que estamos familiarizados los detectives.

Bueno. Dijo Marco llevando la conversación hacia su campo: Lo importante es que logre encontrar a esa “diosa”, que dejará de ser una belleza física, que con el tiempo se marchita y perece, y pueda quedar plasmada en mis cuadros para siempre.

Los tres se quedaron en silencio. Se hacía tarde.

Lebrel, apasionado por la naturaleza y amante de todo lo que suponía aire libre, iba enfrascado en sus investigaciones, mientras sentía la tibieza del sol invernal entre las nubes, la escarcha...
El escritor a su vez, pensaba en llenar sus horas vacías con la lectura en silencio, envuelto en la espesura de su hermoso jardín, rodeado de plantas de todas las especies y climas posibles...
El pintor pensaba en su “diosa”...
La tarde había cedido paso a la oscuridad, a la niebla, a la noche.
Juntos, se pusieron en camino, habiendo cimentado una amistad sobre lo que antes era puro conocimiento de oídas.
El último en despedirse fue Lebrel, dirigiéndose hacia la gasolinera donde le esperaba su viejo coche, que también se comportaba, como un buen amigo.












CAPÍTULO V






Al día siguiente un domingo. El Balneario, era todo bullicio. Gente en su mayoría de dinero; otros no tanto, tal vez sacrificadas por mejorar y ponerse en forma para ir a la brecha, al trabajo. Mujeres jóvenes, bellas, temerosas que se escudaban en su mal sin otro género de amistades que las consabidas y originadas por el roce diario; mujeres que para el pintor pudieran ser necesarias, pero que pronto se iban y se desvanecía todo quedando en fracaso de una posible pose.
Lebrel las observaba, pensando en la conversación mantenida el día anterior con sus amigos Marco y Horacio
.
De pronto, apareció Horacio y saludándolo se sentó en su mesa.
Lebrel se dirigió a él: Y le dijo: Mira Horacio, estaba pensando en la conversación que tuvimos ayer con Marco y tengo una idea. ¿Qué te parece si le planteamos a Marco lo siguiente?
Tú, que eres un renombrado y experto escritor, intentarías hacer el libro más apasionante, ameno, de interés policiaco; Un libro emocionante, palpitante, cuya solución en el último capítulo la daría yo, descubriendo al autor del crimen.
Marco por otra parte, haría el cuadro definitivo que está buscando, conjunto de muchas bellezas, de grandes dimensiones, que pudiera asombrar, emular y compararse con las antiguas obras maestras de los museos. También estaría relacionado con nuestro libro. Todo esto cada uno por su lado, pero unidos en un único empeño.

¡Me parece muy bien! Contestó Horacio. Y prosiguió: Pero yo noté que a Marco le temblaban las manos, y me dijo que tenía la vista cansada. Este cuadro para él quizás será una empresa demasiado difícil, ya que supone ímprobos trabajos, bosquejos, bocetos, ensayos...
¿Lo llamamos para quedar con él y se lo planteamos? Dijo Lebrel.
De acuerdo Contestó Horacio.

Lebrel llamó a Marco por teléfono desde la cafetería y quedó en ir esa misma tarde a la alquería con su amigo Horacio.

Entraron en la casona de Marco. Lo primero que hizo fue llevarlos al estudio del piso. Amplia sala soleada con ventanas sin cortinas, llena de taburetes y caballetes arrinconados, lienzos en los tableros sostenidos con chinchetas, figuras de todas clases, bocetos pintarrajeados con el vigor de un hombre fuerte como si fueran a juntarse en un grupo. Unos sostenidos por la pared, descolgados otros; volcados, apaisados o acostados según el orden o desorden, la vehemencia o el humor. Todos sus vulgares amores pasados los habían ido olvidando. Poco a poco se volvió en un solitario que solo vivía para su trabajo, con el mentís de las habladurías, murmuraciones... de quién sabe qué cosas.
Aquellos amores furtivos y aventuras en rincones perdidos, después de una vida llena de avatares y viajes a mundos lejanos, para más tarde arrumbar hacia la alquería de su padre y convertir su afición interrumpida a la pintura en constante afán y finalidad.
La claridad meridiana que daban las ventanas, contrastaba con su figura en camisa arremangada, de cara morena, pelo negro, barba poblada, desarreglado y brazos velludos como los de un atleta siniestro. Como esas figuras de adorno en bronce de varios tamaños, ennegrecidas por el óxido, que se ven en museos o mesas de mansiones de lujo.
El aspecto del escritor Horacio era de clara sensación de seguridad en la observación y sin afectación o vanidad. De cortas palabras y expresiones, todo le llamaba la atención hasta la minuciosidad, apoyándose en el ya consabido bastón y parándose de vez en cuando.
Después, el famoso Lebrel, que como buen antropólogo y fisonomista que era, observaba y estudiaba cuidadoso los cuadros y las cuatro esquinas de la sala en todos sus detalles. Como si reconociera algo.
Aquella sala atiborrada de cuadros, algunos de ellos curiosísimos dibujos en carbón. Bosquejos representando a hombres y mujeres, retazos de paisajes cambiantes que parecían querer animarse o tomar parte de pronto en aquella reunión de figuras como surgidas de un infierno dantesco.
Caras de indias, cohortes de romanos, letárgicos rostros amarillos de opio, gentes míseras, viejos, extraños; capitales de extraña arquitectura como fondo; rebuscadas reproducciones de sótanos, deformes, lívidas; deleznables de fealdad con expresiones de crueldad, terror o miedo. Así era toda aquella mezcla de taras y altas pasiones pasadas a los lienzos sin darles todavía el calor o la forma definitiva, como enfangadas en los pecados, maleficios o maldiciones. En ocasiones, habían posado misteriosas modelos llegadas de incógnito de la ciudad. Simplemente cualquiera diría que se trataba de amantes o gentes que venían a encargar sus cuadros. En esta clase de visitas quedaba flotando el interrogante, la pasión, el amor o simplemente el bosquejo de una figura.

Bueno ¿Qué os trae por aquí? Dijo Marco al tiempo que los invitaba a sentarse en un rincón de la sala al lado de la chimenea inglesa que tenía encendida.

Lebrel contestó ofreciéndoles un cigarrillo: Mira Marco, estando hoy en el Balneario apareció Horacio, y le comenté que podríamos hacer cada uno por su lado, pero en común, lo siguiente:
Una novela, que escribiría naturalmente el experto de Horacio y a la que yo trataría de dar solución en el último capítulo.
Tú, tendrías que hacer el cuadro definitivo, pero tendría que estar todo relacionado. Es decir, tu cuadro, como la novela de Horacio, tendrían un argumento común, un crimen pasional con la solución que yo le daría.
¡Estupendo! Dijo Marco ¡Esto me anima en la búsqueda de mi diosa! Y así podré hacer el cuadro definitivo, “Mitología”, que tanto busco. Además, siendo una tarea común, nos obliga a un trabajo más continuado y lo más importante, a finalizarlo. No como mi obra, que tantas veces queda en el camino, inacabada.
Claro. Dijo Lebrel ¡Esto nos vendrá muy bien a los tres!
Sí, asintió Horacio ¡Además es una forma de aprender más entre nosotros!.

Cerraron la conversación y se despidieron. Quedando para verse otro día.





CAPÍTULO VI





En sus visitas al Balneario, Marco había conocido a DINA. Una famosa modista, gran aficionada a la pintura, con la que tenía charlas de elevado interés estético y que le había comprado algún cuadro, Muchas veces quedaba con ella, pues DINA, era también una de las tantas amantes que se le conocían.

Un día, mientras cenaban en un restaurante, Marco le contó la conversación mantenida con sus amigos. Y dijo: Mira DINA. Estoy empezando un cuadro grandioso con ciertos desnudos, pero me falta la “diosa” central, que necesito a toda costa.
La gran modista riendo. Contestó: Para un pintor de mundo como tú, seguro que es fácil encontrarla. En mi trabajo yo visto y he visto mujeres fantásticas, de magníficas figuras.
Marco prosiguió: Yo las veo, pero no las visto. Me veo en la necesidad de hacerlo para mis cuadros más famosos.
¡Si, eso es cierto! Tu fama en las exposiciones es de sobra conocida, y la más cotizada.
¡Gracias DINA! Tú siempre elogiándome.

Marco pidió otra botella de vino. DINA estaba en ese momento distraída, como tratando de recordar cosas lejanas. Pausadamente vagaba en el silencio con la mirada.

¿En qué piensas? Le pregunta Marco, sirviéndole una copa de vino.
Mira, Marco, hace un año aproximadamente vi en mi casa a una joven. Era verdaderamente preciosa, de esas que pueden hacer enloquecer a cualquier hombre.
Sigue, sigue, dijo el pintor animándola en su descripción.
Me llamó poderosamente la atención, como mujer y como modista. Sus medidas, para mí, estaban inspiradas o correspondían con aproximación a mi criterio a la perfección de la escultura clásica.
Marco dijo: Sé algo de escultura, aunque lo mío sea la pintura. Pero por favor sigue...
Hace poco la he visto en el cine con una señora de años. Parecía un poco más gruesa pero aún así, jamás he visto mujer tan perfecta y sencilla. En una ocasión me encargó unos vestidos. Me dio entonces la dirección de un modesto hotel y un nombre tal vez supuesto. Parecía distinguida, quizá una aristócrata extraña. En cualquier caso, era de una belleza poco vista, capaz de vencer con su atractivo a cualquier hombre.
¡Estoy entusiasmado, DINA! ¡Esto me anima a seguir buscando a mí alrededor y a buscarla, hasta dar con su paradero!.

DINA después de un largo sorbo, dijo: ¡Este vino es dulce y embriagador! ¡Está muy rico! ¿Te apetece venir a casa a tomar otra copa?. Le pregunta Marco.
Muy bien, de acuerdo. Le contestó DINA, que ya esperaba su invitación

DINA, era una mujer muy sensual. Tenía mucho gusto en su forma de vestir sencilla. Aquel día, llevaba unos pantalones vaqueros ajustados a su esbelta figura de caderas redondas. Una zamarra de ante de color marrón abierta, dejaba entrever una blusa negra que realzaba sus senos grandes. Mientras unos preciosos ojos verdes destacaban sobre su piel blanca.

Al salir del restaurante, Marco la besó de pronto arrimándola junto al coche. DINA sentía como Marco la sujetaba fuertemente contra él, excitado. En ese momento, apareció un grupo de gente, viéndose obligados a interrumpir aquel momento en que DINA se volvía loca de gusto Se sentía libre, libre de actuar de acuerdo con sus deseos.
Antes de arrancar el coche, Marco le dirigió una sonrisa y le acarició suavemente los labios con sus dedos. Mostrándole la satisfacción y pasión que sentía.
Para Marco, DINA era una amante a la que podía confiar su amistad, sus preocupaciones y hasta sus propios sentimientos.

Al llegar a la alquería se escuchaban los ladridos de Uno, su pastor alemán.

¡Qué gracia lo de Uno! Le dijo DINA recordando el nombre.
Y como siempre Marco contestaba: ¡Es que eran tres!

Al subir por las grandes escaleras que daban acceso al piso superior, se sentía la casa fría y el olor a leña quemada de la chimenea. Aún tenía brasas de la tarde, que Marco reavivó al entrar para que prendieran en los troncos y calentasen la sala, estudio donde pintaba.
Le pidió a DINA que se sentara al lado de la chimenea, mientras iba a buscar una botella de vino de su cosecha.
DINA, se acomodó en el sofá, viejo, pero muy cómodo, observando el fuego que poco a poco recobraba vida y cautivada por los numerosos cuadros que llenaban la sala, desprendiendo ese olor inconfundible a pintura. Era una sala muy acogedora, dentro de aquella inmensa casa fría.
Marco volvió con dos copas y la botella de vino. Aquel vino que hacía con todo esmero y etiquetaba con el nombre de Alquería. Era un vino fuerte y de color rojo como la sangre.
Sirviéndole una copa, le enseñó el cuadro que estaba comenzando sobre el caballete más próximo a la ventana, y le volvió hablar de la conversación que había mantenido con Lebrel y Barrios. Mostrando mucha ilusión en su nuevo trabajo, “Mitología”, todavía un boceto. Le habló del cuadro que tenía en la cabeza y del tema que lo rodeaba.
Decía que todo lo había encontrado, pero que le faltaba la “diosa”. Esa “diosa” que sería arrebatada de sus manos por los celos de los hombres que los enloquecerían, pues dada su belleza, pertenecería a todos...

A DINA le entusiasmaban las conversaciones que mantenía con Marco. En un momento, Marco la miró, y vio reflejado en sus ojos el fuego de la chimenea. A ella le pareció que la veía por dentro. El ansiado momento se acercaba voluptuosamente.
Marco de pronto la besó desabrochándole los botones de la blusa. Ella se dejó hacer y él ansioso le subió el sujetador, acariciando con sus dedos los senos descubiertos. Mientras, inclinada sobre él, DINA lo besaba apasionadamente en los labios. La excitación de ambos iba en aumento, y besos y caricias se sucedieron sin que quedase una sola zona del cuerpo por explorar. Marco le abrió las piernas. DINA lo miró excitadísima, sintiendo cómo entraba dentro de ella, poco a poco.
.
A la mañana siguiente cuando abrió los ojos, se encontró en el sofá de la sala, cuidadosamente arropada al abrigo de una manta y el calor de la chimenea. Observaba como Marco le contemplaba en silencio.
DINA, todavía un poco dormida, esbozó una dulce sonrisa y él se inclinó lentamente hacia ella, besándola suavemente en los ojos, cuya pintura estaba emborronada por los besos de la noche
.
¿Sabes Marco? Le dijo DINA acariciándole la mano ¿Te acuerdas de la mujer de la que te hablé ayer?
Sí, claro.
Bueno, pues aquella mujer era como un sueño, cuyo molde o patrón debe de estar roto. Su cara estaba alimentada de sol y aire de mar, quizás por viajes a tierras desconocidas.
¡Hasta podía ser que viniera otra vez! Era en términos de modista, una maniquí viviente, de carne y hueso.

Marco se levantó y se fue hacia el baño, mientras le prometía un buen cuadro si lograra encontrarla. Abrió el grifo de la ducha, al mismo tiempo que DINA encendía un cigarrillo en el sofá, cama de esa noche.
Al cabo de un rato, escuchó el ruido del agua sobre la bañera. DINA se levantó y fue hasta allí, viendo tras las cortinas el cuerpo desnudo de Marco.
Abrió las cortinas y cogió el miembro de Marco hasta introducirlo entre sus piernas. Marco la poseyó allí mismo.

























CAPÍTULO VII

En la cabeza de Marco bullía incesantemente una idea, debía comunicárselo al resto lo antes posible, intercambiar impresiones y meterse de lleno en el asunto cuanto antes.
Su obra maestra, “Mitología”, que había empezado y quería terminar, lo enervaba, poniéndolo fuera de sí. ¡Tenía que estar sereno para seguir pintando! No podía echarlo a perder todo ahora que tenía una posible “escultura viviente” en perspectivas.
A ver si conseguía descansar sin recurrir a las drogas, a las pastillas.
Había quedado con DINA que en caso de que ella volviera a la ciudad, mediase para llegar a un acuerdo y la invitara a alojarse el tiempo que quisiera en su casona, como si de un Hotel de alquiler se tratase, pues tenía sobrado servicio y confort. Su situación en lo alto de una colina en Meder, no lejos de Mondariz Balneario y cerca de la ciudad, era inmejorable. .
Si ella aceptaba, debería decirle DINA en primer lugar, que se trataba de la casa de un íntimo amigo, y que respecto al dinero que no se preocupara. Se lo recomendaría ella. Lo demás quedaba de su cuenta y riesgo.
Así era la afición a las Bellas Artes de aquel consumado artista, que quería dar a conocer su gran obra maestra inspirada en una figura humana
¡Quién sabe si DINA le valdría de intermediaria!
Podía ejercer mucha influencia y tal vez consiguiera que pasara una larga temporada en su casona, lo que quisiera, cuanto más tiempo mejor, la mejor de la comarca en muchas leguas a la redonda, que encerraba cuadros y más cuadros pintados durante sus visitas de principiante a países exóticos. Y que después, expuso en el extranjero y en su ciudad, en conveniencia y convivencia con grandes señores e importantes personajes. Seres compenetrados con las figuras silenciosas, pero de elocuentes gustos artísticos y plasmados ahora en lo mejor de su vida y arte, pretendiendo ocultar o eclipsar su obra misma de años mozos. Su obsesionante cuadro.

En la ciudad, la animación era extraordinaria. Comenzaba la temporada otra vez, y las gentes se repartían, unas al Balneario, otras al campo, alquilando casas como siempre. El dinero y los coches circulaban a raudales. Todo acompasado y febrilmente deprisa, como queriendo aprovechar todas las diversiones y expansiones de fin de semana que brindaba la naturaleza exuberante del campo virgen. Los forasteros llegaban, para luego irse desparramando al capricho de sus voluntades. Como seres en un albedrío de rejuvenecimiento.

Aquella tarde, estaban en el café Universal los tres amigos hablando de su proyecto común. Marco les estaba contando las novedades de la esperada “Escultura viviente” Cuando apareció Dora.
Dirigiéndose a Marco, mirándolo con cautela con sus grandes ojos azules y haciendo caso omiso de Lebrel y Horacio. Le dijo. ¡Tienes que echarme una mano!
¿De qué se trata?
Mira. Ven por favor. Le dijo Dora cogiéndolo de la mano.
Perdonad. Dijo Marco a sus dos amigos levantándose de la mesa y saliendo prudentemente a la terraza.
Lebrel y Horacio vieron a través de la ventana como Marco sacaba dinero del bolsillo y se lo ponía de malos modos en la mano. Ella lo guardó en el bolsillo y se marchó a toda prisa.
Marco volvió a la mesa con cara de circunstancia; Pagó lo que habían tomado y se despidió. Diciendo. ¡Lo siento! ¡Me tengo que ir! ¡Nos vemos otro día!

¡Dios mío! Exclamó Lebrel cuando se fue Marco.
No sé cómo acabará esta mujer, pero lo está pasando muy mal. No es capaz de desprenderse de Marco y este sentimiento de abandono hace que se hunda cada vez más...
Sí, es una pena, contestó Horacio. Y añadió: Aún así, a pesar de la vida que lleva, se conserva muy bien. ¡De joven debió ser guapísima!
Sí. Asintió Lebrel: Ya sabes que fue modelo, pero ahora lleva una vida muy acelerada. Sé de buena mano que se “mete” de todo, y lo peor es, que muchas veces ese estado de ánimo, hace que el amor de lugar al odio y la lleva a perseguir incansablemente a Marco. Además Marco fue su primer amor, el padre de su hija, y esa decepción se vive de una manera muy traumática
Continuó Horacio: ¡Quizá el primer amor siempre implique una pasión total y el fracaso puede llevar a una decepción profunda!
¡No cabe la menor duda! Dijo Lebrel. Y prosiguió: A mí me pasó con aquella mujer de Barcelona, Mirella, de la que ya os hablé el otro día. Aún pienso en ella muchas veces, no logro sacármela de la cabeza... Y dando un largo trago a su güisqui, dijo. ¡Hasta evito toda relación que me guste y que me pueda comprometer afectivamente!
Ya, Dijo Horacio: Ya me di cuenta el otro día de que aquella mujer te había afectado mucho.
Y cambiando de conversación, porque sabía que a Lebrel no le gustaba recordar su pasado. Continuó: Pero lo de Marco y Dora es una relación diferente. Por lo que sé de él, Marco parece la típica persona que siempre está buscando sensaciones nuevas. Siempre hablando de esa dichosa “diosa” que no encuentra, a cambio de no sé, pero quizás de una pobreza afectiva que le lleva siempre a unas relaciones superficiales.
¡Quizás sean también las relaciones más engañosas!
No sé Horacio, pero Marco lleva una vida bastante tumultuosa y siempre va de aventura en aventura escapando de su soledad. Se siente como aprisionado al estar solo. Para él, eso sería la locura, pero el ver a Dora en este estado que está muchas veces, hace que Marco se aleje aún más. No lo puede soportar. Alguna vez me lo comentó.
.Sí. Contestó Horacio. Y añadió: Es que el fracaso deprime, y crea además como un sentimiento de inferioridad, que lleva a una serie de fracasos en cadena...
Desde luego. Concluyó Lebrel. Y tras un breve silencio, prosiguió; Bueno. ¡Me tengo que marchar! Viene una sobrina mía de Madrid y tengo que recogerla en la estación, pero antes he de ir a buscar a su madre.

Se levantaron y se despidieron. Quedando en llamar a Marco para seguir con su proyecto común.

Horacio salió de allí como liberado de una pesada carga. Miró el reloj. Eran las siete de la tarde y le pesaba la cabeza por los güisquis que había tomado. La conversación mantenida con su amigo Lebrel lo había puesto mal y ahora estaba deprimido. Le ponía de los nervios la frialdad con la que Lebrel hablaba de las relaciones. Para Horacio, Lebrel era una persona traumatizada por su primer amor. Él mismo lo había dicho y Horacio no podía soportar que una persona perdiese la pasión, la alegría, porque lo hubieran abandonado. Simplemente era un amor no correspondido. ¡Cómo Dora! Que amaba de veras a Marco y a él le resultaba indiferente y esto la llevaba a una autodestrucción que Horacio no admitía.
¡Sello del destino! Estas personas acaban centradas en sí mismas y son incapaces de respetar la vida de los demás. Se vuelven egoístas. ¡Son unos pobres de espíritu! ¡Unos sádicos en el fondo! ¡Quieren hacer de la otra persona una parte de sí mismo!

Sus pensamientos era una lucha consigo mismo. Era esto su soledad, y su felicidad no era la búsqueda de seguridad en el otro y ser anulado por sus intenciones.
Así era la vida del escritor de novelas policíacas, Horacio Barrios.

Horacio pensaba en todo esto mientras iba en busca de su coche, que había dejado bastante lejos del café Universal.
Subió al coche, y cuando iba a arrancar, se dio cuenta de que tenía una multa en el limpia parabrisas. Sacó la mano por la ventanilla y tal como la cogió la tiró sin verla. Arrancó impetuosamente estimulado por los dos güisquis que se había tomado y enfiló la carretera camino de su casa.

Al pasar por el club Media Luna vio que entraba Dora. Paró el coche y decidió entrar. Horacio no tenía muchas ganas de irse para casa y éste era un lugar que frecuentaba a menudo, pues quedaba relativamente cerca de su casa. Muchas veces iba a altas horas de la madrugada a tomar algo, o simplemente a comprar tabaco cuando se le terminaba.
Entró en aquel “antro”, que era como le llamaba Lebrel, pues aunque era un lugar donde iba gente de todo tipo, y a última hora siempre solía haber actuaciones en directo de grupos de la zona. Se sabía que pasaban drogas.

Se fue a la barra, que era larga y en forma de U, lo que la hacía más acogedora.
Armando el camarero, le puso un güisqui doble saludándole con una sonrisa. Ya conoce sus hábitos. Horacio le pidió que le pusiera un poco de agua, diciéndole: ¡Ya sabes que tengo que cuidarme con el alcohol!

Echó una ojeada atrás y vio que Dora estaba hablando con un joven alto. Al poco rato observó como se iba al servicio.
Encendió un cigarrillo con aire resignado y comenzó a beber su güisqui diluido en agua a pequeños sorbos, sin sacar la vista de allí.
Al cabo de media hora, salió Dora viendo para todas partes. Ya no era la Dora desesperada que pocas horas antes había visto en el café Universal. Estaba más tranquila y más animada
Sus miradas se cruzaron en un momento. Dora le echó una sonrisa y se fue junto a su amigo. Se pusieron a hablar y Horacio se dio cuenta de que el amigo de Dora lo observaba de una forma rara.
¡Estarán hablando de mí! Pensó.
Ella no lo miraba a pesar de que él se volvía continuamente para verla. Apreció que su rostro era bellísimo. Su belleza radicaba en su despreocupado abandono.
¡Es evidente que tiene una figura perfecta! Decía Horacio para sí.

Pensaba que nunca había logrado tener con una mujer la confianza que había tenido con un amigo. Apuró el resto de güisqui de un trago. Hacía un calor infernal. Se fue al servicio a remojarse un poco y cuando salió se sentía mucho mejor. Fue otra vez hacia la barra y pidió otro güisqui doble. En el local aunque era temprano, ya había bastante gente. Estaban poniendo música de Loud Reed, uno de sus músicos preferidos.
Se estaba animando cuando de pronto, se dio cuenta de que Dora se había levantado de la mesa en la que minutos antes estaba con su amigo, y discutía acaloradamente con Armando en una esquina del local. Dedujo, que era por algún asunto de droga y trapicheo
Al momento, Dora cogió a su amigo del brazo y se fueron.

Cuando Armando volvió a la barra. Horacio le preguntó: ¿Problemas?
¡Es que esa tía se pasa demasiado! Le dijo Armando tirando el paño con que estaba secando los vasos en el fregadero. Y añadió: ¡Una vez vale, pero todos los días!...
¡No tienen ningún cuidado! ¡Pasan de todo!.Ella y Manuel. ¡Si se lo montaran en plan discreto! Ya se lo avisé mil veces ¡No quiero tener problemas con la “pasma” ¡Qué lo hagan con discreción!
Claro. Contestó Horacio evasivamente como si no le importara el asunto.
Sabía que Armando estaba siempre puesto hasta las orejas. Sacó de la cartera un billete
de veinte euros y le dijo que le diese un paquete de tabaco y le cobrara. Levantó el vaso y bebió el último trago tratando de reprimir su malestar ante él
Lo único que le importaba, era que Dora ya no estaba allí.
La noche se le había tornado amarga.
.













CAPÍTULO VIII





Al salir del club “Media Luna ”, Horacio entró en su coche y encendió el motor. Era un coche viejo, por lo que siempre esperaba un rato a que se calentara. Estaba allí sentado en silencio todavía inmerso en sus pensamientos, cuando vio a Dora en el coche de Manuel sola mientras éste volvía a entrar en el local. Dora se dio cuenta de la presencia de Horacio. Coincidió con su mirada y le hizo una seña con la mano pidiéndole un mechero. Horacio apagó el motor del coche y se acercó junto a ella.
Le pasó el mechero. Y Dora le dijo. ¿Quieres pasar? Voy a tardar un poco y tengo que esperar por Manuel. Así me haces compañía mientras me preparo esto.
Le dijo señalando a su bolso mientras sacaba una serie de cosas.

Horacio se acomodó en el asiento del conductor y encendió un cigarrillo. Al fondo se escuchaba el murmullo de la música.
Dora sacó una papelina con heroína, una cucharilla y una jeringuilla. Calentó la heroína con el mechero de Horacio y la filtró con la jeringuilla.

Horacio al ver aquel polvo color marrón. Le dijo: ¿Parece cola-cao? ¿Cómo tienes tanta práctica?
No veas... Le contestó ella mientras se inyectaba. Y añadió: El otro día, si no llego a probarla antes. ¡Me hubiera metido no sé qué mierda!
Había una duda retenida por la pregunta de Horacio.

Lo hago de vez en cuando. Continuó ella entretenida con lo suyo. Y añadió: Me pone mucho más que fumarla. ¡Además está cortada! Si no la fumaría, porque así me deja marcas en los brazos.

Se estiró, llevaba unos vaqueros ceñidos que subrayaban su cuerpo soberbio. Y exclamó: ¡Qué maravilla! ¡Dios! ¡Me siento feliz! ¡Esto es el paraíso!
Él sonrió. Y le dijo: Mal sistema el de querer exprimir la vida. Cuando intentamos vivir demasiado intensamente se nos puede ir de las manos y echarlo todo a perder
Ella encendiendo un cigarrillo, y tras una bocanada intensa. Le contestó: ¡No me amargues la existencia moralizando y recordándome lo que debo hacer!
¡Sólo me importa el ahora, el presente! Y ahora tengo lo que necesito: Calma, mucha calma...

Subió el volumen de la radio. Estaban poniendo música de Deep Purple.
Y susurró: ¡Cuánto me gustan!
Abrió la ventanilla del coche, se sacó la zamarra de cuero que llevaba y se estiró una vez más sonriendo de gusto mientras tatareaba la canción “Child in Time...”
Horacio la observaba. Admiraba su estado de ánimo y su lucha por la supervivencia; sus preciosos ojos azules en aquel rostro moreno, sus grandes senos, sus caderas redondas claramente perfiladas por los pantalones ajustados... tenía un cuerpo espléndido. A Horacio le gustaba mucho. Deseaba acariciarla, poseerla.

.De pronto. Dora le dijo. ¿Sabes? Ayer soñé...
¿Sí?
Soñé que Marco y yo éramos los mejores amigos. Lo que me ocurre a mí...
Se quedó pensativa viendo por la ventanilla del coche la noche.
Horacio, sintió un repentino impulso de ternura hacia ella.

Dora se apresuró a seguir sin esperar respuesta: Bueno. ¡Pues él es así! Parece que es de lo más feliz, aunque no comprendo por completo hasta qué punto es cierta su felicidad...
Pensativa calló por un momento
.
¡Vamos!.¡ Lo único que puedo decir, es que tienes que superarte a ti misma! Le dice Horacio
¿Qué quieres decir?
¡No sé! ¡Que hay muchas oportunidades en la vida!
Dora meneó la cabeza. Y dijo: Lo que me pueda ocurrir a mí es indiferente...
¡Joder! - Explotó Horacio y añadió: ¿Acaso te crees que eres la única que lo pasa mal?
¡No creo que estés más jodida!
Ella lo contuvo: ¡Escucha! ¡Estoy inmersa en una relación infeliz! ¡Estoy! ¡La vivo cada día! ¿Crees que voy a tirar mi vida después de todas las dificultades que tuve para formarla? Yo lucharé siempre por lo que más quiero, y lo que pasa es que yo no hago sufrir si puedo evitarlo...
¿Sabes lo que eres? Le dice Horacio airado ¡Una perdedora! ¡Una fracasada! ¡Angustiada porque no puedes superar la separación de Marco!
¡Qué puedes decir tú de mí! Y apostilló de malos modos Dora: ¿Sabes lo que es el amor? ¡Tú no lo puedes saber!
¿Y tú que sabes?
¿Entiendes? Prosiguió Dora sin parar de hablar: ¡Es lo contrario del odio!

Dora estaba bastante nerviosa con la conversación.
Horacio ofreciéndole un cigarrillo, le dice; estoy muy enterado de lo que es pasarlo mal y quizás estamos tratando un tema demasiado serio. ¿No te parece?
No sé porque va a ser demasiado serio, si para ti todo es muy fácil. Me gustaría ver las cosas como tú. Concluyó Dora con su mirada perdida en la noche.
Hubo un silencio de varios minutos, cuando apareció Manuel.

¿Pero tanto significa Marco para ti?
¡Pues sí la verdad! ¡Déjame a mí aunque no sé si voy a llegar muy lejos!
¡Puedes quedarte con el mechero! ¡Lo necesitas más que yo! Le dice amablemente Horacio, mientras se despedía con una sonrisa cuando salía del coche para entrar otra vez en el club Media Luna:
Y añadió; ¡Yo lo qué necesito es beber un poco!

¡Vaya hombre! ¿Dónde has estado escondido toda la noche? Le pregunta Dora a Manuel.
¿Tienes prisa? ¿Qué te parece si nos metemos un poco más? Le dice Manuel.
¡Maravilloso! ¡Maravilloso!

Mientras Dora preparaba la heroína para inyectarse Manuel le dice que tiene que ir a casa en busca de más material y que se dé un poco deprisa.

Dora le pregunta: ¿Quieres que te acompañe?
Muy bien. De acuerdo

Para Dora, Manuel era su mejor amigo, era joven y como tal tenía ingenuidad, alegría. Le daba mucha confianza. Pasaban muchos días juntos oyendo música, leyendo. Manuel no tenía menor intención de llegar a una cosa seria con ella, pero lo cierto era esto lo que a ella le gustaba.
Cuando acabaron de “picarse”. Manuel tomó la carretera a gran velocidad.
Para Dora lo bueno que tenía aquellos momentos eran, que la alejaban cada vez más de sus propios pensamientos que le atormentaban, se alejaba de sí misma y se sentía orgullosa como le había dicho Horacio, de su lucha por la supervivencia y escapar de las consecuencias de sus actos.

Dora le pasa la mano cariñosamente por la cabeza a Manuel y le pregunta: ¿En qué piensas tan serio?
En varias cosas, le contesta encendiendo un cigarrillo
¿Puedo saber en qué?
En muchas. En ti a veces...
¿Y qué piensa de mí?
Pues me pregunto que tal te va, por tú vida. No sé, últimamente te veo triste y te “metes” demasiado...
Eso no tiene importancia. Le contestó cogiéndole la mano cariñosamente y apartando la mirada hacia la ventanilla...

Él, se da cuenta de que está llorando. Para el coche. La toma en sus brazos y comienza a acariciarla, Dora siente los latidos del corazón de Manuel acelerados y sus besos ardientes, casi tiernos.
Él, ansioso le quita los pantalones y luego más nervioso le quita la blusa mordiéndole los pechos. Excitadísimo, le abre las piernas para penetrarla y ella sintió un gran escalofrío y emoción por la excitación de la postura sensual adoptada en aquel pequeño coche. Estuvo haciendo el amor una y otra vez hasta que no pudo más. Era la primera vez que Dora lo había hecho con Manuel.

Cuando ella logró unir en la espalda el cierre del sujetador. Abrochándose los botones de la blusa. Le dice. ¡Dios mío! ¡Pervirtiendo a chicos jovencitos!
Sí. Dijo él, como distraídamente...

Llegaron a la pequeña casa de Manuel. Tenía una sola planta y estaba rodeada por un pequeño terreno. Se le conocía con el nombre de “La cabaña”. En su tiempo había sido una cuadra para los animales. Y como todos los avispados paisanos del lugar, la habían adecentado para alquilar, dado el auge que había tomado la zona por el Balneario.
Entraron en la casa que era muy acogedora y olía a incienso. Había una sala separada por una pequeña barra de madera de la cocina, y un pequeño pasillo con un armario empotrado que daba al baño. La sala estaba repleta de libros, revistas de música, discos. Tenía una guitarra eléctrica y partituras por todas partes, un pequeño televisor, un aparato de música con distintos bafles repartidos por la sala, una mesa camilla y dos sofás que hacían la función de camas con una mesa pequeña entre ellos.
Las paredes estaban con pósteres de pinturas abstractas de pintores rusos, y uno grande
de Enrique Bumbury del que era un admirador de su música que él tocaba con su guitarra. En una de las paredes había un gran espejo de la puerta de un armario.
Manuel era una persona muy ordenada y en su “cabaña” se respiraba un ambiente muy relajante. Muy acogedor.


Le dice a Dora que tiene mucha prisa ya que lo esperan en el club “Media Luna”.
Y le pregunta: ¿Quieres tomar algo? Y añadió: ¡Sólo tengo una botella de güisqui y una coca cola!.
¡Muy bien! ¿Nos hacemos un cubata para los dos? Le dice Dora
De acuerdo.

Se va a la cocina y coge de un bote una piedra de cocaína. Con una navaja corta una esquina y le dice que vaya haciendo dos rayas. Mientras él, prepara las copas y la mercancía para vender.
Dora hace dos buenas rayas y con un billete la esnifa hondamente
Le dice percibiendo el sabor amargo y pasándole el billete enrollado: ¡Es buena esta coca!
Sí. Es de lo mejor que tuve últimamente, lo que pasa es que es un poco cara.

Dora se levanta y se va junto al espejo. De espaldas, se palpa el trasero viéndose toda ella. Y le dice: ¡Me van a estallar los pantalones! Y viéndose los ojos exclama: ¡Qué ojeras! Al mismo tiempo que saca de su bolso un frasco, y se echa unas gotas de colirio con una destreza de experta en aquellos ojos azules qué brillaban en su cara.

Bueno. ¡Nos vamos! Le dice Manuel guardando las papelinas cuidadosamente en el bolsillo.
Dora da su último trago del cubata, exclamando: ¡Qué bien me ha sentado esta raya y la copa!
Me alegro. Le contesta Manuel apresurando la salida.

De vuelta al club Media Luna. Viendo Dora por la ventanilla del coche la luna llena que había aquella noche, le dice: ¿Sabes de qué me acuerdo siempre que veo la Luna llena?
¿De qué?- Además hoy está muy grande, le pregunta Manuel
Hace doce años aproximadamente estando en Barcelona con Marco, íbamos por el metro y me encontré un pequeño papel al que le había caído a alguien. Estaba cuidadosamente doblado en cuatro partes. Tenía escrita una poesía en catalán que decía:

. He mirado al cielo
y he visto con angustia
Como los dioses
enemigos de los niños
Se querían comer la Luna a grandes mordiscos.
Y he temido verla desaparecer
En aquella noche, de Luna
Grande, redonda y blanca.


¿Sabes? Siempre que veo la Luna recito esa poesía para mí. Es como si la hubiera dejado alguien para que yo la encontrara.
Sí. Está muy bien. Le respondió Manuel


CAPITULO IX






Llegando al club Media Luna. Dora le dice a Manuel: ¡A ver como se enrolla Armando! ¿Porque antes me montó una bronca?
¡No te preocupes! Cuando entré después le pasé una raya y ya se quedó tranquilo. Ya sabes como es...
Por cierto: ¿Qué tal es ese “tipo” escritor que conoces? Antes no te sacaba la mirada de encima.
Bueno, creo que es una buena persona. Es amigo de Marco y aunque no lo conozco mucho me parece buen tío. Quizás sea un poco raro, siempre está solo y aunque debe de beber bastante, pienso que es para tranquilizarse y no de una manera agobiante. Parece una persona sencilla y eso que es un escritor muy conocido y gana mucho dinero con sus novelas policíacas.
¿Has leído alguna?
Sí, leí una que me había pasado Marco y era bastante entretenida. No me acuerdo del nombre pero trataba de un crimen de un psicópata de esos que llaman a los teléfonos eróticos.

Al entrar, ve a Horacio en la barra. No dejó de alegrarse. Se acercó junto a él que estaba de espaldas mientras Manuel era ya abordado por una joven que lo esperaba ansiosamente.

Dora dándole un golpe en el hombro, le pregunta sonriente: ¿Cómo te encuentras?
¡La mujer que estaba esperando! ¿Quieres tomar algo?
Muy bien. Un güisqui con coca cola.

Horacio llamó a Armando pidiendo lo de Dora y otro güisqui para él. Pagando a continuación las consumiciones. Le deja su banqueta para que se siente.
Y ella le pregunta: ¿Y tú? ¿Siempre tan sólo? ¿Es que no ha habido en tú vida alguna mujer que hayas amado mucho?
Permaneció silencioso por unos minutos. Levantó la cabeza mirándola. Y le dice: Es una pregunta difícil...
¡Venga, confiésalo! ¡No quieres hablar de esto!
No, no es eso. Y continuó: Pues mira. Sí que he perdido la cabeza por una mujer, si eso se le puede llamar amar mucho. Se llamaba Susana y salimos dos años.
Al principio me había enamorado locamente, pero con el tiempo esos sentimientos se desvanecieron y poco a poco nos fuimos alejando. Aún más, cuando ella se fue a estudiar a Santiago. .
Ahora me pregunto si todo es un engaño... un deseo físico que en el fondo nos utilizamos, nos usamos. En resumidas cuentas: Si nos hacemos unos egoístas enmascarados con la palabra amor. Por eso antes en el coche te quería decir que no eras tú la única que lo pasaba mal. ¡Pero como uno se cree que es él quién tiene los problemas más importantes!
Lo siento, le contesta Dora.
Y prosiguió Horacio: Una lección que me ha dado la vida es, que nunca puedes contar con nadie que no sea uno mismo.
¡La vida te ha vuelto triste! Le dice Dora con una sonrisa
Tomando un largo trago. Le responde Horacio: La crueldad, que como el “boomerang” se vuelve contra el que lo lanza...
¡Perdona un momento! Le dice Dora, mientras se levanta para ir al servicio
¿Y qué haré yo mientras tanto?
No tardaré. Le contesta sonriendo mientras se iba.

Mientras Dora estaba en el servicio, entra por la puerta Marco, que apresurado se va a la otra esquina de la barra sin percatarse de la presencia de Horacio.
Llama a Armando y le pide tabaco y una copa de ginebra con hielo. Horacio lo llama desde la otra esquina de la barra y Marco se va junto a él.
¿Qué tal Marco? Le pregunta Horacio dándole una palmada en la espalda.
Bueno. Un poco cansado. Salí de casa a tomar un poco el aire y a comprar tabaco
¡Hola Marco! Le dice Dora que acababa de llegar del servicio.
Horacio notó en los ojos de ella la alegría por la aparición de Marco.
¡Al acabar la copa me tengo que ir! Dijo Marco bebiendo la copa de un trago.
¿Me puedes llevar hasta casa? Le pregunta Dora.
Sí, desde luego. Y añadió: ¡Espera un momento! Voy al servicio.
Cuando se fue Marco. Horacio viendo a los ojos de Dora, le dice: Sólo, desearía que no te marchases
Conozco esa sensación. Lo siento. Le responde ella con una sonrisa, mientras se levanta para ir junto a Manuel para despedirse.

Cuando salió del servicio Marco, se fueron del club Media Luna. Despidiéndose también de Horacio.
Él también se fue para su casa, aunque esa noche iba a dormir poco por su nerviosismo e intranquilidad.
No podría sacarse a Dora de la cabeza.
.



























CAPITULO X




Unos días más tarde, Marco invita a Lebrel y a Horacio a una comida en la alquería, para festejar el final de la vendimia.
Todos los años Marco hacía en su casona una gran fiesta, a la que iban todos los jornaleros que habían trabajado en la recogida de la uva, amigos y gentes del pueblo Solían reunirse más de cien personas, que disfrutarían de una copiosa comida y cena, que se prolongaría hasta largas horas de la madrugada.
Horacio llevó a Lebrel en su coche hasta la alquería. Hacía un día estupendo que ayudaría a poder comer fuera en mesas de madera, que habían colocado en la finca que precedía a la gran casona.
Antes de entrar en la finca por un camino que precedía a la alquería, Horacio decidió dejar el coche aparcado fuera, ya que dentro sería un estorbo por la cantidad de gente
que supondría iba haber.
Horacio con su bastón con empuñadura y ápice de metal que llevaba siempre que iba al campo, y Lebrel, con su típico sombrero que le daba aún más un aire de detective, se acercaban por el camino que las zarzas invadían por algunos tramos, que Horacio separaba aprovechando su bastón.
A lo lejos, se oían los ladridos del pastor alemán Uno, avisando la llegada de los invitados.
Antes de llegar a las mesas donde estaban todos, se les acercó Marco saludándoles. Pasaron junto al perro que ladraba como una fiera atado a una cadena en el galpón.

¡Carayo! ¡Qué buen guardián tienes! Exclamó Lebrel
Marco acariciándolo, les dice: Así como lo veis que parece que os quiere comer, una vez que lo sueltas, es el perro más tranquilo que podáis encontrar.
Y soltándolo: Uno se levantó con sus grandes patas que le llegan a los hombros del corpulento Marco. Lebrel y Horacio marcan distancias sin atreverse acariciarlo. La verdad que aquel perrazo como decía Lebrel, imponía.
Prosiguió Marco hablando de su perro: Lo dejó aquí abandonado un chatarrero al que le faltaba una pierna, diciéndome si se lo podía tener un tiempo. ¡Hasta hoy!
Acariciándole las orejas, les decía: Cuando me lo trajo, las tenía todas comidas por las moscas de estar siempre atado. Costumbre que hay mucho por aquí, de tenerlos todo el día atados a un barril o a un hórreo.
Al principio, me imponía un poco hasta que comencé a llevarlo a la playa y a soltarlo por ahí. La verdad que ahora es muy sociable y la pena es que no lo hubieran educado desde cachorro, porque algo traumatizado por la vida pasada está. Debió de pasar una infancia el pobre muy dura y le debieron de pegar mucho.
¡Venga Uno! ¡Hoy tienes que trabajar! Le dice acariciándole mientras lo ataba a la cadena.

Horacio y Lebrel se sentaron en una de las muchas mesas que habían puesto en la finca. Allí había más gente disfrutando de la comida y el vino que abundaba. Había empanadas, tortillas, pulpo, churrasco etc.
Como decía Marco: ¡Comida para alimentar a todo un regimiento!
Marco se fue junto a la sirviente sordomuda que le había llamado por señas, y como anfitrión, atendía amablemente a los invitados. Todo estaba cuidadosamente preparado para que no le faltara nada a nadie
.
De pronto, llegó la gran modista DINA, que saludando a Lebrel y a Horacio se sentó junto a ellos.
DINA estaba muy guapa y provocativa, con una falda vaquera negra muy corta, y una zamarra de cuero rojo sobre una camisa también vaquera de color negro y botas del mismo color. Al sentarse al lado de Horacio, aquel muslo desnudo era como una insinuación.
Horacio le sirvió un poco de vino, mientras Lebrel estaba entretenido hablando con un profesor amigo.

DINA le decía a Horacio, que había cenado con Marco y que le había contado del proyecto común que tenían los tres. Exclamando: ¡Pronto nuestro amigo Marco encontrará la “diosa” para su cuadro grandioso!
¿La conoces?
Sí. Es una preciosidad, un monumento de mujer que lo enloquecerá.
Horacio inclinándose hacia ella, le dice riendo al oído: ¡Lo enloquecerá hasta enfermar! ¡Qué va! ¡El amor es saludable y Marco es un gran amante!
¿Tú lo has probado?
¿Veis como sois todos? ¡Enseguida a pensar mal! Le contesta molesta por la pregunta. Y añade: ¡Eres un asqueroso burgués con tu cabeza llena de prejuicios burgueses!
¿Sabes? Marco siempre me ha respetado
Bueno DINA, ¡No te pongas así! Yo no te quería decir eso, solamente quería saber si tú has estado enamorada.
Sí. Le contesta pensativa y triste. Y añadió: Murió y lo quería mucho.
Encendiendo un cigarrillo dijo: Una mañana cerca de las diez fui a casa. Yo, había dormido aquella noche en casa de mi madre, y al no abrirme, presentí lo peor. Advertí que le podría haber pasado algo. Llamé a su hermano ya que no me atrevía a entrar sola en casa, y lo encontramos al lado del radiador del pasillo con una jeringuilla en el brazo. Todo morado y ahogado por su propio vómito. .
La policía nos dijo, que lo podían haber salvado si no fuera porque los que estaban con él que se asustaron, dejándolo sólo. Alguno de los que estaban con él era su amigo.
¡Qué triste! ¡Qué soledad!
Le pasaron una heroína adulterada. No quisimos remover el asunto porque él era un médico conocido y nada podía ya remediar lo sucedido.
Lo siento. Le dice Horacio sirviéndole otra taza de vino.

En aquel momento se acercó Marco con un álbum de fotos y comenzó a enseñar fotografías de la vendimia:
¡Mirad! Dijo señalando a un señor con bata blanca sobre un carro de bueyes en medio de las viñas y los jornaleros trabajando. ¡Este de aquí es mi abuelo Jaime! Como veis. ¡El trabajo ha cambiado mucho! ¡Él no tocaba ni una uva! Vigilaba a la gente desde el carro sin siquiera mancharse.
Ja, ja, ja - Rió Horacio. Al mismo tiempo que exclamó: ¡Cómo cambian las cosas! Y añadió: Ahora los nuevos ricos se compran su segunda casa en el campo, y son los que lo trabajan. Sus grandes mansiones en medio del monte para escapar del estrés de la ciudad. Allí sentados en sus tractores, limpian las malas hierbas y plantan sus legumbres.
Para ellos el trabajo no es molesto, al contrario, le es placentero. No sé, carecen de un sentido moral y su trabajo es totalmente innecesario. ¡Son unos parásitos ociosos!
Además, a la hora de la verdad suelen ser los más aprovechados.
Sí, sí. Estos nuevos ricos nacidos en esta sociedad del bienestar, como le llaman...
¡Cómo le llaman ellos! Añadió DINA. Y prosiguió: ¡Qué no tienen ni idea de lo que es el verdadero trabajo!
¡Ya! Continuó Horacio. Una serie de sujetos sin escrúpulos, que lo único que les interesa es aspirar a los altos cargos, tratando de distorsionar las necesidades de los hombres por unas necesidades artificiales. Fruto de sus ambiciones consumistas.

De pronto. Aparece Dora toda apresurada como si la persiguiera alguien y con cara agobiada...

¡Dios mío, qué cariña traes! Le dice DINA dándole un beso cariñoso en la cara.
¿Qué cariña queres que teña si ando a cen por hora? Contestó saludando con una sonrisa y preguntando a Marco por su hija.
¿Llegó Doro?
Aún no. Llamó por teléfono y dijo que no llegaría hasta media tarde.
¡No la podré ver! ¡Voy a llamarla por teléfono! ¡Enseguida vengo!
Y se fue hacia dentro de la casona.

Horacio la contempla mientras se va y sus pensamientos retrocedían a su encuentro días anteriores en el club Media Luna. Cuando sentada en el coche le hablaba de su lucha diaria en la vida por recobrar a Marco
En momentos de esa reflexión, parecía vivir su voz, el ardiente brillo de sus ojos azules. Se daba cuenta que a partir de aquella noche había encontrado en ella lo que no había podido encontrar en ninguna otra mujer.
Aquella belleza del abandono, como su indiferencia, era lo que le gustaba...

¿En qué estás pensando que te quedaste tan serio? Le pregunta DINA
En el porvenir, en el destino. Le contesta encendiendo un cigarrillo.
DINA se echó a reír como tomando a broma lo que decía. Y le preguntó: ¿Crees en el destino?
No sé, Muchas veces pienso si lo que nos va a pasar depende más de nosotros mismos o del destino.
¿Tú que crees?
¡Caray! ¡Qué filósofo se nos ha puesto el escritor! Y contestó dubitativa: ¡No sé! Es difícil esa pregunta, pero a mí me gustaría pensar que nosotros lo pudiéramos modificar. Pero la verdad que el destino está como escrito, como la fortuna, y todo lo que nos pasa depende de eso... ¿Y tú que crees?
Bueno, yo quiero creer que dependa de uno mismo ¡Soy un luchador incansable y creo en la esencia del hombre! Dijo riendo mientras brindaba con ella.

Volvió Dora apresurada a la mesa. Se sentó en la mesa al lado de Marco, habló con él de sus cosas. Se fue otra vez para la casona con Marco y volvió para despedirse: ¡Me tengo que ir! Tengo que devolver el coche a un amigo y Doro sabe Dios a qué hora vendrá. ¡Tal como es ella!
Bueno Dora. Le dice DINA: ¿A ver cuando pasas por la tienda aunque sea sólo para tomar un café juntas?
¡Esta semana voy sin falta! Le contesta dándole un beso en la mejilla y despidiéndose de todos.

¿Cuántos hombres la desearían? Dijo DINA cuando Dora se iba en busca del coche.
Horacio le echó una mirada sincera. Era lo que deseaba y en lo que creía.




































CAPITULO XI





Dora arrancó el coche en busca de Manuel. Aquel coche que le había dejado su amigo y que le iba a permitir entrar por fin en su mundo. Cada vez que pisaba el acelerador, se alejaba más de la indiferencia que sentía cuando estaba con Marco, que tanto daño le hacía.
Miró a su alrededor y no había ni casas, ni gentes. Estaba como en un desierto ella sola. De repente, se acordó que Manuel le había pasado una papelina. Paró el coche junto a unos árboles, abrió el bolso y ansiosa la sacó. Vertió la coca con cuidado en la cartera y con el DNI hizo una raya. Exclamando: ¡Qué bien! ¡Aún me pasó una buena raya! ¡Qué bien se enrolla!
Hizo un tubo con un billete de cincuenta euros que se los había pedido a Marco, aspiró hondamente y pasó el dedo por los restos que quedaban en la cartera.
Bueno. Pensó: ¡Aún es temprano! Le voy a echar gasolina al coche y me voy hasta Vigo.

Dora vivía en un apartamento allí. Le daba tiempo suficiente para ir hasta Vigo y darse una ducha. También aprovecharía para “meterse” un poco más de heroína que tenía antes de devolverle el coche.
Antes de subir, compró una jeringuilla en una farmacia de camino y un paquete de tabaco en el bar que estaba al lado del apartamento.
Al llegar, lo primero que hizo fue poner a todo volumen el disco de Prince, Purpure Rain.
Se acercó a la bañera y abrió el grifo de agua caliente. Encendió la televisión quitándole la voz y encendió todas las luces.
Quitándose la ropa y dejándola desparramada por cualquier sitio, se metió en la bañera que ya estaba casi llena.
Sentándose, cogió la ducha y se echó agua por toda la cabeza. Estaba muy relajada y comenzó a enjabonarse lentamente por todo su cuerpo Cuando de pronto llamaron a la puerta.
¿Sí?
¡Hola! Soy Miguel.

Miguel era un vecino del apartamento, que siempre que se llamaban era para estar juntos, y aprovechaba ella para sacarle dinero a cambio de hacer el amor. Ninguno quería más del otro.
Sin perder tiempo, salió de la bañera envolviéndose con una toalla para abrir la puerta.
Al verla. La reacción de Miguel fue de sorpresa.
Miguel era un joven que estudiaba filosofía, muy tímido, educado y que vivía solo.
Viéndola de arriba abajo. Le dijo: Escuché música y tenía ganas de verte y estar contigo.
¡Llegas en el momento oportuno! Le dice Dora cogiéndole de la mano y llevándolo al baño.
Se miraron a los ojos, mientras Miguel acariciaba su desnudo cuerpo enjabonado y Dora le sacaba la ropa ansiosamente. Metiéndose juntos en la bañera.
¿Qué caliente está? Exclamó Miguel
Dora dándole la espalda y poniendo las manos en el borde de la bañera, rozó su trasero con movimientos fuertes con los muslos de Miguel, le invita para que la penetrara por detrás. Miguel cogiéndole por la cintura mientras le besaba el cuello y la espalda, la poseyó al momento. Era lo que quería, lo que deseaba.

Dora, desde que las relaciones con Marco se habían acabado, sabía arreglárselas para que cuando estaba sola en el apartamento y necesitaba de un hombre, recurrir al séptimo A, que a cambio de treinta euros que se los pedía prestados y nunca se los devolvía, solucionaba sus problemas económicos y sus deseos. Era uno de sus muchos secretos.

Una vez que acabaron de hacer el amor, cada uno a un lado de la bañera, descansaban plácidamente metidos en el agua acariciándose con los pies.
Miguel era una persona que parecía que sufría mucho a causa de la pobreza del ambiente intelectual en que se encontraba, y vivía con cierta envidia lo que a él le parecía la vida de Dora. Siempre le decía que admiraba las inmensas energías que transmitía y su belleza.
Dora de pronto, pensó que llegaría tarde junto a Manuel y tendría que darse prisa. Despidió a Miguel, que como de costumbre dejaba los treinta euros sin decir nada y con una sonrisa.
Cuando cerró la puerta, se fue para la sala a picarse la heroína.
El apartamento era muy caliente, tenía calefacción central y aunque era pequeño tenía todas las comodidades.
Se puso a escuchar música, quedándose dormida en un cómodo sillón que tenía en aquella sala con ropa por todas partes; libros, CDS, revistas, jeringuillas, limones, cucharillas. Había escrito en la pared de la sala una pintada que había leído en la calle:

“Aunque la noche sea larga.
Eterna no es “


Se despertó a las dos horas, y rápidamente se puso lo primero que cogió a mano; unos pantalones vaqueros, una camiseta blanca con un jersey de lana negro, un abrigo del mismo color y se marchó rápidamente para el club Media Luna.

Al llegar, vio a Manuel de inmediato. Se le veía más alegre y animado que de costumbre hablando con Berta, que con una sonrisa algo tierna le agradecía algún detalle que tendría con ella. Él, siempre se “enrollaba” bien con sus clientes.
El aislamiento era allí imposible rodeada de aquella gente, tratando de vivir a fondo e intensamente sus momentos libres. Este sentimiento le inspiraba una decidida independencia.

Miró a Manuel. Él se rió al verla. Y le preguntó: ¿Qué tal te encuentras?
¡Bah! ¡De sobra sabes como me encuentro!
A Dora se le notaba mucho en los ojos cuando estaba muy colocada.

¡Gracias por el coche y por el detalle! ¡No sabes lo que te lo agradecí en aquel momento!
¡Me alegro!
.
Dora le pasó al mismo tiempo que las llaves, veinte euros. Diciéndole que ya arreglarían.
Manuel le pasó una papelina. Entre ellos se entendían y había confianza.

¡Vete al coche mejor! Que Armando está controlando, ya que hoy hubo mucho movimiento. Le dijo devolviéndole las llaves.
Al volver. Le pide otra vez el coche para ir a Vigo, diciéndole que se lo trae en tres horas si las cosas le van bien.
¿Qué cosas?
¡Venga Manuel! No seas curioso. Antes de tres horas estoy aquí como siempre y no te preocupes que lleno el depósito a la vuelta.
Mira Dora. ¡Qué todo se sabe! Le dice Manuel distraídamente...

Le deja las llaves ya que sabía que era la mejor forma para recuperar las deudas contraídas con él. Quizás sospechaba algo aunque no le daba demasiado importancia. Veía que conseguía dinero al momento, y que lo gastaba de igual forma. Él nunca preguntaba nada.
Dora no era la primera vez que hacía “la calle “ para buscarse el dinero para sus vicios. Cuando tenía necesidad de meterse droga y estaba endeudada, recurría a ello.
Lo hacía de una manera muy discreta. Iba por bares de Montero Ríos y Alameda en Vigo. Siempre encontraba a alguien con quién “montárselo” y no dar el “cante”. Nadie de su círculo lo sabía
Últimamente tenía muchas deudas. Con Marco había tenido muchos problemas por el dinero. Manuel aunque le fiaba, ya no podía pedirle más y sabía hasta dónde podía llegar.
Incluso se podría pensar que esta contradicción en la vida de Dora, le llevaba a franquear con tanta facilidad el abismo que la empujaba a prostituirse. Le resultaba por desgracia, absolutamente fácil.
Se sentía muchas veces una perdida, aceptando esta situación.

Se fue hasta Vigo y entró en la cafetería MACUMBA. Sentándose en la barra enfrente de un hombre solitario, que mataba el tiempo con una copa entre sus manos y la mirada perdida en la calle.
Pidió un café. Se fija en él, dándose cuenta que no le sacaba la vista de encima. Se levanta para ir al servicio mientras coinciden sus miradas en el espejo que rodeaba aquella barra.
Al salir, se miraron otra vez a los ojos.
Dora le sonrió y fue lo que hizo posible que aquel extraño se atreviera a cercarse y decirle: Me llamo Juan. ¿Y tú?
Yo, Dora. Encantada. Le dice dándole la mano.

Para él aquello podía ser el inicio de una historia de amor. Se sentó nervioso al lado de ella, en aquel primer momento difícil para “romper el hielo” con aquella desconocida.

¿Te esperan?

¿Un hombre?

Me gustas mucho. Le dice él.
Dora con una sonrisa. Le dice: ¿Me invitas a una copa, verdad?
Naturalmente, Le contesta llamando al camarero.
¿Quieres hacer el amor conmigo? Le dice Dora al oído conociendo el terreno en que pisaba. Y añadió: ¡Con sesenta euros soy toda tuya!
¡Eres una chica lanzada!
¡Anda, apura! ¡Que tengo muchas ganas! Le dice Dora con una sonrisa seductora. Y añadió ¿Quieres venir a casa? Es aquí al lado.
De acuerdo. Le dijo él pagando las consumiciones y saliendo de allí.
Ella sonriente, hizo lo mismo.

Al llegar al apartamento, nervioso le dice: Hace calor. ¿Verdad?
Sí, ¿No te molesta la ropa? Le pregunta Dora mientras se desabrochaba la blusa. Y añadió: ¡Desnúdate tú también! ¿Quieres?

Juan ansioso se acerca a ella besándole en el cuello y en los pechos descubiertos, al mismo tiempo que le desabrochaba los pantalones acariciándole los muslos. Dora echándose encima de él. Le decía: ¡Tócame, todo mi cuerpo es tuyo!
Y así, poco a poco, sin poder parar, lo hicieron en el suelo sobre la alfombra de la sala



Entró en el club Media Luna con cara angustiada, nerviosa y el rostro sudoroso. Se fue directamente al servicio.
Horacio había llegado de la alquería, y estaba tomando una copa en la barra, cuando la vio entrar. Se alegró de que por fin hubiera llegado. Tenía ganas de verla.
Pasó bastante tiempo y Dora no salía, hasta que se fijó que Armando alarmado por una chica del local se va rápidamente hacia el servicio, Horacio hace lo mismo, y al llegar allí, se encuentra que Armando llama a la puerta y nadie le abre. Con una aguja tratan de abrirla introduciéndola por la manecilla, y cuando lo logran, se dan cuenta que Dora está sentada en el suelo contra la puerta. Con cuidado y nervioso, Horacio introduce el brazo por la abertura empujando el cuerpo de Dora, que inmóvil gira hacia la taza de water. Pudiendo de ese modo entrar.
Estaba inconsciente, con una jeringuilla en el brazo. Armando pone el grito en el cielo al mismo tiempo que recogía todos los utensilios desparramados por el suelo; la cartera, el resto de la heroína, el bolso etc.
Horacio dándole unas bofetadas y moviéndola enérgicamente, trata de reanimarla.
La lleva al coche y Armando le dice a un amigo que los acompañe. Dándole las cosas de ella. Se la llevan urgentemente al ambulatorio más cercano, en Puenteareas.
La vida de Dora estaba en peligro. Respiraba muy mal y tenía casi una parálisis respiratoria. Allí le introducen vía intravenosa en dosis repetidas una serie de ampollas, hasta que poco a poco se va recuperando y la sedan con Valium

Horacio llama a Marco, que sale rápidamente para allí.
Con Dora sedada, se fueron a la alquería, llevando al amigo de Armando al club Media Luna. Tenían que pasar por allí, camino de su casa.
Horacio les sigue en el coche detrás, pues acompañaría a Marco hasta su casa.

Al llegar al club Media Luna. Manuel que no había estado cuando habían sucedido los hechos, se acercó para preguntar por ella, y pedir las llaves de su coche.
Marco se las entregó echándole una mirada acusadora. Dora estaba completamente dormida.
Ya amanecía, cuando llegaron a la alquería Horacio y Marco con Dora.
Como había escrito en la pared de su apartamento de Vigo

“Aunque la noche sea larga.
Eterna no es “
















CAPITULO XII

Eran las diez de la mañana, cuando Horacio volvió a su casa, quedándose Dora dormida en la alquería.
Marco, estuvo revolviendo en su bolso encontrando un poco de dinero, preservativos, una jeringuilla sin abrir, etc. Su cabeza comenzó a darle vueltas. Decidió llamar a su amigo el detective Justo Lebrel para que le ayudara a poner fin a la vida que estaba llevando Dora. Tenían una hija en común, y no podía soportar que tuviera que vivir el sufrimiento de ver a una madre en esa situación. Sabía que aquel chico de las llaves del coche, era el “camello” que a Dora le suministraba las drogas. Y la forma más rápida de solucionar el problema, la podría dar su amigo. El comisario de policía Justo Lebrel.
Quedó en su casa al día siguiente a las once de la mañana. Antes, tendría que avisar a su hija Doro para que hiciera una limpieza previa del apartamento, y poder llevar allí a su madre. Tendría que estar unos días con ella hasta que se recuperara.
Doro, estaba casada con un rico industrial y vivía en un chalet en Canido. Muchas veces le había dado dinero a su madre y había tenido problemas con él por esta cuestión. Él ya no se hablaba con Dora, y no podía llevarla allí. Era una persona muy rígida, inflexible, y mantenía a su mujer lo más alejada posible de su madre.
Su reputación estaba por encima de todo, estando íntimamente relacionado con los banqueros y la clase política.

Todo había salido bien. Doro se había llevado a su madre a Vigo, ya que por la tarde se había recuperado, quedando en ingresarla si hiciera falta en una clínica dependiendo de la evolución de ella. ¡Eso ya lo hablarían más adelante! Como lo de hacer una cura de deshabituación.
Lo primero que tenían que hacer, era la supresión total e inmediata de la droga y hablar con Lebrel.

Marco llegó puntual a casa de Lebrel, que ya había sido informado de lo sucedido por su amigo Horacio.
Dándole la mano a Marco, le preguntó si quería tomar algo.
Lebrel se estaba preparando un té. Marco lo acompañó sentándose en un sillón de aquella pequeña sala, en la que Lebrel se pasaba largas horas leyendo.

Mira Marco. Estoy enterado de lo sucedido ayer con Dora, me informó Horacio hace apenas una hora. Espero que todo haya quedado en un susto y que se recupere lo antes posible. ¿Qué tal está?
Bueno. Hoy durmió bien, está con mi hija en Vigo y me dijo que está tomando tranquilizantes. Mañana avisará a un médico que conoce ella para que la vea. Mi hija Doro quiere hacer todo esto con mucha discreción y si es necesario se le ingresará en una clínica, pero esto no es fácil. La estancia tendría que ser de dos a tres meses, y depende mucho de la aptitud de ella y su predisposición a ingresarla. Por mi parte, creo que eso es lo más conveniente.
Además. Prosiguió Marco encendiendo un cigarrillo: Por lo que hablé con Doro, está muy “enganchada”, y la deshabituación no va a ser nada fácil. Ahora en los ambulatorios sustituyen la heroína por la metadona, pero mi hija no está muy de acuerdo con esta terapia, porque dice que lo único que se consigue es crear otra dependencia. ¡A ver que dice mañana el médico amigo de Doro! ¡Veremos como evoluciona!
Asintió Lebrel: ¡Sí, claro! Y añadió: El médico es el que mejor sabrá encauzar este problema.
Pero mira Lebrel. Estos primeros días no son los peores, sino, dentro de unos días con el síndrome. Ya lo pasó y volvió a recaer, porque es fundamental que no le sea fácil conseguir la droga. ¡Para ella le es muy fácil!
¡A ella o a cualquiera! Dijo Lebrel como no dando importancia a lo de la facilidad de conseguir la droga.
¡Va Lebrel! ¿Para que coño estáis vosotros los policías? ¿Por qué no la legalizáis entonces?-
Bueno Marco, Le contesta Lebrel sonriendo. Y añadió: Eso es cosa de los jueces, de los políticos, de los gobiernos... Pero no vamos hablar de esto, y sé que quieres pedirme algo. Tú sabes perfectamente que si está en mis manos ayudarte, con mucho gusto lo haré.
Gracias Lebrel. Y prosiguió Marco: ¡Yo sé perfectamente quién le consigue la droga a Dora y dónde!
Ayer por la noche cuando la llevamos a urgencias, al volver, paramos en el club Media Luna para dejar a una persona que nos acompañó hasta el ambulatorio. Al llegar allí, un joven me pidió las llaves del coche que llevaba Dora en el bolso. Él se lo había dejado. Le pregunté a Horacio por el nombre y me dijo que se llama Manuel; Es un joven alto que es el que pasa allí la droga.
De acuerdo Marco, es suficiente. Le dijo Lebrel levantándose de la mesa para ir a tomar nota al escritorio que estaba al fondo de la sala. Preguntándole: ¿Cómo dices qué se llama? Manuel. Le repitió Marco.
¡Déjalo de mi mano! - Y no te preocupes que este “tal” Manuel ya no le pasará más droga.
¡Pero que sea una cosa discreta! ¡Ya sabes que Dora no puede enterarse de que esto salió de mí!
¡Venga, Marco! ¡Que esto es una cosa de todos los días!
Mi forma de trabajar es limpia. A él lo cogerán “in fraganti” y con las suficientes pruebas para que su confesión no sirva para nada. ¡Se pasará un buen tiempo entre rejas! Dame dos días, y esto estará solucionado.
Gracias Lebrel. Le dijo Marco. Y prosiguió: Este es el primer paso para que Dora por lo menos no lo tenga tan fácil, sobre todo aquí, en nuestro terreno.
Claro. Tú preocúpate de que ella se trate con un médico y como tú creo, que lo mejor es que también ingrese en una clínica. A ver si ella coopera, porque los tratamientos ambulatorios deben de establecerse con reserva por el ambiente que hay. En fin, que es difícil. Pero te repito, que pienso que también es mejor ingresarla.
Sí. Dejémoslo en principio en manos de mi hija y del médico que conoce ella.
¿A ver si cuando pase todo esto nos reunimos con Horacio para hablar de nuestro proyecto? Le dice Lebrel mientras se despedían.
Si. Le contesta Marco sonriendo. Y exclamó: ¡Pronto estará aquí la “Escultura viviente”
Ja, ja, ja. Rió Lebrel.

Terminaron la conversación. Quedando para verse otro día e informarse de como iba todo

Lebrel se puso en contacto con Romero, su subordinado en la comisaría central. Tomó los datos de todo lo que le decía y se sometió a todos los preparativos para llevar a cabo la detención de Manuel.
¡Ah Romero! ¡Esto tiene que estar solucionado en dos días y seguir los mismos pasos que los del catalán! ¿Entendido?
De acuerdo, Sr. Lebrel. ¡Déjelo de mi mano que esto lo soluciono inmediatamente!
¡Muy bien! Romero. Procure que esto sea muy discreto y que no salga en los medios de comunicación.
Entendido. Sr. Lebrel.

Justo Lebrel era un detective experimentado de muchos años en el trabajo, le tenían un gran respeto en los círculos policiales y Romero, era su hombre de confianza. Sabía perfectamente que se podía olvidar de este asunto. Se fue hasta el Balneario a leer la prensa como hacía todas las mañanas que podía.

Aquel día, no había nadie en la terraza del Balneario y había un silencio admirable. Una nube acababa de ocultar al sol y se levantaba una ligera brisa. El color del cielo empezaba a confundirse y los árboles que rodeaban al Balneario comenzaron a romper aquel silencio que presagiaba una tormenta.
Decididamente se quedó dentro de la cafetería, adoptando todo tipo de precauciones para sentirse seguro de lo que se avecindaba
Miró por encima de su periódico sólo un momento, al sentir el ruido de la tormenta que rompía el silencio en aquella cafetería en la que no había nadie, para ver a través de la ventana que daba a la terraza, como comenzaban a caer las pequeñas gotas de lluvia que traían la tormenta. Miró los árboles durante largo tiempo, trayéndole el recuerdo de Dora y Marco en aquel mismo lugar aquel día que habían quedado con Horacio para hablar del proyecto común. Y pensaba: Con la llegada del Otoño este pueblo se queda vacío. Triste Otoño, ahora en esta época del año parece que a todo el mundo afecta, por una parte, los jóvenes enloquecen y los viejos la temen por la llegada del invierno, temiendo morir.

¡Qué injusto es todo,
qué injusta es la vida,
para que todo lo que has creado,
Se muera contigo
























CAPITULO XIII

Al cabo de unos días, Dora consintió instantáneamente que la ingresaran en una clínica con asombro para todos.
Ayudada por su hija Doro y el médico de confianza, dejó atrás los días pasados. Reconocía que esa vida la estaba sumergiendo en un callejón sin salidas y que estuvo a punto de acabar con su vida. Tenía ganas de un descanso que allí lo podría encontrar. Había jurado a su hija que lo iba a intentar y por otra parte sentía su cariño, que estaba volcada con ella.
Doro veía a su madre que parecía con los días más feliz, sin comprender por completo hasta qué punto era cierta su felicidad. Estaba muy ilusionada con la recuperación de su madre.
Le hacían dormir siestas obligatorias y la visitaba todos los días dando grandes paseos por el jardín que rodeaba a la clínica. Le estaban prohibidas todas las visitas, a excepción de las admitidas por la dirección de la clínica durante el primer mes de internamiento. Después, según la evolución de su estado, podrían visitarla los amigos y eso siempre dependiendo del visto bueno de la dirección.
Dora en un principio tenía asumido esto, porque sabía que no le sería fácil salir de su adicción, sabía que era fundamental alejarse drásticamente de esos factores que los médicos llaman desencadenantes, como el contacto con las amistades frecuentes en qué compartía las drogas, los sentimientos de angustia, tensión etc.

A las cuatro de la tarde, llegó Doro al hospital a visitar a su madre como hacía todos los días, desde que la habían ingresado.
Paseando por el jardín que rodeaba a la clínica, le decía Dora emocionada dándole la mano: ¡Menos mal hija, que te tengo a ti! En estos momentos tan difíciles, me sería imposible resistir esta sensación de aislamiento que tengo, esta impotencia que me abruma y que me hace huir de todo lo que me rodea.
¡No sé, mamá! Pero yo tengo mucha necesidad de ti, de verte feliz
¿Me das tanta vida, aunque no lo creas? Vives la vida de una manera muy intensa, eres una persona muy sensible y esa fuerza que tienes producen en ti una destructividad contra ti misma, que desearía de todo corazón que fuera todo lo contrario. Que te llenara de vida y alegría.
Pero yo Doro, no puedo dejar de ser yo misma. No sé, siempre acabo angustiada porque la lucha que me lleva el querer conseguir lo que más quiero, y que muchas veces se aleja de mí, me lleva a una soledad que me es muy difícil de superar. Es como si no pudiera engañarme y al mismo tiempo esta ansiedad me mata...
¡Bueno mamá, es que no siempre se puede tener lo que uno quiere! No sé. Hay cosas que no dependen solamente de uno mismo. Y tú, no te puedes sacar a papá de la cabeza, has hecho de él parte de ti misma. Bueno, quieres hacer de él...
¿Y los sentimientos de quién dependen? Interrumpió Dora airada
¿Los sentimientos?
Sí. Los sentimientos, el amor...
¡Que más da ¡
¿Qué más da?
¡Sí, que más da! .Continuó Doro airada viéndole a los ojos: Pues eso, ¡Qué el amor no es más que un sentimiento! Y como tal, puede desaparecer. Y añadió: ¡Tampoco debe llevar a la locura ni a la desesperación a nadie! ¿Sabes? ¡Deberías quererte un poco más a ti misma y preocuparte de tu salud, que eso es lo primero!
No sé, Doro. Cuando conocí a tú padre, era muy joven, y mi inocencia y pasión hacían que tuviera una confianza ciega en él. Tenía unos sentimientos tan tiernos que no podía pensar más que en hacerlo feliz, y desde luego, que no se me pasaba por la imaginación que pudiera vivir esta decepción que llevo viviendo tanto tiempo. Siempre confiaba que nuestro amor superaría cualquier obstáculo que se nos presentara, y aunque yo era consciente de que tú padre estaba rodeado de mujeres hermosas y atractivas, siempre trataba de reconquistarlo, perdonándole todas las infidelidades que me hacían sentir tantas veces degradada. ¡Hasta débil!
¡Venga, mamá! ¡ También hay que aprender de los errores! ¡Te debes valorar más!
Y porque no hubieras tenido suerte con papá, no te debes sentir inferior y recuperar más la confianza en ti misma. No sé. Eres una mujer guapa ¡Tantos hombres te desearían! Que podrías hasta rehacer tu vida con otro hombre y ser feliz.
¡Venga Doro! Me es indiferente.
¿Indiferente? ¿Qué quieres decir?
Pues eso, indiferente.
Bueno, mamá: ¿No me digas que no deseas gustar a los hombres?
¿Sabes qué me dice continuamente tú padre? Que de todas las mujeres que ha conocido, yo soy siempre la que le despierta mayor deseo sexual... La más bella.
¿Te lo sigue diciendo?
Sí. Pero lo triste es precisamente esto. Mientras yo lo amo de verdad, él me desea para lo que todos los hombres, ya me entiendes... Para que al cabo de poco tiempo, pasar de mí. ¡Y lo que más me molesta! Es que cuando me ve con otro, la idea de que mi cuerpo pueda ser poseído, sus celos, le convierten en un ser obsesivo y posesivo...
Sí. ¡Cómo todos! Le respondió Doro secamente cortando la conversación. Y añadió ¡Me tengo que ir! Mañana te llevaré a dar un paseo hasta Canido, ya que Julián tiene una reunión de trabajo y estará fuera.

Se despidieron con un beso quedando en verse al día siguiente.

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Dora, naturalmente no estaba enterada de la detención de Manuel. Había salido una escueta nota en el Faro de Vigo de la detención de un joven con las iniciales M.M.F. por la posesión de medio kilo de cocaína encontrada en su casa.
En el Balneario, la vida seguía por los cauces normales. Aquel lugar tranquilo y apacible, se hacía más frío y lluvioso con la llegada del Otoño, lo que obligaba a una vida más hogareña y estar más cerca del calor de las chimeneas que abundaban en las casas de campo.
Horacio seguía con sus novelas policíacas, Marco esperando la inminente llegada de su “diosa”, y Lebrel se pasaba el día enfrascado en la lectura, a excepción de los días de servicio que se acercaba hasta la comisaría, y algún que otro viaje que hacía cuando lo llamaban desde Madrid, para algún caso excepcional.

Aquel día, estaban reunidos en casa de Lebrel, que los había invitado a la hora del café para hablar del proyecto común.
Había un libro en la mesa que estaba leyendo Lebrel.Y Marco le preguntó ojeándolo:
¿Qué lees?
Un libro de Lew Wilson, que trata de un individuo que pasó dieciséis años en la cárcel, y cuando sale, sólo tiene el deseo de cobrar una antigua deuda en su barrio, en Sydney. Está bien. Me gusta mucho como escribe.
¿Lo conoces tú?
Pues no. No ando muy bien en inglés.
¿Pero en francés leerás más?
Pues tampoco. No tengo mucho tiempo para leer. Últimamente estoy muy ocupado con el nuevo cuadro de “Mitología”. Está bastante avanzado. Después de lo de Dora, me metí de lleno en él y la idea ya la tengo. Cada día surgen nuevas cosas. Es como una novela, en que todos los personajes van recobrando vida cada día, con una tensión que terminará cuando conozca a la “Escultura viviente”. A mi “diosa”. ¡Que enloquecerá a los hombres! Concluyó Marco sonriendo

¿Y como va tú novela? - Le pregunta Lebrel a Horacio.
Igual, más o menos. Escribo a ratos todos los días. Ahora la tengo un poco estancada. No sé. ¡También estoy esperando a la “diosa” de mi novela! Dijo, riendo.
¿Queréis otro café? Les dijo Lebrel levantándose para ir a la cocina.
Muy bien. Contestaron Horacio y Marco.

Lebrel mientras iba a la cocina, les decía: ¡Cuánto me alegro que todo vaya en marcha! Es maravilloso poder hablar aquí con vosotros. Yo me paso el día leyendo, y muchas veces hasta hablo solo. Esto no quiere decir que me aburra, lo que pasa es que únicamente me gusta hablar con determinadas personas.
¿Sabes Marco? Muchas veces te envidio.
¿Por qué?
¡Cómo me gustaría saber dibujar! Y riendo continuó: El otro verano lo intenté, pero empecé a dibujar aquel árbol que veis allí. Dijo señalando por la ventana que daba al jardín. ¡Lo tuve que borrar al cabo de un rato! ¡No logré el menor parecido!
Ja, ja, ja. Rieron Marco y Horacio.
¡Es igual! ¿Acaso no hay cuadros que dicen por ejemplo “Anochecer en Las Cíes “ y parece por ejemplo una cagada de una vaca en el Ártico? Dijo Marco riendo.
Sí. Es genial. Respondió Lebrel.
¡Es que tú Lebrel, no sabes apreciar el arte! Decía Horacio riendo.
Claro. Dijo Marco. Y añadió: ¡Te falta la culminación del entusiasmo!
Si. Quizás sea porque me siento mayor y me parece que he vivido muchísimos años.
¡Qué más da la edad para apreciar el arte! Además. ¡A nadie le importa lo que hagas! ¡Sólo quién lo firma! Dijo Horacio.
Bueno. Excepto los que compran mis cuadros. Dijo Marco riendo. Y añadió: ¡Yo no los firmo!
¡Es qué tú obra es inconfundible!
Gracias Lebrel ¡Demuestras que sabes apreciar el arte! - Ja, ja, ja.-
¿Entonces? Preguntó Horacio: ¿Tienes la idea Marco del tema de tu cuadro Mitología?
¡Sí! Asintió Lebrel. ¡Adelántanos un poco tu cuadro grandioso!
Marco. Encendiendo un cigarrillo y de una manera apasionada, dijo: ¡Es una lucha del amor contra la robustez, la brusquedad! Quiero que sea una alegoría de la belleza, representada por mi “diosa”, contra la locura de los hombres, la pasión, la perfección, la seducción... Va a ser una obra cargada de inspiración, dónde trataré de resaltar la belleza femenina, la sencillez del desnudo, en lucha contra de los instintos naturales de los hombres, que con el afán de poseerla llegan a matarse, a enloquecer. Es una belleza que hará enloquecer a los hombres. Porque dada su belleza, todos tratarán de poseerla.
Ella, mi Venus, no dejará de ser un mito. Por eso, se le desfigura mucho más de lo que es en realidad, se le ve mucho más atractiva, mucho más valiosa, producto naturalmente del deseo, de la pasión... De ahí que le llame “Mitología” a mi obra.
Venus, diosa mitológica de la hermosura, frente a Marte, dios mitológico de la guerra. Concluyó Marco.
¿Ves Horacio? Le dice Lebrel. ¡Tus novelas tienen también relación muchas veces con el tema de Marco! Me refiero naturalmente a los crímenes pasionales; los del amor y el odio...
Sí. ¡Y tú vida Lebrel!
Claro. ¡Cosa de todos los días! Ya lo hablamos aquel día en el Balneario. De ahí salió mi idea del proyecto común.
¿Pero tú Lebrel, tendrás que esperar a que yo termine la novela y Marco el cuadro, para darle la solución al enigma de nuestro proyecto?
¡Naturalmente! La solución es el desenlace de lo que pueda acontecer. Todo depende de las consecuencias y de los hechos que se den...
Pero yo, ya he comenzado mi investigación. Según creo será uno de los casos más difíciles y complicados que se me presenten. Por eso leo, pienso y recapitulo todos los casos que se han escrito sobre los crímenes pasionales. Ahora, me faltan todos los datos para una investigación. Bueno, todos no, porque uno ya lo tenemos aunque no lo conozcamos, la “diosa”, la causa del misterio, todos los demás me faltan. Lo que tengo que hacer, es esperar a los acontecimientos.
¡Pero eso no es nada nuevo! Es lo que pasa cotidianamente. ¡Sólo tengo que esperar!
¡Esto es extraordinario! Le dice Marco. Y prosiguió: ¡Pero pronto llegará! Y cuando llegue; Tú Barrios, podrás concluir la novela más maravillosa que hayas escrito, Yo, el cuadro más grandioso. Y tú Lebrel, resolverás el caso más difícil que se te haya presentado.

Horacio volvía a pensar si lo que nos va a ocurrir dependía más de nosotros mismos o del destino. Ya lo había pensado muchas veces.

¿En qué piensas? Le pregunta Lebrel
En nada. Contestó evasivamente. Y añadió: Es preciso dejar pasar el tiempo.

Se quedaron los tres amigos callados pensando:
Lebrel en Mirella.
Marco en su “diosa”
Y Horacio en Dora

Su proyecto en común ya estaba en marcha. Eran sus respectivos deseos. Para Lebrel, su frustración.

Horacio levantándose. Les dijo: Bueno, ¡Os tengo que dejar! Ha sido una tarde muy agradable en vuestra compañía y una reunión muy positiva para nuestro proyecto común.
Sí. Dijo Marco: Es bueno que nos reunamos de vez en cuando para estar más en contacto y seguir hablando del tema. ¡Pronto habrá novedades! Concluyó Marco.

Se despidieron con un apretón de manos. Y Horacio cogió el coche camino del club Media Luna.


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¡Buenas noches! Le dijo Armando poniendo sobre la barra un paquete de tabaco y sirviéndole un güisqui doble como todos los días.
¿Buenas noches?
¡Si son las ocho de la tarde!
¡Pero ya no hay luz!
¿E qué somos, jaliñas? Le respondió Horacio riendo. Y encendiendo un cigarrillo. Le preguntó: ¿Parece qué viene menos gente en los últimos días?
¿En los últimos días? ¡Desde que detuvieron a Manuel hace un mes, la gente se va a Vigo a proveerse! Empiezan a llegar a última hora a partir de las dos. Y continuó mientras secaba unos vasos: Últimamente se lo hacía muy mal. ¡Era un “cante” Y en un pueblo tan pequeño, te lo “ montas “ en plan discreto, o pasa lo que pasa... Además lo cogieron con las manos en la masa, en su propia casa y con medio kilo. ¡Menos mal que no lo cogieron aquí!
Me lo encontré ayer en Puentareas. ¡Ya está en la calle! Y la verdad, que está muy acojonado porque tuvo que ser un soplo. Una represalia para sacárselo del medio.
¿Sabes como lo cogieron? Le pregunta Horacio
Sí, lo estaban esperando dentro de su casa. Llegó a las dos de la madrugada y cuando fue a abrir la puerta, sintió como alguien agarraba la manecilla desde dentro, hasta que la soltaron. Tan pronto logró entrar, le preguntaron: ¿Vives aquí? Y tal como respondió, le pusieron las esposas y le enseñaron la bolsa con el medio kilo mientras se lo llevaban.
Él me dijo que el medio kilo no era suyo, tenía cincuenta gramos. No movía mucha cantidad Por aquí ahora ya no viene.
¿Y cómo ya lo soltaron?
Le tocó un abogado de oficio bastante bueno. Según él, lo tiene relativamente fácil, ya que la policía estaba dentro de la casa cuando llegó.
¡Claro!. Le dice Horacio. Ya lo dice el refrán: Unos hacen lo que saben y otros saben lo que hacen. En fin... Una chapuza... ¿Y cómo lo va a demostrar?
Un vecino los vio entrar por la ventana de la parte de atrás con toda la tranquilidad del mundo. Avisó a una pareja de la Guardia Civil que estaban en la gasolinera, y se acercaron hasta allí, para irse tan pronto como hablaron con ellos. Al vecino le extrañó, porque se quedaron toda la noche con la luz apagada hasta que llegó él. No sé. Lo debieron de ver muy fácil y quizás les salga el “tiro por la culata”. ¡De momento ya está en la calle!
¡Claro! Respondió Horacio.
Y continuó Armando: Sí, pero a él no le quedan más ganas de seguir con esto. ¡Hasta se quiere ir de aquí! Va a dejar la casa el próximo mes. Sabe que fueron a por él para sacárselo de encima. Él era un simple camello de buscarse la vida para su consumo y sus pequeños gastos. ¡Lo de él, es la música!
Entiendo. Asentía Horacio
Y de Dora. ¿Sabes algo? Le pregunta Armando.
Bueno Sé que está en una clínica de Vigo curándose. No la volví a ver desde aquel día.
¡Tengo muchas ganas de verla! Le dice Armando ¿Habrá cambiado? Y continuó sin esperar respuesta: Yo ya le había dicho que como siguiera así iba mal. Se “metía” mucho últimamente y no quería escucharme. La conozco desde hace mucho tiempo, desde que abrí el local y venía con Marco. Me acuerdo desde el principio cuando se conocieron, y muchas veces hablaba conmigo de sus problemas con él. Por la noche venía aquí acusándole de que le hacía la vida imposible, poniéndolo a parir, y al día siguiente ya lo había olvidado. Sentía una pasión por Marco fuera de lo normal. Y él. ¿Se comportaba muchas veces de una manera tan fría? ¿Le demostraba tan poco amor apareciendo por aquí con otras mujeres flirteando estando ella? Que parecía hasta que la menospreciaba.
Dora es muy débil. Marco le decía unas tiernas palabras, y entonces ya se creía que sentía un verdadero amor. Más de una vez me dijo que cuando Marco desaparecía una temporada, siempre al volver le decía, que en la ausencia, la echaba mucho de menos, que la amaba más. ¡Hace de ella lo que quiere! Y sabe que siempre está cuando él quiere. Aún el otro día poco antes de ponerse mal, estuvo aquí consolándola y animándola porque estaba muy desesperada... Se fue Marco al servicio. Y me dijo: Me ama, y yo, sólo le puedo amar a él.
Me sentía impotente para darle algún consejo, no quería meterme en sus cosas. ¡Se ponía hasta violenta! Además como se suele decir: “Corazón apasionado, no quiere ser aconsejado”
¿Sabes? Continuó hablando Armando. ¡Que no te parezca mal! Porque sé que es amigo tuyo. ¡Pero a mí Marco me parece muchas veces un necio! Parece que no puede prescindir de ella, y siempre la controla tratando de dominarla, temiendo a que desaparezca y perderla. Su forma de actuar es darle dinero y crearle un sentido de dependencia. Ella no logra liberarse de él, al contrario, le crea una impotencia y hasta una ciega admiración. ¡Hasta que se hunde! Y pasa lo que pasa.

Cada palabra de Armando, era como una puñalada para Horacio. Encendiendo un cigarrillo, le pidió que le sirviera otro güisqui doble. Se fue hasta el servicio, ya que hubo un momento en que quiso expresar lo que sentía, pero no podía hablar. No quería escuchar más, y sus pensamientos estaban en volverla a ver cuanto antes.

Al salir del servicio, se fue hasta la barra y dando un largo trago a su güisqui, trataba de huir del insoportable sentimiento de impotencia que le producía el estar tan lejos en aquel momento de Dora. Era el mismo sentimiento, que llevaba a ella a su destructividad cuando estaba lejos de Marco y se inyectaba heroína. ¡Una decepción en la vida! Era el último intento desesperado para seguir adelante, y no lo tenía fácil, ya que se enfrentaba con Marco, que era una persona insaciable y egoísta. Un ejemplo, era esa búsqueda dichosa de su “diosa”, como esfuerzo para encontrar una satisfacción interminable...

La novela de Horacio, ya tenía argumento. Su principal protagonista, acabaría torturado por el miedo al ser despojado de su “diosa” o por ser abandonado por ella. Era incapaz de amar.

Acabó su güisqui y por fin emprendió el regreso a su casa. Estaba deprimido y ya no se trataba solamente de su soledad. Si no, que debería recobrar la confianza en sí mismo, la que tenía antes de conocer a Dora.
Ahora, se hallaba como se había encontrado hace muchos años con Susana, aquella mujer que había perdido la cabeza por ella. Su primer amor.
Pero su condición, le parecía mucho peor, porque Dora estaba en una lucha que a él le producía un sentimiento de gran aislamiento. La importancia que tenía para él, para ella era ninguna.
¡Dios mío! Dijo: ¡No puedo contárselo a nadie y tengo que guardármelo para mí!
Ese sentimiento de soledad, le daba valor para enfrentarse contra todo lo que le anulara, con tal de conseguir lo que más quería.





















CAPITULO XIV



Al día siguiente cuando se despertó, el cielo estaba demasiado nublado, y los cristales estaban llenos de gotas por la lluvia.
Horacio aprovechó la mañana para escribir en la novela que había comenzado. Repasando las notas tomadas de la noche anterior, cuando llegó a casa, se daba cuenta que Dora se había convertido en parte de su vida, de su novela. Estaba allí en sus escritos, como elemento de su vida. Como también estaban: Marco, Armando, Lebrel.
Poco a poco, aquellas hojas de papel en blanco, se llenaban de vida.
Tenía escrito en aquellos folios:



TITULO NOVELA: CRIMEN EN LA ALQUERÍA

ESPACIO: Mondariz Balneario y alrededores

LUGAR DONDE OCURREN LOS HECHOS: La Alquería


PERSONAJES: Germán Villalobos – Inspector
Marcelo Linares - Pintor
Gabriel Lomba - Escritor
Teresa - Mujer de Marcelo
Maica – Hija de Marcelo y Teresa
Javier - Camarero
Club Día y Noche - Porriño
Julio - camello

GUIÓN: Un inspector de policía - Germán Villalobos - le plantea a un pintor rico y famoso - Marcelo Linares - y a un escritor de renombrado prestigio - Gabriel Lomba - el realizar conjuntamente pero cada uno por su lado, una novela y un cuadro, que tendrían un tema común y que al final de la trama le tendría que dar la solución el inspector Germán Villalobos.
El principal protagonista, el pintor Marcelo Linares, debería terminar de una manera desgraciada. Sería responsable al menos en parte, de su destino. Esperaría la llegada de su “diosa”, que con su belleza haría enloquecer a los hombres y que llegarían a matarse. El gran pintor Marcelo Linares, acabaría torturado por el miedo a ser despojado de su “diosa” o por ser abandonado por ella – Era una persona incapaz de amar.
Inspiración del cuadro de Marcelo Linares – MITOLOGÍA - y de la novela de Gabriel Lomba –CRIMEN EN LA ALQUERÍA -











CAPÍTULO I


Es obvia la situación geográfica. Pero un pueblo con Balneario es tan atrayente y alegre como misterioso.
Su animación empieza con el revuelo de cada temporada, y...

Tenía escritas unas cuantas páginas encima de su mesa No iba a ser una novela más de éxito de su vida, estaba escribiendo con toda la sinceridad su vida tal como era. Por eso, tenía la certeza que nadie ni nada le impediría escribir la novela más emocionante y fantástica que haya escrito.

Al mediodía se acercó hasta el Balneario. Hacía un día triste y lluvioso, que indicaba que el Otoño iba a dejar paso irremediablemente al invierno. La lluvia no dejaba de caer.
Fumando un cigarrillo en su coche, miraba a la gente que paseaba por las calles del pueblo guarneciéndose bajo sus paraguas.
¡Maldita sea! Dijo tirando el cigarrillo por la ventanilla, ¡Qué asco de tiempo! ¡Tengo que beber algo!

Al llegar al Balneario, vio a Lebrel sentado en la mesa que siempre ocupaba en la cafetería al lado de la ventana que daba a la terraza. Estaba enfrascado en la lectura con un semblante sereno. Su rostro reflejaba una serenidad en contraste con una amargura que reflejó su mirada, cuando coincidió con la de él.

¡Buenos días Lebrel! Le dijo sentándose en la misma mesa. ¡Tienes cara de cansado!
¡Sí! Es que trabajé mucho ayer hasta muy tarde en comisaría y me encuentro un poco agobiado. Le contestó encendiendo un cigarrillo y resoplando: ¡Mi trabajo muchas veces me aborrece y tengo ganas de dejarlo todo! Pero me veo en la obligación de seguir adelante. Además, a veces me pregunto: ¿De dónde puede salir tanta basura?
Su rostro tomó una expresión de irritación.
Bueno. Le dijo Horacio para tranquilizarlo: ¡No dejes que te irriten todas esas cosas y tómalas con calma!
¡Pero hay cosas, que son muy difíciles de olvidar! Le dice Lebrel dejando el periódico que estaba leyendo sobre la mesa.
Sí, pero ¿Por qué? Le pregunta Horacio
¿Si tuvieras que trabajar con un idiota? Le contestó Lebrel y añadió: He estado muy bien durante los diez primeros meses, pero ahora... ¡No soporto que las cosas se hagan mal!

Hablaba sin hacer mención alguna de lo que se trataba, guardando celosamente su secreto. Además, le horrorizaba el quejarse.
¡No trabajes tanto! ¡Muchas veces las cosas no salen como uno quiere, y por eso no debemos atormentarnos!
¡Pero mira! Le dijo mostrándole una noticia que había salido en el periódico de aquel día:

DE ACUSADORES A ACUSADOS


Piden prisión por allanamiento para dos policías por el alijo de las cinco toneladas de cocaína apresadas en el barco Ría de Vigo, en aguas del Atlántico. Ambos funcionarios, habían detenido a un joven en Puenteareas con medio kilo de cocaína hace dos meses.
Dichos funcionarios, se enfrentan a tres años de prisión, de seis a doce años de inhabilitación y una multa por supuesto allanamiento de morada, un jurado popular podría decidir el caso.
El joven que había sido detenido, fue puesto en libertad días después.

¡Uno de ellos, era mi hombre de confianza! ¡Figúrate de quién me puedo fiar! ¡Mañana tengo que salir urgentemente para Madrid! ¡A ver cómo soluciono esto!

Horacio se dio cuenta de que se trataba de los policías que habían detenido a Manuel. Sospechaba que la acusación, había salido de Marco

Bueno Lebrel. Le dice Horacio cambiando de conversación: ¿A ver si cuando vuelvas de Madrid llamamos a Marco para ir de caza?
Sí. De acuerdo. Tengo ganas de salir al campo y despejar un poco la cabeza. Además, después de estar en Madrid me vendrá muy bien. Dijo Lebrel levantándose de la mesa mientras cogía su sombrero y paraguas para irse. ¡Ah! Me llamó hoy por la mañana Marco y me dijo que Dora se iba a ir a casa de su hija a Canido. Su marido se ausentará unos días por cuestión de negocios y aprovechará así para pasar allí un tiempo. Sabes, que no se lleva muy bien con su yerno.
¿Le dieron ya el alta? Le pregunta Horacio
No, pero ha mejorado mucho. Posiblemente después de estos días ya no vuelvan a ingresarla, y seguirá un tratamiento ambulatorio. El médico amigo de su hija la sigue muy de cerca y la está ayudando mucho. Hoy va Marco a visitarla a Vigo. Antes tenía que pasar por el apartamento para ayudar a su hija a recoger una serie de cosas de su madre. Está con tranquilizantes y tiene que llevar una vida muy reposada, estar alejada de todo lo que fue su vida pasada. Sobre todo, durante estos primeros días que sale de la clínica.
Bueno Horacio. ¡Me tengo que ir! Cuando vuelva de Madrid llamamos a Marco para ir de caza. ¿Te parece bien?
Sí, de acuerdo. ¡Qué tengas un buen viaje!
Gracias Horacio. Le contestó Lebrel despidiéndose y dándole la mano

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Horacio se sintió mejor al saber de la recuperación de Dora y que había salido de la clínica. Advirtió que tenía hambre. Pidió un plato combinado.


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En el Balneario. El silencio, sólo alterado por las gotas de lluvia que golpeaban los cristales azotadas por el viento, parecía interminable. Al principio, se sintió a gusto en aquella paz, pero el pensar continuamente a solas le producía una inquietud que le sentaba mal. Tenía ganas de sentir a su alrededor gente, y se le metió la idea en la cabeza de irse hasta Vigo, pensando que era el lugar más apropiado para salir del aislamiento que le producía aquel Balneario, solitario y triste en aquella época del año.
Mientras iba camino de Vigo, se alegró de haber salido de Mondariz, y pensaba en alquilar un pequeño apartamento o estudio en Vigo.
Aunque a él le gustaba mucho la zona en que vivía, muchas veces necesitaba salir de aquel lugar para sentir cualquier estímulo que le entusiasmara, que le apasionara. Recurría muchas veces a sus viajes a Londres, París, Barcelona etc. para presentar sus novelas o relacionarse con sus editoriales, pero era por causa de su trabajo. Lo que necesitaba ahora, era tener otro lugar para vivir cerca de Puenteareas. Así, que aprovecharía esa tarde para enterarse de los alquileres. Y si encontraba algo, alquilarlo.
Las decisiones de Horacio siempre eran así, cuando sentía necesidad de algo, lo buscaba sin importarle nada más, sólo le importaba el placer de poseerlo.
Por eso, a las tres horas de estar en Vigo, alquiló un estudio en la calle Pizarro que le quedaba cerca de la Avenida de Madrid camino de Puenteareas. Lo que no sabía, era que iba a ser vecino de Dora, que tan sólo vivía a dos calles de allí.
Quedó con la Inmobiliaria para hacer el contrato al día siguiente y coger las llaves del apartamento.
Dejó el coche cerca de la Plaza de España y decidió bajar andando hasta el centro. Tenía ganas de respirar un poco de aire aunque el día era frío y lluvioso.
Se sentía feliz, hasta el ligero hastío que le ensombrecía, no hacía otra cosa que ensalzar la tarde. Se notaba la cabeza agradablemente despejada.
Ya estaba anocheciendo cuando entró en un bar de la Alameda. Echó un vistazo para ver si había algún conocido. Se sentó en la barra y pidió un güisqui doble con hielo.

¡Hola Manuel! Le dijo una chica que estaba en la barra tomando otro güisqui.
Perdone. Creo que usted me confunde.
¡Déjate de tonterías! Le dijo ella dando un trago a su güisqui y goteándole sobre su blusa, al mismo tiempo que un penetrante olor de su aliento le llegaba a Horacio. ¡Hace unos meses cuando estuviste en Barcelona, nos vimos! ¡Y para ser más exactos! Le dijo levantando la voz y sonriendo: ¡En la Librería Porter! En la Puerta del Ángel.

Al principio, se quedó perplejo, pero de pronto recordó: Era aquella chica que tenía un kiosco en Madrid, gran aficionada a las novelas policíacas e investigadora del género
.
Lanzando una sonora carcajada, Horacio dijo: ¡Ah sí! ¡Lo lamento! Pero al principio no sabía exactamente que intentabas decir, ahora sí me doy cuenta que te he visto antes. Pero no me llamo Manuel. Me llamo, Horacio Barrios.
Claro. Le dijo ella sonriendo: ¡Es que tengo una memoria condenadamente mala para los nombres! ¡Pero las caras no se me olvidan!
¿Qué haces por Vigo? Le dijo ofreciéndole un cigarrillo, reconociendo aquella cara feliz
.Estoy de vacaciones y voy a Lisboa unos días.
¿Cómo te llamas?
Begoña. Le dijo cogiendo el vaso y brindando. Y añadió: No sé si sabrás que soy una gran aficionada a la fotografía. Tengo álbumes de fotos sacadas por mí de todos los certámenes, congresos a los que asisto. Ahora, me doy cuenta que tengo una fotografía tuya que te hice con Manuel Vázquez Montalbán en el restaurante La Odisea. ¡Hasta me acuerdo de aquel plato que tomabais que había leído en sus libros!
¡Camembert rebozado con confitura de tomate! Le dijo Horacio anticipándose.
¡Caray! ¡Cómo te acuerdas!
¿Por eso me confundiste con él? Le dijo Horacio riendo. Y añadió: Ahora sí me doy cuenta perfectamente de aquella comida y de la fotografía que nos hiciste, lo que pasa, es que éramos bastantes y estuve muy poco tiempo ya que tenía que salir para Ibiza esa misma noche en barco. ¡Pero Manolo es inconfundible! Con su bigote. ¡Yo no he engordado tanto!
¡No te enfades! Le dice Begoña riendo.

Horacio llamó al camarero para que les pusiera otra ronda.
Begoña, estaba vestida de color negro con la espalda completamente desnuda y un gran escote. Aunque era una mujer más bien baja, era hermosa y tenía unos ojos negros muy vivos, lo que le hacía una cara muy alegre y llena de vida. Además, tenía un acento madrileño que a él le gustaba. Era una mujer muy alegre y sensual.

¿Te gusta Vigo? Le pregunta Horacio siguiendo la conversación.
Pues mira... Mi madre, vino aquí hace muchos años, y en Agosto volvió con su nuevo amor de viaje de novios. Me dijo, que le había asombrado lo que había cambiado, lo que había crecido Ella había estado aquí hace treinta años, y me comentó que lo que más le gustaba eran las puestas de sol sobre Las Cíes. Yo, claro, estuve aquí hace tres años, pero sí creo que como me dijo ella, el crecimiento aquí fue enorme.
¿Te apetece que vayamos a cenar hasta La Guardia? Le pregunta Horacio.
¿Tienes coche?
Sí, lo voy a buscar que lo dejé un poco alejado.
¡Estupendo!.Estoy sola y la verdad que me apetece conocer los alrededores.
¡Te paso a recoger dentro de una hora! ¿Te parece bien?
De acuerdo. Le dice Begoña. Estoy hospedada en el Hotel Bahía en la habitación treinta y cuatro. Te espero dentro de una hora en la cafetería del hotel. ¡Ah! ¡Llevaré la máquina de fotos!
¡Muy bien! Le contesta Horacio acabando la copa y pagando las consumiciones.

Paró un taxi para recoger su coche que tenía estacionado cerca del Castro.
Mientras iba hacia la Plaza de España, pensaba en Begoña, y recordaba aquel verano que había sido invitado a la Universidad Menéndez Pelayo de Santander para hablar de su obra. Aunque ella no lo sabía, ya le habían hablado de ella como una mujer excepcional y muy inteligente. Había sido, cuando paseando con una serie de congresistas por una playa en que al final había un depósito alto de agua. Begoña, que estaba ligando con el rector de la Universidad, lo cogió de la mano y se adelantó al grupo. Se fueron hasta allí y subieron por las escaleras. Cuando llegaron arriba, que estaba a una considerable altura, vieron desde abajo que se ponían hacer el amor. Naturalmente, los comentarios de todos eran de lo más divertido. Begoña estaba siempre invitada a cenas, tertulias, a todo lo que había alrededor de estos cursos de verano, manejándose como “Pedro por su casa”. Todos estos cursos y congresos, era una justificación de muchos y muchas de escapar de sus casas, y de tener sus aventuras...

Al llegar al Hotel Bahía de Vigo la esperó en la cafetería, diciendo en recepción que
la avisaran. Pidió un güisqui con agua y se fue al servicio a remojarse un poco.
Al cabo de un rato, apareció Begoña con su pelo corto y negro aún mojado por la ducha que acababa de darse, llevando la máquina de fotografías al hombro. Se había cambiado aquel vestido escotado y negro por un abrigo rojo. Bajo él, un pantalón negro con un jersey sin cuello, en el que asomaba una camiseta blanca lo que realzaba un rostro brillante con aquellos ojos negros.

¿Me ayudas a acabar? - Le dice Horacio pasándole el güisqui. Y añadió: Es que es un poco tarde y para ir hasta La Guardia nos hace falta el tiempo. Hago de anfitrión y me gustaría invitarte a una parrillada de marisco. ¿Te apetece?
Sí. Vayamos bien lejos.

A Begoña le resultaba excitante la aventura de emprender con Horacio, y se encontraba siempre muy a gusto con escritores y gente que le apasionara lo que le gustaba a ella. Las novelas policíacas.
De camino hacia La Guardia, Begoña le preguntaba sobre una de las novelas que había escrito y que naturalmente ella se sabía de memoria.

No sé, le decía Begoña. Al final nunca supe si él era un psicópata, un obsesivo, o si la quería mucho. Y yo me preguntaba: ¿Este Horacio Barrios que escribió la novela debe de tener una mente para escribir esto, que si yo me encontrara con él a solas, hasta me daría miedo? Y ahora, me encuentro aquí en la noche en un coche sola con mi pesadilla.
¿Es preciso que vayamos tan lejos? Le dijo Begoña, como si estuviera cometiendo el acto más irreflexivo de su vida.
¿Tienes miedo? Le pregunta sonriendo Horacio.
Aquella sonrisa en la oscuridad del coche, hizo entumecer la voz de Begoña que contestó: No. No tengo miedo. Es... No acertaba expresar lo que pensaba.

De pronto. Se sintió aliviada al ver en la carretera a una pareja que estaban haciendo auto stop
¿Los llevamos? Le dijo apresuradamente.
Horacio levantó el pie del acelerador y el coche fue aminorando la marcha hasta que paró y subió a aquellos dos jóvenes.
No quiso decir nada. Siempre tenía sus propias ideas sobre lo que escribía y no quería descubrirlas.
¡Perdona! Le dice Begoña. Pasé muy malas noches y me sentí en la piel de aquella chica atormentada y asesinada brutalmente. Me afectó mucho.
¡Claro Begoña! ¡Es que dónde comienza la realidad, comienza también la fantasía!

Durante el viaje hasta La Guardia, Begoña mantuvo una animada conversación con aquella pareja que habían recogido. Mientras, Horacio conducía atento en aquella noche lluviosa y fría.
Poco antes de llegar a La Guardia, en Oia, se bajó la pareja. Indicándole Horacio a Begoña que allí había un monasterio digno de conocer.- El monasterio de Santa María De Oia. ¡Es una pena que sea de noche y que no podamos disfrutar del paisaje! Dijo Horacio.

Al llegar a La Guardia. Exclamó: ¡Qué tranquilo está esto! ¡Parece que está el pueblo dormido!
Sí. Dijo ella. Y abriendo la puerta del coche. Añadió: ¿Damos un paseo hasta el final del puerto?
La cogió del brazo, y pudo notar la tensión de Begoña con su contacto.
¡Qué pena que no haga una noche mejor! Hace frío y está comenzando a llover. Le dijo Horacio. Y añadió: ¡Es mejor qué nos vayamos a cenar!
De acuerdo.

Entraron en un restaurante del puerto. Subiendo al comedor que estaba en el primer piso, se sentaron en una mesa al lado de una ventana desde donde se divisaba el pequeño puerto. El comedor, estaba bastante lleno de gente y hacía un calor muy confortable para aquella noche.

Bueno. Le dice Horacio: Nos encontramos en el último puerto de la costa gallega, durante el día desde el monte Santa Tecla se puede ver una vista fantástica del río Miño y de Portugal enfrente. En este monte se encuentra el castro romano más importante de Galicia.

Llegó el camarero con la carta. Y Horacio anticipándose, le dijo: Mire. No me hace falta la carta. Nos trae por favor una parrillada de marisco para dos personas, y una botella de vino del Rosal.
Muy Bien. Señores.
¡Aquí en La Guardia el pescado es muy fresco! Hay un dicho que dice, que es costumbre ver pasar el pescado y marisco del barco al plato. Le dijo Horacio sonriendo.

Begoña comenzaba a sentirse más tranquila. Se sacó de la cabeza aquella novela de Horacio que tanto le había impresionado, hasta el punto de sentirse nerviosa minutos antes recordándola. Además pensó, que era una tontería lo que pensaba y sabía que era un magnífico escritor reconocido no sólo en España, sino que también fuera.
Horacio por otra parte, no había apreciado la intranquilidad de ella, creyó que al salir del coche se había puesto nerviosa por el hecho de que la había cogido por el brazo, temiendo otras pretensiones. Era así de susceptible.

¡A nosotros los gallegos no se nos engañan con cuatro chorradas! Le dice Horacio mientras le sirve un poco de vino. Y continuó: ¡Ya verás la cena que nos vamos a dar! Es de la más sencilla y no necesita esos conocimientos de la cocina, que yo muchas veces desconfío. Aunque después las pruebas, y pueda gustar mucho. ¡Cómo el camembert rebozado con confitura de tomate que nos invitó Manolo!
¡Pero ya lo decía él! Le dijo Begoña ¡Que era un genio aquel cocinero por atreverse a rebozar el camembert!
Ya. Le contestó sonriendo Horacio ¡Son los innovadores de la cocina!
¿Nos vamos a comer todo esto? Le dice Begoña cuando el camarero con una sonrisa puso aquella bandeja con todo el marisco en la mesa.
¡Claro! Además con este vino ya verás como dentro de poco ya no queda nada.

Horacio le fue explicando todos los ingredientes; Centolla, buey, bogavante, nécoras, percebes, mejillones, cigalas, camarones.
Mira Begoña: Lo importante de esto es que los ingredientes sean frescos, y aquí no hay duda. Este pueblo es típicamente marinero y en esta época del año es la mejor para tomar marisco. Su elaboración es de lo más sencilla. Simplemente, poner agua suficiente en una olla con sal y unas hojas de laurel, cocer el tiempo adecuado para cada especie, esperar a enfriar, y después tener un buen estómago para comerlo. ¡Lo más importante es la materia prima que aquí no hay duda! Repitió él.
Mientras hablaba, limpiaba los corales del cuerpo de la centolla y del buey, añadiéndolos a los caparazones.
¡Está buenísimo! Decía Begoña mientras tomaba la mezcla que preparaba Horacio.
¡Ah! ¡Tengo que sacar una fotografía delante de esto antes de que desaparezca! Dijo ella cogiendo la máquina de fotos.
Se levantó y le pidió a un joven que estaba con una chica en la mesa de al lado si se la podía hacer. Se puso detrás de Horacio con su cara pegada a la de él. Y sonriendo, esperaron a que el joven se la sacara.
¡Muchas gracias! Le dijo Begoña con una sonrisa.
Horacio, llamando al camarero y pidiendo otra botella de vino. Exclamó: ¡Una foto más para tú colección!
Sí. Calculo que este verano, podré sacar un libro con todas las fotografías y recuerdos de todos estos años en que conocí a tantos escritores. Busco el parecido o similitud de todos los que os dedicáis a escribir novelas policíacas.
¿Y tienes ya alguna conclusión?
Bueno, te adelantaré en primicia mis averiguaciones, y eso que me fue muy difícil entrar en la psicología y filosofía de los de tú “especie”le dijo riendo y añadió: Ya, que como en vuestras novelas no podéis contar ninguna de las cosas más interesantes hasta en el último capítulo, así también son vuestras vidas.
En general, he sacado la conclusión de que tenéis un falso concepto de la realidad, y que todo para vosotros es de lo más simple. Cualquier momento por lo más dramático que pueda ser, se resume a un instante en que la sorpresa ha de ser lo más importante. Por eso, para vosotros el mundo normal deja de serlo, y todo se vuelve problemático al querer hacer todo lo más simple.
¿Sigo?- Le dice Begoña viendo que a Horacio parecía como si no le importara mucho lo que estaba hablando
.
Sí, sí - Es muy interesante lo que estás diciendo.

No sé. Prosiguió Begoña. Pues en general, parece cómo si perdieseis el contacto con el mundo real al inventar vivencias completamente nuevas. Os hacéis en general bastante fríos o amorales.
¡Joder! Le dice Horacio sonriendo. ¡No salemos muy bien parados!
Bueno. ¡La verdad que no! Pero por el contrario, también me he dado cuenta de que sois en general muy emotivos y tenéis una gran sensibilidad para lo justo e injusto.
¡Menos mal! Exclamó Horacio riendo
.
¡Muy bueno todo! Dijo Begoña con una sonrisa limpiándose los labios con la servilleta. Y el vino. ¡Buenísimo!
Sí. Es de esta zona. Y llamando al camarero - Le preguntó: ¿Tienen filloas?
Sí, señor. Rellenas de aguardiente

Mira Begoña. Le dijo Horacio pausadamente mientras encendía un cigarrillo y servía el resto del vino esperando el postre:
El escribir novelas policíacas y mantener al lector expectante hasta el último momento en que se resuelve la trama, y que sea al mismo tiempo sensacional, no es nada fácil, se requieren años y años de escribir mucho. Después, la experiencia es lo único que no se olvida, como en todo.
Para mí. Le interrumpió Begoña: Las mejores novelas policíacas son las antiguas series de Sherlock Holmes, y aunque creerás que es por un cumplido, las tuyas están en segundo lugar. Siempre lo he dicho, y cuando lo hablaba con tus colegas, nadie ponía en tela de juicio lo que decía. Todos decían que era fantástica la manera con que mantenías al lector en tensión durante todo el relato, y a la vez de una manera sencilla.
Realmente sabes contarlo. ¿Cómo lo logras?
¿Sabes Begoña? Los sueños nos son más placenteros que la realidad. Somos como más nosotros mismos, nos alejan de todo lo que en esta sociedad nos reprime, de las “putas” costumbres, de esa disciplina social que tantas fobias produce a cambio de la anulación de toda inocencia, o por decirlo con otra palabra, de la libertad.
En el fondo, nos relajan. Concluyo pensativo Horacio con su mirada fija en los ojos de Begoña.
¿Nos relajan? Le pregunta Begoña y añadió: ¡Yo me levanté más de una vez sudando, angustiada con pesadillas!
Ya, pero eso son pesadilla y no sueños... ¡Seguro que eso te pasó más de una vez al quedarte dormida con una de mis novelas! Le dijo Horacio sonriendo.
Sí. Le responde Begoña.
.Mira Begoña. Yo hablo de sueños, de estrellas... Muchas veces me siento derrotado, cansado, y eso hace sentirme mal. Agotado me duermo y el día fue una borrachera más...

En ese momento. Llegó el camarero con el postre. Horacio pidió dos güisquis. Y prosiguió: A mí, no me gusta descubrir mis ideas para escribir mis novelas, pero ya que tú has tenido la amabilidad de contarme en primicia tu nuevo libro, trataré de contestar a tú pregunta.
Yo escribo mis novelas de la vida misma. Parece una tontería esto que acabo de decirte, pero es así. En esta vida en que nos encontramos, todo es efímero Y más aún nuestro o mejor dicho la estructura de nuestro yo, es inestable.
En una vida, donde las actitudes normales son fijadas por la sociedad en que se vive, el futuro de cualquiera, está determinado principalmente por el medio ambiente en que se desarrolla. Todo individuo, que salga de esta normalidad, de ahí la fobia social de muchos, se le encasilla en el concepto de lo que se llama personalidades anormales, o sencillamente psicópatas. Y así, la persona se introduce cada vez más en un mundo de mentiras, y actúa de acuerdo con ellas, aunque sea en su propio perjuicio. ¡Es la única salida que le queda! Sentenció Horacio.
¡Muy interesante! Así que ya tienes un posible asesino en potencia para tu novela.
Bueno. Un asesino o una posible víctima. .
¿De qué depende que sea asesino o víctima?
¿Te gustaron las filloas? Le dijo Horacio sonriendo.
¡Ah sí, mucho! Le contestó Begoña que estaba disfrutando con la conversación.
Del sufrimiento. Dijo Horacio dando un largo trago a su güisqui
¿Del sufrimiento? Le preguntó asombrada.
Sí. Del sufrimiento, depende de esta vida. Por eso decías tú, que todos los que escribíamos novelas policíacas teníamos en común una personalidad fría. ¿Sabes por qué? Porque también nos creemos nuestras propias mentiras. ¿Sabes lo difícil que es mostrarse tal como somos en realidad? Tan difícil es, que culmina en una calculada mentira, es como una relación imposible que nos hunde y nos limita nuestra vida. Y eso naturalmente nos influye profundamente.
¿Una relación imposible?
Sí. Imposible, hipócrita. Un engaño. Y ese miedo a mostrarnos tal como somos, nos hace aumentar más nuestras distancias. Es como estar rodeado de falsas acusaciones, y por eso, nos hace estar tan inseguros hasta en nuestros propios sentimientos. Lo que los psiquiatras llaman fobia social. Este miedo, es todo lo contrario a una atracción de lo que nos rodea, y esto puede llevar a una destrucción de todo lo que nos atormente...
¡Muy interesante Horacio!

En el comedor ya no quedaba nadie y los camareros estaban recogiendo las mesas.

Bueno. Dijo Horacio. ¡Nos tenemos que ir!
Pidiendo la cuenta al camarero. Le dijo: ¡Estaba todo muy bueno!
Muchas gracias. Señores
Pagó. Y cogieron el coche de vuelta para Vigo.

Al llegar dejó a Begoña en el hotel. Escribió en un papel la dirección y el teléfono de Madrid.
Begoña le dio un beso. Sus ojos reflejaban que estaba cansada. Y le dijo: ¡Nos volveremos a ver! Ha sido una noche muy agradable, Eres muy amable Horacio por tomarte todas estas molestias por mí y te estoy muy agradecida.
A ti Begoña. He pasado también una noche muy agradable. Sabes que aquí en Galicia, aunque estamos un poco como en el culo del mundo, también existimos.
Claro. Le dijo Begoña con una sonrisa. ¡Ya nos veremos1
¡Qué tengas muy buenas vacaciones!
Gracias Horacio. Fueron sus últimas palabras de despedida mientras se iba para el hotel.

Horacio, en su casa de Las Nieves, continuó con su novela





CAPÍTULO III


Yo por mi parte hago el trabajo lo más honestamente posible. Caiga quién caiga. Tengo fama de ser un detective incorrupto y de resolver los casos más complicados. Por ahora no se me escapó ni uno y llevo quince años en el oficio. Para mí no existe el crimen perfecto. Concluyó Germán Villalobos...

CAPITULOXV



La “ Escultura viviente” se presentó en efecto un día en casa de la modista DINA . Se hizo vestidos y hablaron de todo aquello que podían hablar aquellas dos mujeres.
Era una refugiada dama fina y al fin y a la postre con recursos escasos, máxime cuando quería pasar desapercibida y pasar de incógnito, no quería tampoco encumbrarse, por el contrario, trabajaría de secretaria o de cualquier cosa con tal de ganar dinero, pues daba a entender, su situación precaria.
Parte de su familia en otro país del que huyera, pasando una verdadera odisea de sacrificios incontables que en su destino no pudiera prever.

A la primera ocasión DINA llamó a Marco.
¿Marco? Soy DINA ¡Tengo una sorpresa para ti!.
¡No me digas más! ¡Mi diosa está aquí! Se apresuró Marco impaciente.
Sí. Marco ¡Está guapísima! Vino por la mañana por la tienda y se estuvo probando un vestido de flores.
¡La diosa del vestido de flores! Le dijo Marco emocionado
Ja, ja. Rió DINA
¡Te espero dentro de media hora en el café Universal! Le dijo Marco ansioso de hablar
De acuerdo, Marco.
¡Por fin DINA, por fin! Un beso. Le dijo Marco colgando el teléfono.

Marco decide salir inmediatamente de la alquería, estaba demasiado nervioso y había llegado su obsesión. El silencio de su casona le daba miedo y no podía concentrarse más que en las palabras de DINA: ¡Está guapísima!

Es la una, Marco está atento en el café Universal esperando llegada de DINA.
De pronto la ve entrar. Y exclama para sí: ¡DINA, por fin!
Ella sonríe mientras le da un beso, y tomando su mano se sienta en la mesa. Iba vestida toda de negro con una gabardina marrón. Estaba emocionada, nerviosa y como viviendo la inquietud de Marco tan real que a ella le gustaba y le fascinaba. Vivía aquella realidad salvaje y fascinante de Marco con aquella mujer desconocida como si fuera ella la protagonista. Hasta se sentía agradecida por la confianza y complicidad que tenía con Marco.

¿Quieres beber algo?
Sí, gracias. Un vino como tú.
Marco llama al camarero indicándole que le traiga otro vino
Mira Marco. Apareció por la mañana en la tienda.
¿Sola?
Sí, Sola.
¿Sí? ¡Qué extraño! ¿No vino con su madre?
No. Se sentía orgullosa de haber venido sola. ¡Está guapísima! Alta, piel morena, pechos grandes, cabellos castaños largos hasta la cintura, ojos grandes negros y labios finos
¿Cómo se llama?-
PAULA BROMSKY
¿PAULA BROMSKY? Repitió Marco.
Sí. Es una refugiada Polaca. Su rostro refleja una tristeza de una vida que lleva y que sigue su destino hasta el fin. Valientemente parece como quisiera volver a elevarse de nuevo a su mundo social, perdido allá en su patria chica, lejos, muy lejos...

Encendiendo un cigarrillo que le ofreció Marco. Prosiguió DINA: Me habló un poco de su vida. Tuvo que escapar de su patria y dejar a su familia allá. Antes de llegar aquí estuvo trabajando en Berlín, París, Barcelona. Ahora vende cosméticos de una fábrica de Barcelona, vencida por los avatares del destino. Así todo, conserva la elegancia y los modos de haber pertenecido a una clase social alta, de poder ganar dinero y llevar una vida tranquila. Me dio a entender que ahora su situación era un poco inestable, frágil.
¿Y tú le crees?
¿Por qué no? Le contesta DINA encogiéndose de hombros y dando una bocanada larga a su cigarrillo Y añadió: ¡Necesitará tener un trabajo estable y seguro!
¡Venga DINA! ¡No seas ingenua! Prosiguió Marco: ¡Necesito conocerla!
¡Quedé mañana con ella en la Plaza de Portugal! Tengo que ir a Vigo, y ella está ahora allí hospedada en un Hostal, cerca de la estación del tren. También le hablé que le podría conseguir una especie de Casa Rural, pensando en la tuya, y que podría estar muy cómoda. Y que por cuestión de dinero no habría problema, pues tendría facilidades. Le dije que eso quedaba de mi mano y que no se preocupase.
¿Y qué dijo?
Quedó encantada, ya que en el Hostal en que está se encuentra muy sola y es muy deprimente. Además le dije, que el dueño de esa Casa Rural era un rico pintor amigo mío y una persona muy agradable. ¡En fin, que te pongo a tú “diosa” en bandeja!
¿Por qué haces esto?
DINA se quedó viendo a los ojos de Marco, y le contestó: Amor con amor se paga ¿No? Eres mi mejor amigo. Nos conocemos desde hace muchos años, desde que estábamos en el Instituto juntos y nunca me has fallado. Por ti, conocí a Rodolfo, que fue mi gran amor. Y desde que murió, siempre estuviste a mi lado en mis peores momentos. Eres una persona muy importante en mi vida y me gustaría que tuvieras todo lo que deseas. ¿Sabes Marco? ¡Me gustas mucho también!
¡Te agradezco mucho lo que me dices! No sabes lo feliz que me hace oírte y no puedo expresar nada más. ¡Siempre tengo ganas de verte! Le dice cogiéndole la mano.
¿Eres feliz? Le pregunta DINA
¿Cómo no voy a ser feliz escuchando lo qué me dices, y dándome las sorpresas que me das?

DINA se quedó pensativa...
Y le pregunta Marco: ¿En qué piensas?
Me estaba acordando del día en que estaba en tú casa, en la fiesta de la vendimia. Hablando con Horacio me preguntó, si creía en el destino. Y ahora me preguntaba, si por ejemplo Rodolfo para mí, llevó impreso el sello del destino...
¿Y qué crees DINA?
Pues como le contesté a Horacio. Y ahora lo veo más claro. Creo que sí, que está como escrito. ¡Ojalá lo hubiera podido modificar!
¿Y Horacio que decía?
Él me dijo que quería creer que pudiese depender de uno mismo.
¿Y tú Marco qué crees?
Marco se quedó pensativo Y dijo: Bueno, Paula Bromsky estuvo como dormida en mi mente todo este tiempo. Y ahora, espero a mañana para que pueda recobrar vida. ¡El sello del destino!
Y de una manera apasionada prosiguió: ¡Sí! Creo que el destino está como escrito en el tiempo. Mi encuentro con ella lleva el sello del destino y ella no se da cuenta. Aunque mi mente como una liberación del tiempo ya la plasmó en mi cuadro -“Mitología”- Soy su destino y ella es el mío. La diferencia es que yo me anticipé al tiempo, porque mi mente la soñó. Y la continuidad entre el pasado y el presente dejó de existir. Entonces, el destino cada vez juega un papel menor, ya que cada vez hay menos tiempo para que surja algo improvisto, y lo que mañana (hoy) es futuro, mañana es presente- Esa es la liberación del tiempo. Entonces el destino, deja de ser desconocido, incierto...
¿Y la muerte tan injusta de Rodolfo, qué murió tan joven y me dejó tan sola? Dijo DINA cayéndole una lágrima por su rostro. Y añadió: ¡No sé! Siempre vi en Rodolfo un instinto de destrucción, y era como una reacción a la falta de satisfacción en la vida. Me siento un poco culpable. ¿Sabes? Es como si yo no hubiera podido ayudarlo o no supiera reaccionar a esa autodestrucción, que lo convertían fácilmente en el refugio de amistades siempre especulando con temas idealistas y especulaciones metafísicas. Yo estaba muy enamorada y admiraba esa humildad y modestia de Rodolfo ante esta vida.
Él, que había nacido en una familia burguesa, siempre luchando contra las injusticias, el abuso... Esas mentiras a cambio de unos valores hipócritas para satisfacer ese tipo de necesidades que te quieren crear para llegar a ser algo en la vida, lo que llaman “prestigio social”.
Esa planificación de la vida de los demás, que autoritariamente lleva a alguien a quitarte la alegría por vivir. Lo peor es, que se hace al antojo de cualquiera que se crea dueño de los sentimientos de quién simplemente tiene el corazón libre para sentir curiosidad por la vida. ¡Qué inhumano!...
Dando un largo trago a su copa de vino DINA prosiguió: El pobre, que era una persona tan sencilla, tenía la ilusión de vivir momentos de libertad, apostando por el riesgo de la heroína como dique para frenar a esta sociedad manipuladora y despersonalizada, que a él le creaba una ansiedad que le llevaba a una lucha constante con todo lo que le humillara. No se daba cuenta, de que aquí el peligro era mayor, porque era inesperado y peligroso. El antagonismo del devorador y del devorado lleno de destructividad...
¡Tal vez, ni el mismo fuera consciente de eso!
¡Rodolfo tuvo muy poca elección! Le dijo Marco secándole las lágrimas que le caían con su pañuelo. Y añadió: ¡No tuvo posibilidad de elegir! Porque desconocía lo que le podía pasar. Bueno, más que lo desconocía, no lo preveía.
¡Le jugó una mala pasada el destino! Tal fue el precio de su libertad, sin atender los mensajes que nos da el destino a veces...
Es injusto Le respondió DINA
Como la vida. Asintió Marco.
Perdona Marco. Le dijo DINA acariciándole la mano. Y añadió: ¡Te veo tan entusiasmado con la llegada de Paula Bromsky! Que me hizo recordar a Rodolfo.
¡No te preocupes DINA!
Y cambiando de conversación Le pregunta Marco: Entonces. ¿A qué hora quedamos mañana?
Yo quedé con ella a la una en la Plaza de Portugal. Si quieres, podemos quedar por la tarde a las tres en tú casa para tomar café.
¡De acuerdo DINA! Prepararé la casa un poco.
¡Muy Bien! Marco ¡Te dejo! Tengo que irme, ya que quiero estar en la tienda antes de cerrar.
Se despidieron. Quedando para verse al día siguiente.

Marco aquella tarde empezaba gozosamente a preparar todo, mejorando y decorando con sumo buen gusto como un artista de su rango correspondía, las distintas estancias de la gran casona.
Quitando las telarañas del pasado, los cortinajes que pudieran considerarse demasiado desentonados o anticuados, y que daban un aspecto descolorido. Haciendo la estancia tenuemente oscura y lúgubre.
El mobiliario dejaba bastante que desear, tenía que estar a tono con una nueva fase de su vida, mejorar su casona, sus cuadros, y su vida misma.
¡Su fortuna estaba para eso!

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A la mañana siguiente, casi todo estaba preparado, ultimado, con la ayuda de la sirvienta sordomuda y del matrimonio de jornaleros, que además eran caseros en su ausencia.
Todo estaba transformado, sobresaliendo las salas enormes contiguas a la entrada y la escalera. Soberbiamente todo limpio y mimado para que pudiera llamar poderosamente la atención. Esto, hacía prever un sólido éxito en su estudiada y planeada invitación. Quería que al primer golpe de vista, pudiera causar un gran prestigio de hombre que recorriera con sus cuadros, los más interesantes museos que habían por el mundo. Enternecer a un amor, con todo un marco real.
Tan entusiasmado estaba Marco con la llegada de Paula Bromsky, que decidió ir hasta Vigo para ver a su obsesión, con la precaución de que DINA y ella no se percataran de su presencia.
Sabía, que había quedado con DINA a la una en la plaza de Portugal, y las observaría desde una tienda de electrodomésticos que él conocía, cuyas ventanas daban a dicha plaza Quería verla antes de que llegara a la alquería, y hallar cumplido sus ilusiones de descubrirla.

Eran la una menos cuarto cuando Marco entró en la tienda, cuya cristalera desde el primer piso daba a la plaza. Saludó a su amigo que era el gerente de allí, y con la disculpa de ver una cerámica para la alquería, subió hasta el primer piso, que era donde estaba la exposición y el marco perfecto para ver por primera vez a su “diosa”.
Se acercó al ventanal y contempló el cielo, en la que unas sombrías nubes se veían a lo lejos.
A la hora prevista, pasaba la refugiada Paula Bromsky con su vestido de flores. Pudo verla perfectamente, y por la descripción que le había dado DINA, no dudó que se trataba de ella. Aquella mujer con su cabeza cuidadosamente adornada con su larga melena castaña, sus ojos, que como había dicho DINA, eran grandes y hermosos con un color de piel un tanto tostada.
Su boca, estaba como crispada por una sacudida de la vida y por unos labios finos. ¡Perfecta! Con prominencia exacta de estatura o talle armonioso.
¡Sí! Pensó Marco: ¡Tiene los atributos generales de la belleza estatutaria, y la melancolía de una lucha con los altibajos de la vida!
Llegó al poco tiempo su querida amiga, que acercándose a Paula Bromsky le dio un beso en la mejilla. Saliendo de aquella plaza las dos cogidas del brazo. Efectivamente, la estrategia estaba dando el resultado apetecido.
El pintor Marco, estaba contento con su corazón lleno de regocijo juvenil. Volcaba su pasión, su ilusión, en la mirada de un cuerpo moldeado al arte que quería tener en la memoria. Retenerlo con toda su corpórea proporción, para su trabajo de espátula y color...
Por la tarde en la alquería, se la presentaría DINA Era el lugar oportuno y había cuidado todo hasta el detalle más insignificante. No habría problema para que su estancia fuera lo más agradable posible. No le importaba el dinero que pudiera disponer Paula para su estancia. A un pintor rico y famoso como él, le sobraba el dinero.
Sólo, quería su belleza extraordinaria para sus cuadros.
Marco salió de aquella tienda camino de casa rejuvenecido. Se le notaba un nuevo y alentador espíritu pictórico, aquellas altas miras del arte de querer romper las barreras de lo imposible. Su cuadro “Mitología” Sería quizás uno de los últimos. ¡Quién sabe sí el último!

De camino a la alquería comenzó a llover. Aquellos nubarrones que había visto a lo lejos en el cielo, trajeron la lluvia, que con la caída de las hojas que permanecían como tristes en la cuneta, le daba un tono misterioso a aquellos mismos campos, que en verano el sol llenaba de alegría y color.
Pensó en DINA y su dolor por la pérdida de Rodolfo. En aquel día que para él era tan emocionante.




¡Qué llueva, qué llueva!
Para que crezca la hierba.
Que no llueva de mis ojos
El dolor.......

Dijo. Marco para sí.



DINA decidió ir con Paula Bromsky a comer un plato combinado al Macumba, una cafetería que estaba en la calle Pizarro y cerca de la salida de la carretera que las llevaría a Puenteareas. Esta cafetería estaba enfrente del Hospital Xeral, estando siempre muy concurrida. Abierta día y noche.
Al llegar, se encontraron con Horacio Barrios, que también por casualidad estaba allí, ya que había ido a solucionar lo del alquiler del apartamento que quedaba muy cerca.
Al verlas entrar, las invitó para que compartieran mesa con él.
Paula Bromsky con una sonrisa se disculpó, para ir apresuradamente al servicio.

¡Vaya monumento de mujer! Exclamó Horacio cuando se alejaba
¡Por fin llegó la diosa! Le respondió DINA sonriendo. Y añadió: Después de tomar aquí algo, quedamos con Marco en la alquería para que por fin la conozca.
¡No dudo que le maravillará! Le dijo Horacio.
¿Y tú por aquí? Le pregunta DINA.
Bueno, es que acabo de alquilar un apartamento muy cerca de aquí para salir un poco de Las Nieves. De vez en cuando, tengo necesidad de ver un poco de gente y aquello en invierno se me hace un poco triste.
Si, claro Le responde DINA
En ese momento Paula Bromsky vuelve del servicio y DINA se la presenta diciendo: Horacio Barrios. El escritor profundo de novelas policíacas. Paula Bromsky. La belleza que enloquecerá a los hombres.
Ella, con una sonrisa tímida siguió la broma sentándose en la mesa. Dándole un beso a Horacio y saludándolo.
DINA, exclamó viendo lo que estaba tomando Horacio: ¡Qué hambre! ¿Te apetece lo que está tomando Horacio? Le pregunta a Paula.
¡La carne de aquí es buenísima! Se adelantó él.
De acuerdo Le dice Paula con su acento extranjero.
DINA llamó al camarero, pidiendo además una ensalada.
¡Qué casualidad! Le dice DINA a Horacio, muy cerca de aquí es el apartamento de Dora. Ella suele venir mucho a esta cafetería.
¿Dónde vive? Le pregunta disimulando su sorpresa y al mismo tiempo la alegría por tenerla de vecina.
En la calle Bolivia, justo en el bloque de apartamentos que hacen esquina con esta calle.
La verdad, que esta zona es muy animada con el Hospital aquí y el Corte Inglés cerca. ¡Esto siempre está lleno de gente!
Sí. ¡Y con la cantidad que viven en estos bloques de apartamentos! Dijo Horacio. Y le preguntó: ¿Sabes algo de Dora?
Sí Está mucho mejor. Me parece que ya está en su casa si no se fue con Doro a Canido. Mañana la llamaré. Hablé con ella hace dos días y estaba muy contenta por la recuperación de su madre. Estuvieron en Canido y siempre van hasta allí cuando Julián no está.
¿Julián?
Sí. El marido de Doro. Él se va muchas veces fuera por cuestión de trabajo. Ya sabes que no se lleva nada bien con Dora. Es el tipo de persona seria y volcada en su trabajo. Además, está muy metido en política. ¡El típico trepa! ¿Sabes?
Sí Le contesta Horacio. Y añade: ¡Suelen ser los más peligrosos! Tienen cara de buenos y siempre hablando en términos de moral y deber. Parece que sólo les interesa los problemas de los demás y lo único que les interesa son sus propias ganancias.
¿Has estado alguna vez con él? Le pregunta Horacio
Sí Estuve un día con él y Doro en la tienda. ¡Me pareció el típico “yuppi” cínico de los ochenta! Echándome miradas insidiosas y muy seguro de sí mismo. Dora no lo traga, pero claro, es el marido de su hija... Dora me dice que él siempre va diciendo por ahí que es yerno de Marco, presume de la fama de él y a Dora eso le pone mal porque parece que ella no existe.
Entiendo. Le respondió Horacio
Y continuó DINA: Doro quiere mucho a su madre y la verdad que no sé que le puede encontrar al gilipollas ese. Tengo entendido, que tuvo más de un problema cuando estaba mal y Dora está convencida que la engaña. Yo, la verdad que también.
¿Por qué lo dices?
¡Por la manera como me miraba aquel día! ¿Sabes? ¡Eso las mujeres lo notamos muy fácilmente! ¿Verdad Paula?
Sí. Le respondió con una sonrisa.
Y continuó DINA: Cuando Dora me lo comentó, diciéndome que siempre estaba justificando viajes inesperados. Aunque no le dije nada, me pareció que tenía razón.
Y añadió: ¡Me molesta muchísimo ese tipo de gente! Que su libertad es como sagrada y después no admiten la de la persona que está al lado, y además se regocijan dando celos a su pareja. Con su perversidad son capaces de convertir a la persona que tiene al lado en un instrumento a su antojo, anulando su propia personalidad e inocencia, para utilizarla según sus conveniencias basándose en mentiras, explotando su amor. Son personas muy egoístas y al creerse más libres, se encuentran más solos por su codicia.
¡No sé! ¡Hasta muestran un desinterés total con la persona con quién viven!
Sí, DINA. Le respondió Horacio: Y añadió: Pero es muy difícil admitir las libertades de uno a quién se quiere.
Ya Horacio: Pero por desgracia se olvida a menudo que la persona que tienes al lado puede tener las mismas necesidades que uno mismo. Creo que lo mínimo, es no hacerla sufrir si tienes una doble vida.
¿Entonces tú preferirías que te engañaran con otro sin enterarte?
Mira, aunque te parezca mentira llegado al caso, sí, con tal que cuando estuviera conmigo tratara de hacerme feliz y sintiera que me quisiera, que le gustara
En fin, que sintiera un deseo...

En ese momento entra Dora en la cafetería.
¡Qué sorpresa! Le dice DINA al verla.
¿Y vosotros por aquí? Les pregunta Dora dándoles un beso a DINA y a Horacio
Antes de nada! Te presento a Paula Bromsky Le dijo DINA mientras ella se levantaba para darle un beso, saludándola
¡Pues nos encontramos aquí con Horacio tú nuevo vecino! Le dice DINA, mientras Dora se sentaba en la mesa al lado de Paula Bromsky
¿Vecino?
Sí ¡Acabo de alquilar un apartamento aquí al lado en la calle Pizarro!
¿El bloque de apartamentos que está pasando Vázquez Varela?
Sí. En el número 55-4º 13.
¡Qué bien! ¡Ya tengo una casa para invitarme!
Ja. Ja. Rieron
Te llamé el Martes y me dijo tu hija Doro que ya estabas en casa. Le dijo DINA.
Sí. Llegó Julián y ya sabes... Yo con mi yerno... Pasé unos días muy agradables con Doro en Canido, paseando mucho por el Vao y Toralla.
¿Que tal estás?
Más o menos. Le dice Dora con una sonrisa. Y añadió: ¡Ahora, estoy yendo por Pintor Colmeiro!
Ya. Contestó DINA cambiando la conversación por la presencia de Paula.

Dora se levantó de la mesa para pedir en la barra un café, ya que los camareros no daban atendido por la cantidad de gente.
Al volver de la barra se puso a hablar con Paula pues DINA y Horacio estaban hablando entre ellos.
¿De dónde eres? Le pregunta Dora.
De Varsovia. Le contesta Paula con su acento extraño.
¡Qué lejos!
¿Cómo viniste a parar aquí? Y antes de que contestara, viendo la cara que ponía. Le dijo con una sonrisa. ¡Déjalo! ¡Es igual!
¿No? ¡Qué va! Es que es un poco larga mi historia. Ahora vendo cosméticos de una fábrica de Barcelona.
¿Cómo conociste a DINA y Horacio?
La conocí a ella en su tienda. Le dijo señalando el vestido de flores que había comprado.
¡Muy bonito! Le dice Dora tocando suavemente la manga. ¿Vives aquí en Vigo?
Sí, en un Hostal al lado de la estación, pero ahora por la tarde me voy con DINA a Puenteareas, a casa de un pintor amigo de ella que alquila habitaciones.
Dora, puso una cara de asombro que le llamó la atención a Paula, que le pregunta:
¿Lo conoces?
Sí. Le responde secamente. Y dirigiéndose a DINA sarcásticamente le pregunta:
¿Ahora alquila habitaciones Marco?
Ella viendo la situación. Le contesta: Bueno. ¡Según parece ahora sí!
Ya. Asintió Dora con la cabeza.

Paula notó algo raro, y DINA le hizo un guiño cómplice sin que Dora se diera cuenta.
Dora, como que no le importaba la cuestión. Le pregunta a Horacio: ¿Qué tal el apartamento?
Bueno, Es pequeño, pero para mí me llega. Además, me queda de camino de Puenteareas y es cómodo.
Sí, debe de ser parecido al mío. Por aquí todos estos apartamentos son iguales.
¡A ver cuándo haces la fiesta de inauguración! Le dice DINA.
¡Pronto y estaréis todas invitadas! Le contesta Horacio sonriendo.

Dora, trataba de disimular los celos que sentía por Paula y se sentía mal. Seguía sin poderse sacar a Marco de la cabeza.

Bueno. ¡Nos tenemos que ir! Dice DINA levantándose de la mesa al mismo tiempo que Paula Bromsky Y dirigiéndose a Dora le dice: ¡Ah Dora! A ver si cuando vas por Puenteareas pasas por la tienda y charlamos un poco ¿De acuerdo?
¡Muy Bien! Aunque no tengo muchas ganas de ir por esa zona.

Se despidieron DINA y Paula Bromsky de Dora y Horacio
Dora dándole un beso a Paula, le dice al mismo tiempo mirando a DINA: ¡Seguro que te gustará el nuevo Hotel! Además, no dudes que el dueño se portará espléndidamente contigo. ¿Verdad DINA?
¡Venga Dora! Le contesta DINA sin responder a la pregunta sobreentendiendo lo que quería decir, al mismo tiempo que le daba un beso.

Al salir del Macumba, Paula Bromsky le pregunta a DINA: ¿Metí la pata en algo?
¡Qué va! No te preocupes. Dora es la ex mujer de Marco y es muy celosa. ¡Ya me entiendes!
Ya. Le dice Paula Y añadió: ¡Aún sigue unida a Marco!
Sí, y no es capaz de sobrellevar la separación. Concluyó DINA.






CAPITULO X



La lluvia y la tormenta continuó cayendo durante el trayecto que llevó a DINA y a Paula Bromsky a la alquería. Una pequeña luz que asomaba entre los árboles por causa del sol que acababa de salir, iluminaba la finca que precedía a la gran casona del pintor Gonzalo Marco.
¡Qué hermosa es esa luz que brilla sobre los árboles! Exclamó Paula.
Sí, después de una tormenta y lluvia, el sol parece que reluce más. Es como si el ambiente estuviera más limpio y el color verde del campo se hiciera más intenso. Le respondió DINA

A lo lejos, se escuchaban los ladridos de Uno avisando a Marco de la llegada de DINA y de su esperada “diosa”.
Marco inquieto y nervioso, imposibilitado de fijar su pensamiento en cualquier otra cosa que no fuera la mujer del “vestido de flores” que había visto por la mañana, las esperaba de pié a la entrada de la gran casona.
Bajando DINA con una sonrisa decía: ¡Hombre de las grandes figuras! ¡Aquí estamos!
Marco sonriente y feliz se acercó muy despacio dándole un beso muy cariñoso en la mejilla a DINA y otro en la mano a Paula.
Con sus ojos fijos en Paula. Le dijo: ¡Hola! Señorita Paula Bromsky.
Ella. Le respondió con una sonrisa tímida...

Por un momento Marco se quedó callado Al verla de cerca pensó, que aquella mujer era tal como se la había imaginado. Su presentimiento le llamó poderosamente la atención.

Aquella tarde fría y lluviosa hacía más acogedora la casa de Marco, al sentirse el calor de la chimenea que se había preocupado la sirvienta sordomuda, de tenerla encendida durante todo el día. Avisada de la llegada de la nueva huésped.
DINA, se daba cuenta de lo que era capaz de hacer Marco para conseguir a la mujer que deseaba, al ver toda la casa cambiada y luciendo los maravillosos cuadros de que disponía por todas las paredes. Llenando aquellas salas de color y belleza.
Marco se daba cuenta de lo que pensaba ella, y dijo: Me acuerdo de un artículo que leí en no sé qué periódico, y tampoco me acuerdo quién lo escribía, que decía, que al mudarse uno de casa y poner un florero, aunque esa casa estuviera desnuda, vacía, le daba vida y alegría. Era como rejuvenecerse ¡Para mí, es como la llegada de Paula Bromsky!
Ellas reían, mientras observaban los cuadros que había por toda la sala, en la que estaban sentadas al lado de la chimenea tomando el café, que les había traído la sirvienta sordomuda.
DINA recordaba la última noche en que había estado allí con Marco y que la había seducido.
De pronto, sonó el móvil de Paula Bromsky que apresuradamente lo cogió. Levantándose se fue hacia una esquina de la sala y se puso a hablar. Marco ponía atención en lo que decía y la veía disimuladamente. Sólo escuchó: Mañana a las once. Y apuntaba en una agenda.
Paula Bromsky volvió junto a Marco señalando a su móvil mientras lo guardaba en el bolso, diciendo: ¡Dependo de esto!¡Si no fuera por él no podría estar ahora aquí! Me llaman constantemente por el trabajo.
Claro. Asintió DINA.

DINA. Se quedó asombrada de la belleza del cuadro en que Marco estaba trabajando, que estaba sobre el caballete al lado de la ventana. Se acercó hasta él y lo empezó a observar detenidamente. Era un cuadro de gran tamaño que estaba bastante avanzado, dónde se veían a dos hombres que se escondían tras unos árboles, en la que estaba otro descansando sobre la hierba en un prado. Y junto a él, un esbozo de una figura femenina que lo observaba sentada.
Lo que más le sorprendió, era la pose de aquella figura femenina sobre la hierba, sus largos cabellos revueltos por el viento que soplaba desde el fondo del bosque, por la agresividad de aquellos hombres que enloquecidos se acercaban para poseerla, en contraposición con el rostro del hombre que estaba en el prado al lado de ella. Abandonado al placer.
Sin duda, era el cuadro Mitología el que estaba pintando. El hombre del prado era él. Y aquel esbozo de figura femenina, iba a ser Paula Bromsky. Pensó que verdaderamente era un genio. ¿Cómo podía alguien hacer algo tan hermoso?
El completo dominio sobre aquellos hombres salidos de aquellos árboles enfurecidos que rodeaban la alquería, con un movimiento tan brutal, que ahuyentaban a las nubes y ensombrecían aquel prado, en que se hallaban aquella mujer en la hierba: Paula Bromsky. Aún sin color, como esbozo. Y aquel hombre Gonzalo Marco, descansando plácidamente y con un rostro feliz por el amor, lleno de esplendor y luminosidad, ajeno aquellos dos hombres que iban a luchar hasta la muerte, para robarle aquel que sería su sueño.
Pero lo más asombroso, era aquella figura femenina que Marco había soñado. Su diosa, su deseo, tenía una estatura y exactitud perfecta con las cualidades generales de Paula Bromsky. Parecía como si se hubiera inspirado en ella mismo como modelo, como si ya la hubiera visto antes y era el motor de todo el cuadro. La figura central que realzaba más, aquella obra de arte, aún inacabada.
DINA estaba emocionada y veía en él a un Marco rejuvenecido, lleno de esplendor y enloquecido por aquel amor que estallaba en sus sienes, por la graciosa figura imperativa que le exasperaba, que le enfurecía hasta que la encontró.
Todo un deseo y una alusión al amor y al placer. ¡Desde luego, que era el cuadro definitivo de Marco! Una obra de arte más allá de todo lo que se podía imaginar ella, cuando le hablaba entusiasmado aquella noche del cuadro que iba a realizar.

Marco. Al verla allí emocionada. Le pregunta: ¿Te gusta?
¡Es maravilloso Marco! Le contestó al mismo tiempo que le daba un beso.
¿Ahora entiendes cuando ayer te decía que el destino está escrito en el tiempo? Le dice Marco mirando fijamente al cuadro lleno de satisfacción.
Sí Marco. Y le dijo susurrando al oído ¡Ahora me doy cuenta de qué Paula Bromsky estuvo dormida todo este tiempo en tu mente! ¡Tú sueño era una realidad!
¡Me anticipé al tiempo DINA! Le dijo Marco emocionado. Y añadió: ¡Es la liberación del tiempo! ¡Cuándo la vi me di cuenta que el destino no me había jugado una mala pasada!
Ahora te entiendo Marco. Le dijo cogiéndolo de la mano para ir junto a Paula que estaba absorta con el fuego de la chimenea.

¿Quiere otro café? Le dice Marco a Paula mientras DINA se levantaba para ir al baño.
Sí. Muchas gracias.
¿Azúcar?
Sí, gracias, si hace el favor.
¿Un poco de leche?
Paula le tendió su taza un poco nerviosa por la mirada entusiasmada de Marco.
¿Se siente bien en esta casa, le gusta?
Sí, perfectamente. Estoy muy a gusto.
Me habló DINA de que usted está hospedada en un Hostal en Vigo y que le gustaría cambiar, ya que allí se encuentra muy sola.
La verdad que sí. Le respondió Paula con una mirada triste y dulce al mismo tiempo. Y prosiguió: Por desgracia soy una víctima de la emigración forzosa de mí país, tengo a toda mi familia lejos y la echo a veces mucho en falta.
Sus ojos parecían implorar. Y añadió: ¡Sobre todo a mi pobre padre, que luchó tanto en la vida por todos y estaba tan unido a mí!
Paula, se pasó su mano por la cabeza echando su melena hacia atrás, percibiendo en ella una expresión de horror, mirando fijamente a Marco con sus grandes ojos: ¡Al pobre se le acabaron las fuerzas! Concluyó Paula.
¡Lo siento Paula! Ahora piense que trataremos de ayudarla y por favor no se hunda.
¿Me permite quedarme aquí hasta que solucione un poco más mi vida y pueda cogerme algo?
Desde luego. No se preocupe por eso.

En ese momento llegó DINA del baño, diciendo: ¡Me voy a tener que ir! Es un poco tarde y tengo que pasar por la tienda. ¿Quieres venir conmigo Paula? -
Se anticipó Marco. Y dijo: ¿Si quiere puede quedarse aquí y la llevo después a Vigo a recoger sus cosas?
¡Sí Paula! ¡Es mejor! Le dijo DINA. Así ya solucionas el cambio y te familiarizas con tú nuevo hogar ¿No te parece?
¡Muy Bien! ¿Además, aquí se está tan bien al lado de la chimenea viendo el fuego?
¡Qué envidia! Exclamó DINA. Y añadió: ¡Si no fuera por el trabajo! Bueno. ¡Me voy!
¡Pásate por la tienda cuándo quieras! ¿Vale?
De acuerdo DINA Muchas gracias por todo.

Marco acompañó a DINA hasta el coche. Quedando en verse al día siguiente.
Antes de llegar a la sala, escucha que está hablando por su teléfono. Ella no lo puede ver desde dónde la observa. Dándose cuenta Marco que toma sus precauciones al hablar.
¡Ahora no puedo! Estoy en Meder. ¡Meder! No sé, cerca de Puenteareas.
¿A las ocho? ¿Dónde? Espera que anote. Bueno. Está bien. Sí, mañana a las once. Muy bien.

Marco entra en la sala mientras Paula guarda su teléfono en el bolso. Exclamando: ¡No paran de llamar por el teléfono!
¿Algún problema? Le pregunta Marco.
No. ¡Qué va! Tengo que estar hoy a las ocho con un cliente en Vigo, y mañana a las once en Cangas.
¿Mucho trabajo?
Bueno. Ahora parece que me van saliendo mejor las cosas. El comienzo siempre es difícil. Sobre todo, el abrirse camino en mi campo que todo está más que pateado.
¿Me dijo DINA que vendía cremas?
Sí. Cremas, desodorantes, cosméticos en general. ¡También quería vender un poco de artesanía aprovechando las visitas!
¿Te enseñó DINA lo que tiene?
Sí, fue ella la que me dio la idea y también la de vender ropa.
Y le dice Marco: Tiene fama la ropa de DINA y es reconocida como una gran diseñadora aquí en Galicia. Empezó como una modista haciendo pequeños arreglos, y su tenacidad como el buen gusto la está llevando a triunfar en lo que a ella le gusta. Ahora comenzó con la bisutería que ella misma diseña. Es una persona muy sensible y verdaderamente hace cosas maravillosas. ¡La verdad que hasta le queda la tienda de Puenteareas pequeña! Quiere abrir en Vigo una este año.
¿Te gusta este vestido? Le pregunta Paula levantándose.
Sí. Mucho. Y añade Marco: Es de ella. ¿Verdad?
Sí.
¡Es que es inconfundible! Sus vestidos tienen un sello personal. Siempre compra telas con unos colores llenos de luz, y su ropa sienta en las personas que la llevan de un modo natural, indiferente. No sé como decirlo, humaniza a las personas con sus vestidos y las hace al mismo tiempo más sensuales y espontáneas.

En ese momento. Entra le sirvienta sordomuda, y Marco dirigiéndose a ella por señas le presenta a Paula.
Ella se levanta y le da la mano tímidamente con una sonrisa.
Paula - María. Le dice Marco.
María. Le devuelve la sonrisa que en aquel rostro marcado por la vida dura del campo. La hacía un poco misteriosa. Siempre iba vestida de negro y con una pañoleta del mismo color en el pelo. Su figura era esbelta y con una belleza particular. Marco la había retratado más de una vez en alguno de sus cuadros más famosos.
María se va a la otra parte de la casa, y se encuentra con Ramona la casera, que le dice que avise a Marco, que lo llama el policía Lebrel.
Vuelve otra vez a la sala, avisando a Marco que lo llaman por teléfono, haciendo el ademán como si sacara una pistola, al mismo tiempo que miraba a Paula sonriendo.
Paula ríe, sin saber lo que quería decir.
Marco le dice sonriendo: ¡Me llama mi amigo! El detective Justo Lebrel
¡Ah! Exclama Paula llevando la mano a la boca. Riendo con María.

Marco se va hasta el teléfono que está justo en la habitación contigua.
¡Qué sorpresa Lebrel!
¿Qué tal Marco? ¡Ya me he enterado de que llegó tú diosa!
¡Joder! ¡Cómo corren las noticias!
Llamé a Horacio y me lo dijo. Coincidió en el Macumba en Vigo con ellas.
¡Qué raro que no me hubiera dicho nada DINA esta tarde!
¿Cuándo nos vemos?
Bajando la voz. Marco le dice. ¡Hoy no puedo! ¡Está aquí y la tengo que llevar a Vigo! Se traslada para aquí hoy mismo.
¡Enhorabuena Marco! ¡Parece que todo va sobre ruedas! ¿Qué tal?
Una maravilla. ¡Ya te contaré!
Quedé con Horacio para ir de caza esta semana. ¿Vendrás tú?
Bueno. ¡Lo más seguro que sí! Te llamo mañana por teléfono.
¡Muy bien Marco! Ya sé que estás feliz. ¡Me alegro!
Gracias Lebrel. Un abrazo

Volviendo a la sala. Le dice a Paula: Mi amigo Lebrel, para invitarme a ir de caza.
¿Conoce a Horacio?
¿Horacio?
Sí. El escritor que vio por la mañana en la cafetería en la que comió con DINA.
¡Ah sí! También estaba una chica muy guapa que se llama Dora.
¿Dora?
Sí. Dora.
Pensativo Marco. Dijo para sí: ¡Debe de estar ya en su apartamento!

Entró en ese momento la sirvienta sordomuda María, trayendo unos troncos para la chimenea. Marco dirigiéndose a ella, le dice: Por favor, acompañe a la Señorita Paula para enseñarle su habitación mientras recojo las cosas para irnos para Vigo.
Y dirigiéndose a Paula, le dice: Me gustaría Paula que se encontrara como en su casa y no dude de pedir todo lo que necesite. ¡Ya verá como María será una gran amiga!
Muchas gracias Marco. Y añadió: ¿Le importa que nos tuteemos?
En absoluto Paula. ¡Encantado!

Cuando se iban, le dice a Paula que iba detrás de María: Paula por favor, avisa a María. Señalándole para que le tocara la espalda.
Y con señas, le dice a María: Avise a Ramona y a Pedro de la llegada de Paula Bromsky. Y viendo a ella, le dice señalando por la ventana a una pequeña casa, que estaba alejada de la alquería dentro de la misma finca: ¡Son los caseros que viven allí!
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El cielo oscuro parecía querer adelantar la noche, en la que Marco ya podría hablar a solas, y estar junto a Paula Bromsky.

De camino a Vigo. Paula le dice que tiene una cita con una clienta a las ocho y que quedará libre al cabo de dos horas. Antes, fueron al Hostal en la que estaba hospedada para recoger sus cosas
¡De acuerdo Paula! ¡Quedamos sobre las diez en la cafetería Don Gregorio!
¡Muy Bien! Marco.

Se despidieron. Y aunque el día no ayudaba, Marco se fue a dar un paseo con su perro hasta la playa de Samil.
La brisa del mar y el oleaje, le produjo un cierto desasosiego que le trajo a la mente su cuadro Mitología, que tenía casi terminado.
- Uno - Corría alegremente por la arena de la playa. En estos días de lluvia disfrutaba aun más, poco acostumbrado a los paseos cerca del mar. Aunque cuando Marco iba a la playa, siempre se preocupaba de llevarlo.
Reinaba un profundo silencio. Sólo, roto por los ladridos alegres de su perro, que corría detrás de los palos que le lanzaba Marco, y el ruido de las olas. De vez en cuando se paraba mirando la noche, y las olas iluminadas por las farolas del paseo. Respiraba hondo el aire salino de la brisa, y veía a lo lejos las pequeñas barcas que faenaban perdidas entre las olas, iluminadas por una pequeña luz. Su mirada se perdía a lo lejos y se sentía feliz en la espera de recoger a Paula.
¡Qué hermoso! ¡Cuanta belleza! Exclamó Marco para sí.

Antes de ir a buscarla, se fue hasta El Camaleón a tomar un güisqui, para calentar el cuerpo que la lluvia sin haberse dado cuanta lo había empapado y le producía escalofríos.
No había nadie en aquella cafetería, en la que una gran cristalera que daba a la ría, engrandecía más el silencio y sus pensamientos.
¡Era hora de irse! Sus pensamientos giraban agradablemente alrededor de un punto. De que Paula ya había entrado en su mundo, mucho antes de que ella apareciera. Ella no podía percatarse de eso, lo tomaría por un loco. Era su diosa que iba reproduciendo en su lienzo, entusiasmado por una pasión de fuego o locura. Sin embargo esperaría el tiempo necesario para poder expresar lo que había sentido, y lucharía para que poco a poco la vida de Paula, recobrara la felicidad que había perdido, abandonando a sus seres queridos, allá en Polonia.
Proyectaba cuidarla, y convertir la vida de ella en una ilusión y confianza ahora perdida, que le pesaba en el corazón. ¡No puedo tolerarlo! Exclamó Marco. ¡Será una comunista gloriosa!

Llegó Marco a la cafetería Don Gregorio y aún no había llegado Paula. Se sentó en la barra y pidió un güisqui con hielo. Encendió un cigarrillo, miró el reloj y faltaban veinte minutos para las diez. Era la hora en la que habían quedado
De pronto vio entrar a Paula, que sofocada lo buscaba.
¡Hola Marco! ¿Llevas mucho tiempo esperando?
No, acabo de llegar. ¿Quieres tomar algo?
Y viendo lo que estaba tomando Marco, dice: Bueno. ¡Lo mismo que tú!
¿Qué tal te fue?
Bien. Lo que pasa es que tuve que estar en una tienda que hacía mucho calor y me ahogaba.
Y tú. ¿Qué tal?
¡Muy bien! Estuve paseando con Uno por la playa, y tomando un güisqui en una cafetería frente al mar
De pronto. Paula señalando la televisión en la que estaban hablando de las bajas temperaturas que estaba sufriendo Rusia, Exclama: ¡Moscú!
¿Hablas ruso? Le pregunta Marco.
Sí. Desde pequeña hablo ruso e inglés, fuimos varias veces a Londres en mi niñez con mis padres y varias veces a Moscú y Leningrado. Mi padre se dedicaba a la compra y venta de arte.
¿Te interesa el arte?
Bueno La verdad que desde pequeña estuve rodeada de arte, pero a mí, me gustaba más el deporte. Jugaba al tenis, mi familia era bastante tradicional. ¿Conoces Nueva York?
¿Por qué?
¡Me gustaría ir! No sé. Lo que conozco de Europa me parece un poco triste. ¿A ti que te parece?
¿Nueva York? -
Sí. Asintió Paula con la cabeza mientras daba un largo trago a su güisqui.
Bueno Por una parte me gusta la cantidad de mezclas de razas que hay, pero por otra también está muy acentuado el odio y la envidia. Aunque el racismo existe allí como en otras partes, me pareció una ciudad bastante violenta. Pero en el ámbito cultural, la verdad que lo hay todo.
¡Hasta hay cuadros míos!. Dijo Marco riendo.

Paula ya había acabado el güisqui, y no paraba de preguntar y de hablar. Marco estaba cada vez más a gusto por la confianza que depositaba Paula y le gustaba cada vez más. Lo tímida que le había parecido en la alquería, ahora desbordaba alegría y tranquilidad.
Paula llamó al camarero y pidió otros dos güisquis.
¿Sabes? Le dijo a Marco. ¡Me siento muy a gusto! No sabes lo deprimida y sola que me sentía estos días en ese Hostal de la estación.
¡Me alegro mucho Paula! ¡Yo también me siento muy bien!

Paula sonríe. Le roza con la mano la suya y Marco se concentra en su boca. Desea besarla cuanto antes, nunca había sentido nada parecido. Había pensado mucho en ella durante los últimos meses.

En aquel momento entró en la cafetería el director de una galería de arte de Madrid, que reconoció a Marco. Y dirigiéndose a él, le dijo: ¡Enhorabuena Marco! ¡Los bocetos que hemos recibido de usted son verdaderamente fantásticos!
Gracias. Don Álvaro.
¡La verdad, que eres capaz de sacar una verdadera obra de arte de cualquier retrato que hagas!
Mientras hablaba con Marco no sacaba la vista de Paula. Marco a su vez, observaba que ella alegre bromeaba con un joven que se había acercado hasta la barra.

¡Qué belleza de mujer! Le dice Álvaro.
Marco le presenta a Paula. Y Álvaro le dice sonriendo: ¡No cabe la menor duda de que el arte sale de la Naturaleza ¡Encantado de conocerla!
Ja, ja, ja. Rieron los tres.
Marco siguiendo la broma. Exclama : ¡Lo qué tenemos es que aprender de la Naturaleza! ¡Darle esa vida que ella misma posee y salir de la pura imitación!
Claro. Le contesta Álvaro. Y añade: ¡Por eso usted hace de una hoja en blanco, una obra de arte! ¡Eso sólo se puede entender por su excelente trabajo creativo!
¡Por las emociones! Le dice Marco sonriendo.
Pero para eso. ¡Se necesita un gran amor! Prosiguió Álvaro.
Claro Pero el amor está en la naturaleza y en la vida. ¡Por eso le decía antes que tenemos que aprender de ella! Concluyó Marco.

Bueno Marco ¡Encantado de verle! Le llamaré para la nueva inauguración de la galería de Oporto. Sabe que me gustaría mucho que asistiera a la inauguración y poder contar con algún cuadro suyo.
¡Encantado de conocerla! Dijo viendo para Paula al mismo tiempo que le daba un beso en la mano despidiéndose.
¡Muchas gracias! Don Álvaro. Llámeme por teléfono que tengo un cuadro a punto de terminar y podrá contar con él para su inauguración.
¿Para cuándo es?
Para dentro de dos meses.
Entonces. ¡Podrá contar con él!
¡Estupendo! Marco.
Le dio la mano y se despidió con una sonrisa, diciéndole al camarero que estaban invitados.

¡Bueno! Se está haciendo un poco tarde y podemos aprovechar para cenar en un restaurante que está en el Paseo de Alfonso, que se llama El Castro. ¿Lo conoces? Le dice Marco.
No.
Pues ya verás como te gusta. Tiene unas maravillosas vistas de la ría y se come estupendamente.
¡Muy Bien! Contesta Paula.
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CAPITULO XVII




Aquella tarde, Dora y Horacio la habían pasado juntos. Al anochecer, se fueron hasta el club Media Luna al que Dora hacía meses que no había acudido por estar recuperándose, y querer salir de la vida que había llevado anteriormente.
Horacio la notaba nerviosa al llegar allí. Se escuchaba la música que salía del local y sufría por la soledad que poco a poco llevaba a Dora a la hostilidad con la vida, por la propia incomprensión de ella. Y acaso, un poco a la vida.
Estaba condenada a un pasado y Horacio odiaba aquella inquietud. Le gustaría que volviera a comenzar a vivir de nuevo. Había estado toda aquella tarde hablando con ella de su recuperación y lo que habían hecho todos estos días en que no se habían visto. De su hija Doro y de su yerno Julián, que la hacía bastante infeliz, enmascarando sus vidas en un mundo hipócrita y falso.

¡No te preocupes! ¡Saldrás de esta! ¡Ya lo verás! Le dice Horacio antes de entrar al club Media Luna.
No lo sé. Le contesta Dora mirando a los ojos de Horacio como temiendo entrar.
¡Claro que sí! La animó Horacio cogiéndola del brazo llevándola para dentro.

Dora, esperaba entrar y ver aquel joven alto que tanto la acompañaba, Manuel. No sabía nada de lo sucedido, y mientras iban a la barra separándose de Horacio, le dice: Perdona. ¡Vengo ahora!
Se fue directamente junto a Berta, que estaba sentada en una mesa con unos amigos.
Berta se levanta, dándole un abrazo y besándola efusivamente.
¡Qué alegría Dora! ¿Cómo estás?
Bueno. Estoy con metadona recuperándome. ¿Sabes? ¡Estoy hasta las pelotas! ... ¿Y Manuel?
¿ Manuel? Le pregunta Berta extrañada de que no supiera nada. ¿No lo sabes?
¡No! ¿Le pasó algo? Le pregunta Dora asustada.
¡Ya no vive aquí! Estuvo detenido por la policía y dejó “La cabaña”.
¿Dónde está?
En Villagarcía con sus padres.
¿Tienes el teléfono?
Berta le dio el teléfono mientras le contaba todos los detalles de lo sucedido.
¿Dices que lo cogieron a los dos días de ingresar yo en la clínica?
Sí. De repente desaparecisteis los dos del mapa.
¡Qué extraño! Exclamó Dora quedándose pensativa.
¡Fueron a por él! ¡Alguien tuvo que denunciarlo! Le dice Berta en voz baja.
Ya. Dijo Dora. ¡Es muy extraño! Bueno Berta. ¡Me voy! Que estoy con un amigo.
Llamaré mañana a Manuel. ¿Tienes algo?
¿Pero no lo estás dejando?
¡Venga Berta! ¡Que a mí me sobran madres! Le dice contrariada.
Berta le pasó una papelina que guardó con cuidado de que no la viera nadie.
¡Para dos buenas rayas te da!
¡Gracias! Le dice Dora dándole un beso y despidiéndose de ella.

Dora llegó hasta la barra abrumada por la noticia y se sentó junto a Horacio.
¿Quieres tomar algo? Le pregunta Horacio.
No sé. Bueno, dijo como sin saber lo qué pedir: Una coca cola con unas gotas de güisqui.

Horacio llamó a Armando, que se acercó saludando a Dora dándole la mano y preguntándole: ¿Qué tal Dora?
Bueno. La verdad que no muy bien. ¡Después de la noticia que me acaba de dar Berta de Manuel!
¿Quieres algo?
Ponme una coca cola con unas gotas de güisqui. ¡Qué con la mierda que me están dando no puedo beber alcohol! Dijo Dora alterada encendiendo un cigarrillo.
Cuando Armando le servía la consumición. Le dijo: ¡Venga Dora! No te preocupes por Manuel, que ya verás como no le pasa nada. Se lo montaron muy mal y el abogado creo que lo tiene fácil. Además, tiene más de un testigo.
Ya. ¡Pero a mí lo que me mosquea es como lo hicieron!
Sí. Eso no cabe la menor duda de que tuvo que ser una denuncia de alguien que tenía peso en la policía. Fue muy descarado como se lo hicieron. Le dijo Armando como sospechando de alguien cercano.
Dora permaneció sentada sin mover los labios y con la mirada fija en el suelo. La revelación tan repentina de un asunto tan importante la dejó hundida.
Horacio observaba todo en silencio.
¡Mañana tengo que llamarlo! Exclamó al cabo de un rato Y en voz alta dijo: ¡Está bien, es cierto y es así!
¿A qué te refieres? Le pregunta Horacio.
Nada, nada.
Primero tengo que hablar con Manuel. ¡Pero como sea como yo pienso! ¡Ese hijo de puta se va a acordar de mí! ¡Estoy hasta las pelotas de las artimañas y el desprecio a que me somete! Dijo muy alterada tirando el cigarrillo al suelo.

Horacio se hallaba de pie de espaldas de la barra mirando al frente. Sentía en su cabeza las palabras de ella, y moviendo la cabeza dubitativa viendo que Armando estaba escuchando. Le dice al oído: Tranquila Dora, no me parece éste el momento para que digas en voz alta lo que pasa.
¡Calla! ¿Qué va a saber? Y con ansiedad aspiró hondo como pretendiendo respirar aire para tranquilizarse.
De pronto. Con voz cansada y dando un largo trago a su copa. Dijo: ¡Es terrible vivir así! ¿Cómo puedo explicar mi humillación ante él? ¿Arrastrar en mí ruina a alguien, que aún sin merecerlo lo tiene que pagar, porque además siempre me ha querido ayudar? ¡Qué pensará el pobre!
Sólo, diciéndole toda la verdad y ofreciéndole mi ayuda, le podré devolver a él la amistad y confianza que siempre tuvo, y que ahora debe de estar por los suelos. ¿Qué debe pensar de mí? Repitió Dora
.
Horacio sabía que Dora sospechaba que Marco era el acusador de Manuel, y que por medio de su íntimo amigo el comisario de policía Justo Lebrel, llevaron a cabo la detención de su amigo. Además Lebrel, consideraría razonable lo que le pediría Marco, y le sería muy fácil darle toda la información para que de una manera rápida sacar del medio. Pero esa información, tendría que salir del grupo de amigos de Marco que conocieran a Manuel. ¿Quiénes eran esos amigos? ¿A quién podría preguntárselo?
Horacio, sabía que Dora sospechaba que alguna información hubiera podido salir de él, tal como había sido al decirle el nombre de Manuel, cuando le devolvió las llaves del coche la noche que la llevaron dormida a la alquería.
Horacio se debatió entre el impulso sentimental de tranquilizarla o de decirle la verdad, ya que notaba una actitud de desconfianza hacia él.
Sabía que Dora, no le perdonaría por nada del mundo si supiera que él hubiera tomado parte de dar alguna información para la detención. Rompería la confianza y amistad que comenzaban a tener y toda la ilusión que tenía con ella.
Esa tarde en Vigo, habían estado hablando y ella se había desahogado contándole mil cosas, sintiéndola cada vez más cerca.

Dora se levantó en silencio, y la brusquedad de su movimiento para ir al servicio sin decir nada y sin verle para la cara, hizo sentir a Horacio que en su cabeza estaba rondando la sospecha de que él, había tomado parte en la detención de Manuel.
La última mirada que le alzó mirándolo fijamente, fue de repugnancia.

Horacio llamó a Armando, y le pidió un güisqui doble mientras ella se iba. Pensaba en Marco, y que él no sólo había denunciado a Manuel por el hecho de ayudar a Dora, si no, para seguir dominándola temiendo que desapareciera. Sabía, que Marco conocía la amistad de ella con Manuel. Él mismo se había servido de sus favores a través de ella más de una vez para conseguir cocaína. Para Horacio, él era el menos indicado para denunciarlo, en el peor de los casos debía de haber hablado con Manuel y avisarle que se mantuviera alejada de Dora, ya que sabía que eran amigos.
Ya habían hablado una vez Armando y él de eso, de que Marco siempre actuaba bajo la apariencia de amor, pero lo principal para él era el dominio que podía ejercer sobre Dora, dado el carácter de ella.
Eso era lo que pensaba Horacio.

Dora volvió del servicio y miró a Horacio sin mostrar la menor señal de arrepentimiento en el rostro. Horacio observó aquellos ojos más bellos que nunca. Y le dijo: Dora, creo que te has equivocado
¿Qué quieres decir? Le dijo mirándolo muy seriamente.
Sé qué piensas, que la detención de Manuel, fue por medio de Marco y de Lebrel.
¿Lees mi pensamiento o tú ya lo sabías? Le dice imperiosamente.
Mira Dora. No quiero ofenderte y quiero que comprendas lo que te voy a decir. El día que te llevamos a urgencias, a la vuelta, camino de la alquería, paramos un momento en el club Media Luna para dejar a un joven que nos acompañó hasta allí. Manuel se acercó hasta el coche para pedirle las llaves del suyo a Marco, y saber como estabas. Después Marco me preguntó su nombre al llegar a la alquería. A mí, no se me pasó por la cabeza de que fuera a denunciarlo.
¿Entonces ya sabías todo esto?
Sí. Pero no quería decirte nada para no hacerte daño.
¿Y tú qué piensas? Le pregunta molesta.
¿Qué quieres qué piense?
Nada, nada. Concluyó Dora.

En ese momento, entran por la puerta Marco con Paula Bromsky, que camino de la alquería pararon allí para seguir su animada primera noche.
Marco no se podía imaginar que se podía encontrar allí con Dora. Pensaba que estaría en Vigo, ya que le tenían prohibido volver a los ambientes en que había estado.

Dora al verlos. Le dice a Horacio: Por favor. ¡Vámonos de aquí!

Marco y Paula se acercan a la barra junto a ellos. Dora en ese momento se levanta de la banqueta y dice mirando a los ojos de Marco con rencor: ¿Sabes el refrán ese de, no hay cosa escondida que al cabo del tiempo no sea bien sabida? ¡Nos vamos!

Horacio, paga las consumiciones y saluda a Paula y a Marco, dirigiéndoles una mirada cómplice de comprensión, por la situación en que se encuentra.
¡Hasta luego Horacio! Le dice Marco.
Paula lo mira con una sonrisa de compromiso.

Llegando Armando junto a ellos para atenderlos Les dice: ¡Buenas noches Marco!
¿Nos pones dos güisquis?
Parece que Dora está muy celosa - Le dice Paula con su acento - Y prosiguió: ¡Es muy guapa!
Armando le sirvió los güisquis, y Marco brindando con Paula, le dice: ¡Por la libertad!
¿Por qué?
¡Por la libertad! Repitió Marco. Y prosiguió todo eufórico: ¿Sabes lo qué hace libre a un hombre? ¡El querer! ¡El ser uno mismo!
¿El querer? Le dice Paula. Y añadió: ¡Pues mi padre decía que era el poder1
¿El poder? ¡Qué va! ¡Eso sólo lo da el dinero!

Paula y Marco estaban muy contentos. Él ya le hablaba de su belleza. Cerraba los ojos y la describía con total perfección. Ella reía y bebía entusiasmada con los halagos de Marco.
¡Me quedo sin palabras! Decía Paula cogiéndole la mano.
De pronto le dice Marco serio: ¡Tienes que ayudarme!
Paula asombrada. Le pregunta: ¿De qué se trata?
¡Me he enamorado locamente de una chica!
¿Y cómo puedo ayudarte si no la conozco? Le dice sonriendo llena de curiosidad.
Sí, la conoces.
¿La conozco? - Le pregunta Paula pensativa. Y dijo: ¡Ah! - Ya sé. DINA
No. Y susurrándole al oído. Le dice: ¡Eres tú!

Marco la besó en la boca. Paula lo aceptó con placer y Marco levantando su cabeza para verla, le pasó las manos por sus largos cabellos, pareciendo aún más bellos.
¿Hay alguien en tú vida? Le pregunta Marco.
Siempre hay algo en la vida. Le responde Paula.
Algo no. Le dice Marco sonriendo. Alguien.
¡Ah! Dice Paula riendo Y dándole otro beso en la boca. Le dice: ¡Ahora tú!
¿Nos vamos? Le dice Marco llamando a Armando y pagando las consumiciones.
¡Muy bien! Son las dos, y mañana tengo que estar a las once en Cangas.
¡No te preocupes! Si quieres, te llevo por la mañana hasta allí.
¡No hace falta! Cojo el barco en la Estación Marítima. Me gusta mucho el trayecto en barco por la ría. ¡A ver si mañana hace un día un poco mejor que el de hoy!
Bueno. Pues te llevo a Vigo para coger el barco.
¡Muy bien! Eres muy amable.
¿Estarás mucho tiempo en Cangas?
Unas dos horas. Es el tiempo que echo aproximadamente con cada cliente. Claro, siempre que no tenga mucho que esperar.
¿Podemos entonces quedar sobre las dos? Y te recojo a la vuelta para ir a comer hasta Bayona.
¡Qué bien! ¡Cuánto te agradezco todo esto!

Por fin llegaron a la alquería. Marco bajó a Uno, dejándolo suelto por la finca, mientras ayudaba a Paula a subir su equipaje.
Se notaba la casona caliente y que María se había preocupado de dejar la chimenea encendida. Al llegar a la sala. Marco echó unos troncos para avivar el fuego, mientras Paula se fue hasta su habitación y comenzaba a sacar las cosas de la maleta.
¿Marco, puedes venir? Le dijo Paula desde la habitación.
Marco llegando allí, veía como colocaba las cosas en el armario; vestidos, ropa interior, zapatos. Todo estaba muy bien ordenado en la maleta y doblaba todo con sumo cuidado, colocándolo en los cajones
Mostrándole un montón de frascos, tarros. Le dijo sonriendo: ¿Puedo colocar todo esto en el baño?
Ya sabes, que estás como en tú casa. Quiero que te sientes muy cómoda. Le dice Marco mientras se iba para la sala.
¿Quieres tomar algo?
¡Lo que tomes tú! Le contesta Paula desde el baño.
¿Un güisqui?
¡Muy bien!

Paula, se pasó bastante tiempo colocando todas sus cosas. Marco bajó hasta la finca para atar a Uno. Era una noche fría y no dejaba de llover.
Subió hasta la sala y preparó los Güisquis.
Paula ¿Tienes para mucho?
Al ver que no contestaba, se fue hasta el baño y vio como ella se estaba viendo al espejo. Detrás de ella, deslumbrado por su cara que veía en el espejo, y por sus movimientos de los labios y ojos, inclinada en el lavabo, la abrazó por detrás. Cogiéndole los senos mientras ella acercaba sus caderas hacia atrás, sintiendo las manos de Marco que subían por sus largas piernas.
Levantándole el vestido de flores y besándole las caderas, le baja las bragas. Ella le desabrochaba nerviosa el pantalón de espaldas a él acariciándole la entrepierna, mientras separaba las suyas para coger su miembro e introducirlo en ella. Marco la besó por todo el cuerpo hasta el cuello, levantándole la melena ardiendo en deseos.
Seduciéndola allí, de pie en el baño
.¿Vamos para la sala? Le dice Paula cogiéndole de la mano. Allí estaremos más cómodos.

Marco, sabía que había encontrado en Paula lo que no había podido encontrar en ninguna otra. Para él, era su sueño convertido en realidad, su sueño de tantos meses que la había esperado desde que su amiga DINA, le había hablado de ella. Sabía, que no se estaba engañando y estaba muy seguro de sí mismo.
Sentados en la sala frente a la chimenea. Marco saborea el güisqui cuyo sabor se mezcla con el sabor de la piel de Paula. La observaba en silencio, mientras ella le sonríe con sus grandes ojos bebiendo plácidamente. La sala estaba en penumbra iluminada por una lámpara de pié en una esquina y el reflejo del fuego de la chimenea, lo que la hacía más acogedora.

¡Mañana nos tenemos que levantar temprano! Le dice Paula atrayendo a Marco hacia ella y acariciándole la cabeza. ¡Me quedo dormida aquí con este fuego! Le dice besándole dulcemente en la frente y estirándose en el sofá, haciendo que Marco se tumbe al lado de ella.
Marco la mira, ve en su cara una triste belleza, acariciándola de nuevo. Sus labios, su lengua, sus cuerpos atenazados y nerviosos estaban tan juntos que sus alientos se confundían. Marco la besó en la boca perdiéndose en ella y se durmió apretándola en sus brazos contra él.

A la mañana siguiente Marco se despertó por la llamada al móvil de Paula. Estaba arropado por una manta que la había echado ella.
Levantándose desnuda, fue hasta el bolso que lo tenía en la silla al fondo de la sala.
Tendido en el sofá a espaldas de ella, la seguía en la ocupación de la llamada. Estaba concentrada en lo que le decían.
¿Sí? ¿Pero no es a las once? Marco se levanta del sofá y le echa la manta por su desnuda espalda y se va a la ducha.
¡Gracias! Le dice Paula con una sonrisa sin dejar de hablar. ¿Dónde entonces? ¡Espera! Y cogiendo su pequeña agenda anota lo que le decían. ¡Muy Bien! Lo tengo cargando todo el día. ¡Me había quedado sin batería! ¡De acuerdo! ¡Adiós!
Poniendo el móvil en la silla y enchufando la batería. Le dice en alta voz: ¡Menos mal que me llamó! ¡Ya son las nueve y media y estaba como un tronco!
¡No te preocupes que tenemos tiempo! ¡Acabo en un minuto! Le contesta Marco confundida su voz con el agua de la ducha.

Paula se fue a la habitación para preparar la ropa. Marco saliendo del baño. Le dice: Cogeremos el barco de las diez y media. Voy a avisar a María para que nos prepare un café. ¡Ah! ¡Tienes toallas en el armario debajo del lavabo! Y cuando abras el grifo de la ducha, no lo abras del todo, ya que sale el agua a mucha presión y con este frío, no da calentada la cantidad de agua. Si lo abres poco, hasta te quemará.
De acuerdo Marco. No tardaré mucho.

Marco se fue a la parte de abajo de la casona a buscar a María. Le dijo que les preparase el café y que avisara a Ramona que si llamaba el detective Lebrel, que le dijera que hoy no iba a estar en casa, y que ya lo llamaría para ir de caza.
¡Dígale que cuente conmigo!
María asintió con la cabeza.

Marco subió a la sala y acercándose hasta el caballete, se puso a observar el cuadro de Mitología. Abrió un poco más la contraventana para que le diera más la luz y dando unos pasos hacia atrás, se concentró en la figura de la mujer que estaba dibujando, que no era otra, que Paula Bromsky. Exclamando: ¡Perfecto, perfecto! ¡Ya la tengo¡ ¡Qué hermosa es! ¡Me faltaba el carácter!
Y en la paleta que tenía al lado con una serie de colores, echó unos de tonalidades suaves y transparentes: Ocres, azules, verdes... ¡Mañana llegará el momento de trabajar! Dijo para sí.

En ese momento entró Paula en la sala. Al verla, quedó sorprendido. Se sonríen y Marco se acerca a ella poniendo una de sus manos en la cintura, y con la otra le acaricia el rostro, para luego darle un beso en la frente Y le dice: ¡Mi amor ha vuelto! ¡Estás verdaderamente hermosa!
Paula había salido del baño con su melena ondulada mojada, y se había puesto unos pantalones de pana negros que realzaba su cuerpo esbelto, con una blusa escotada también negra que transparentaba su sujetador. Sus ojos, estaban cuidadosamente sombreados dándole a su rostro un carácter dulce y al mismo tiempo excitante.

En ese momento entra María con los cafés, y con una sonrisa saluda a Paula. Devolviéndole ella el saludo con otra sonrisa. Diciendo: ¡Buenos días!
Por señas. Le dice a Marco: ¡Voy a traer más leña! Hace un poco de frío.
Marco a su vez le dice: ¡María, procure tener la casa caliente durante todo el día! ¡Aquí en Meder los inviernos son muy fríos!
Y Paula le contesta: Al lado de la chimenea se duerme muy bien. Con el calor del fuego dormí toda la noche estupendamente.
¿Mañana por la mañana estarás ocupada?
No creo. Pero la verdad que eso depende de mis clientes, de que no tenga una cita.
¿Por qué?
¿Ves aquel cuadro que está en el caballete? Le dice señalando el cuadro. ¡Tengo prisa por terminarlo! Quería mandarlo para la inauguración de Don Álvaro a Oporto. El señor que te presenté el otro día en Vigo. ¿Te acuerdas?
¡Ah sí!
Pues aquella figura femenina, sin acabar del cuadro ¡Eres tú!
¿Sí? Le dice Paula levantándose y acercándose hasta el cuadro. Mirándolo detenidamente.
¡Me gustaría que posases! Es poco tiempo.
No te preocupes Marco. Mañana por la mañana puedes contar conmigo. Ya organizaré el trabajo.
Y volviendo hacia el sofá donde estaba Marco. Le dice: ¡Es maravilloso!

Bueno ¡Nos tenemos que apresurar que son las diez!
Voy a coger un jersey y la gabardina que hoy va a llover y hace frío. Le dice Paula.

Emprendieron una carrera hacia la estación. Para Marco era un viaje alegre, como un descanso. Estaba impaciente y su pensamiento no era otra cosa que hacer feliz a su diosa PAULA BROMSKY.
Ya no era aquel sueño de un mundo prohibido imposible de alcanzar.
Llegaron justo cuando iba a salir el barco. Paula salió corriendo del coche con su gabardina en la mano.
¡A las dos y media aquí! Le dijo Marco mientras ella le mandaba un beso con las manos.





























CAPITULO XVIII


Ahora, al acompañarla con cierta frecuencia, se enamoraba pese a su inconstante condición para el amor duradero. ¡Era su gran amor que lo enloquecía!
Cuando se venían a Vigo, gastaba el dinero “a mansalva”, para conseguir su amor aún indiferente. Paseaban juntos unas veces y luego en su coche la llevaba a diversos sitios concurridos. A veces, a sitios elegantes del mundo que ella decía que había pertenecido en cuerpo y alma. ¡Cómo si estuvieran en un mundo ideados para ellos!
Así pasaban semanas. Él, cada vez más enardecido iba a buscarla siempre a sus citas. Su fortuna la lapidaba rumbosamente ¡Sabía gastarse el dinero para la conquista de una mujer! Para él, su Venus.
Descubrió una portentosa figura de la belleza, y ahora gustaba también de su amor y su carácter de una mujer de mundo.
En Vigo como por los alrededores, disfrutaban hasta altas horas de la madrugada. No había sitio en que no estuvieran y le hizo conocer enteramente a su satisfacción todo lo que el dinero, la fama y el renombre le daban.
Largas horas sentidas y vividas en un sueño amoroso sin términos medios. Ante todo y por encima de todo.
Todos los amores anteriores ya no valían la pena, habían quedado ocultos en su mediocrecidad. Como cosas viejas destinadas a ser tiradas o guardadas en un baúl viejo, y que si salen a la luz o al recuerdo triste incierta o tímidamente es, porque añoramos un poco de nuestra juventud pasada.
Horacio Barrios y Justo Lebrel habían visto en su amigo Marco presagios, presentimientos, temores fundados en la búsqueda errante de la belleza. Pero para él, era su propia vida, su propia estrella o destino.
Su pasión, encasillada o reducida a veces indolente al estudio, complacido en un éxtasis de cansancio, cerebro, manos, espátula y pincel. Don de su persona, habilidad y cualidad en la senda escogida para triunfar de su destino, que le proporcionaba toda una serie de armonías, paisajes, o hermosas vistas.
Ricas, pobres o paupérrimas figuras de mujer adornadas en una danza de quietud, brotada por la imaginación del soñador artista.
.
Llamó Don Álvaro a Marco, para invitarlos a la inauguración de su nueva galería en Oporto. Marco le comunicó que había terminado su cuadro “Mitología” y que se lo enviaría. Advirtiéndole que el cuadro no estaba en venta, ya que lo consideraba su obra maestra.
Como todos sus cuadros iban sin su firma. Pero éste, llevaba una dedicatoria oculta. Además, le mandó una serie de retratos pequeños y paisajes, que sí los podría poner a la venta.
Marco, había dejado de visitar a sus amigos Horacio y Lebrel durante todo este tiempo, como si hubiera sido secuestrado por Paula.
Llegaban a altas horas a la alquería, pasando el día con ella esperándola y llevándola a sus citas, para después irse con ella a disfrutar de la noche.
Dora por otra parte, más de una vez había coincidido con ellos en el club Media Luna. Sus celos, la estaban llevando al gran consumo de cocaína. Había recaído otra vez como antes de ser ingresada en la clínica.
Su hija Doro la daba por imposible, y apenas se veían. También había roto su relación con Manuel, que ni siquiera pudo hablar con él, ya que su familia lo había enviado a Barcelona para que se matriculase en una escuela de música.
Se veía de vez en cuando con Horacio, que tampoco iba mucho por su casa de Las Nieves, pasando la mayor parte de los días en su apartamento, que había alquilado en Vigo.
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Una noche, estando Horacio a altas horas en El Macumba tomando un güisqui, y en la que muchas veces coincidía con Dora, la vio salir del baño sangrando por las muñecas, por causa de haberse cortado las venas con una aguja.
La llevó urgentemente al Hospital Xeral que está enfrente. Curándola por suerte al momento.
Horacio, cuando la vio salir del baño alarmando a toda la gente que había allí. Decía: ¡Por favor Dios! ¡No te la lleves!
La escena era muy dramática, cayendo sangre por toda la baldosa de la cafetería, y ella pálida llorando.
Horacio, avisó a su hija Doro al día siguiente, pero a Marco, ya no tenía sentido avisarlo, porque estaba viviendo con Paula y no quería saber nada de ella.

Doro llamó a su padre para comunicarle la noticia. Hacía tiempo que no lo veía, aunque ya sabía que estaba locamente enamorado de una mujer.
Marco. Le dijo: ¿Parece que no quieres conocer a Paula? -
¡Venga papá! ¡Tal como está mamá y tú pretendes que vayamos por ahí!
¿Pero hace cuánto tiempo que os invité a Julián y a ti para conocerla?
¡Qué sí papá! Sabes que estoy muy contenta que te sientas feliz
¿Quedamos este sábado?
¡De acuerdo papá! Esperarnos este sábado a comer.
¡Muy bien Doro! ¡Os esperamos!
¿Deberías llamar a mamá para preguntar como está?
De acuerdo. La llamaré mañana. Pero ya sabes como está desde que vive aquí Paula.
Bueno. ¡Tú llámala que está muy mal! ¡Sé cariñoso con ella!
De acuerdo Doro. Ya la llamo. ¡Pero no faltéis el sábado!

Se despidieron. Quedando para comer en la alquería.


Al día siguiente, estaba Horacio sólo en su apartamento escribiendo su novela que tenía ya bastante avanzada, después de haber acompañado a Dora toda la noche y haberla llevado hasta su apartamento una vez que la habían curado y calmado. Cansado y abrumado, repasaba lo último que tenía escrito.





CAPÍTULO XVI

Eran las dos de la madrugada, cuando encontrándose el escritor Gabriel Lomba en la cafetería Macumba, vio salir del baño a Teresa toda pálida llorando, sangrando por las muñecas...

Horacio no pudo seguir leyendo preocupado por el estado de Dora, y decidió acercarse hasta su apartamento. Encontrándose en ese momento visitándola su hija Doro.

Efectivamente. Llamó Marco a Dora.
Doro cogió el teléfono Y dijo: Mamá, es papá y quiere hablar contigo.
¡Qué se vaya a la mierda!
¡Venga mamá! ¡Ponte! Le dice Doro sabiendo que lo cogería.

Dora se levanta del sofá y va hasta el teléfono que estaba al lado de la cocina.
Doro resoplando le echa una mirada a Horacio..

¿Sí? Pregunta Dora.
Yo. Estoy bien. ¿Y tú? ¿Algo más? ¡Muy bien! ¡Gracias! ¡Adiós! Y colgó el teléfono.
Volvió hablando para sí hacia dónde estaban Horacio y Doro, diciendo: ¡Ese no sé qué coño quiere! ¡Si me dejara tranquila!

Mientras tanto, Doro hablaba con Horacio como ajenos a todo.
No sé. Le decía Doro, pero mi marido por una cosa u otra, se pasa todas las semanas algún día fuera en sus reuniones con los políticos o con los de la empresa. ¡Pero no hay semana que pase completa conmigo! Muchas veces llega a altas horas de la madrugada, ¡Y por encima le tengo que poner buena cara!
Horacio callado. Asentía con la cabeza y sonreía.
¡Todos los hombres son iguales! ¡Si tú hicieras lo mismo! Ya verías como iba a prestarte más atención. Exclamó Dora.
¡Venga mamá! ¡Tal como es él! ¡Se moriría!
¡Pues eso es lo que le haría falta! ¡Que supiera lo que es estar esperando toda la noche y por encima cuando llega, estar a su disposición!
Sí. ¡La verdad que estoy muy harta! Contesta Doro triste.
Y mirando a Horacio añadió: Bueno. Es mejor hablar de otra cosa, porque a Horacio le va a explotar la cabeza con nuestros problemas.
Horacio sonrió. Y dijo: ¡Tranquila! No te preocupes, es cosa común. Las relaciones son muy difíciles.
Y añadió Dora: ¡Lo malo que sólo hay celos cuando hay deseos! Muchas veces pienso si no es mejor morirse para dejar de sentir.
¡Venga mamá! ¡Tú siempre con tus tragedias! ¡Deberías de pensar más en las personas que te necesitamos! Le dice airada. Y añadió: ¡Parece que sólo piensas en ti y que tus problemas son los más difíciles! ¡Deberías ser más fuerte y dejar toda la mierda que tomas para superar lo de papá! ¡Para valorar otras cosas y un poco más a ti misma! ¿Sabes? ¡Yo también existo! Le dijo secándose con su mano los ojos al comenzar a llorar mientras iba al baño para que no la vieran.
Horacio se quedó en silencio y Dora toda seria. Dijo: ¡Ese hijo de puta me está haciendo la vida imposible! Y bajando la voz añadió: Por encima, ese “gilipollas” de Julián nos separa y está todo el día por ahí dejándola sola en Canido. Creyendo que lo tiene todo, porque vivan en un chalet de puta madre. No sé, ¡qué coño se cree!

Doro volviendo del baño. Le dice a su madre: Bueno mamá. ¡Me tengo que ir! Voy a llamar un taxi.
¿Quieres que te lleve? Le dice Horacio amablemente. También puedes acompañarnos tú, Dora.
¡Muchas gracias! Horacio.
¡Venga mamá anímate y damos un paseo! ¡Así sales un poco de esta grillera y tomas el aire!
¡De acuerdo! Podemos dar un paseo por la finca de Mirambell y sentarnos un poco cerca del mar.
¿Te apetece Horacio?
Sí, mucho. Y os invito a cenar por allí.
Yo no puedo. Contestó Doro. ¡Pero vosotros disfrutar de vuestra libertad!
¿No ves mamá, cómo no eres tú la única que se encuentra sola?
Dora ya tenía mejor cara. Se vio al espejo y exclamó: ¡Qué olliños!
¡Ponte guapa mamá! Le dijo Doro animándola.
Bueno. Voy a coger el coche al garaje y os paso a recoger dentro de diez minutos. Les dice Horacio.
¡Muy Bien! Te esperamos abajo en el portal.

Horacio estaba contento. Después de la noche que había pasado viendo a Dora en ese estado, ahora se encontraba mucho mejor. Sabía que le ofrecía todo su apoyo y deseaba ser una ayuda para sacarla de esa sensación de aislamiento e impotencia, que la llevaban a esos impulsos destructivos que la estaban hundiendo.
¡Un tremendo sentimiento de impotencia!

Aquel sábado, Doro y su marido Julián se acercaron hasta la alquería para conocer a Paula. Hacía un día agradable de sol, después de estar toda la semana lloviendo sin parar. Las casas que había a ambos lados de la carretera brillaban por el cálido sol que derretía la helada de la noche.
A ella, le gustaban aquellos días y salir de la ciudad. Julián encendió la radio del coche y de repente, la voz de Myck Yagger cantando en solitario Angie, invadió el coche. Subió el volumen a tope. Se sentía de muy buen humor.
Doro viendo para él, le dijo: ¡Me gusta este tiempo, me gusta Galicia! ¡Por fin te tengo este fin de semana conmigo!
Julián no contestó, concentrado en la música y en la carretera.
¡Podrías decirme tú también qué quieres! Le dice ella en alta voz.
Volvió un instante la cabeza. Y le dice sonriendo: ¡Venga Doro! ¡No te pongas así! Sabes que también te quiero.
¡Pues parece que vas con un mueble! Le dice encendiendo un cigarrillo Y añadió: ¡Ahí callado como una momia, y pensando en no sé qué!
Estoy escuchando esta canción qué me gusta mucho. Le dice él tratando de calmarla.

Doro comenzó a hablar de su madre, de cómo sería el nuevo amor de su padre.
¿Pero no habrá siquiera un “puto” psiquiatra que pueda poner bien a mamá? ¡Sólo la mierda del caballo la hace sentirse bien! ¡Joder! ¡Algún día nos faltará lo que más queremos! ¿Quién juega con nuestros sentimientos, nuestras vidas?
Eran las últimas palabras que apenas se escuchaban en aquel coche.
Mientras, Julián la escuchaba permaneciendo todo el viaje callado hasta llegar a la alquería.

Al llegar, como siempre Uno, ladraba dando el aviso de la llegada de los visitantes. Doro se acercó soltándolo y él corría de alegría.
De pronto, apareció Marco con Paula de la mano. Julián la vio de arriba abajo sorprendido por su gran belleza.
¿Verdad que es bonita? Dijo Marco sonriendo.
¿Te quieres callar de una vez? Le dice Paula sonriendo tapándole la boca con la mano.
Doro le dio un beso saludándola y Julián hizo lo mismo sonriendo, al mismo tiempo que decía: ¡Muy guapa! Encantado de conocerla...

A Doro, le molestaba muchísimo la manera de tontear que tenía Julián con todas las mujeres. Cogió del brazo a su padre, separándolo de ellos y le dijo en voz baja: Éste, siempre tan hablador y simpático con todas, y conmigo, acababa de hacer un viaje de cuarenta kilómetros, sin abrir la boca.
¡Venga Doro! Le dice Marco dándole un beso y sonriendo: ¡Sales a tú madre! ¡No seas tan celosa!
¡Papá! ¡Una cosa es ser celosa y otra idiota!
¡Venga Doro! ¡Tengamos la fiesta en paz! ¡No le des importancia!
Claro. ¡Hay qué aguantar!
¡A ver si podemos disfrutar un poco de paz! ¿Quieres hacer el favor? Le dijo Marco en voz baja echándole una mirada imperativa, para que acabase con aquella conversación.

En aquel momento, aparece la criada Ramona que salía del gallinero con un pollo recién sacrificado en los brazos, Aún caliente pataleaba con movimientos incontrolados, goteando sangre en aquel trapo que tapaba su cabeza suspendida en aquel cuerpo, que agonizaba
Aquella figura esbelta de Ramona, toda vestida de negro y con aquel semblante indiferente, frío, hacía que se asemejara a la muerte, haciendo participe a todos de aquel proceso que a Doro le afectaba de manera especial.
Hasta el punto, que odiaba aquella mujer.
Doro al verla pasar, apartó la vista. Ramona levantó la mirada viendo a los demás con una sonrisa tímida, culpable de aquella situación, que a Doro sobrecogía y que para ella era tan normal.
No podía soportarlo, no probaba la carne, ni siquiera podía entrar en una carnicería. El olor le producía arcadas. Ya de pequeña, desde aquel día que le marcó para toda su vida, cuando celebrando su cumpleaños, le dijeron que estaban comiendo aquel gallo que veía todos los días en la finca.
Sintió como si fuera de goma, como si lo masticara y devolvió toda la comida sobre el mantel sin darle tiempo de ir al baño.
Tampoco soportaba a su marido Julián, cuando comía ansiosamente aquellas chuletas de carne que tanto le gustaban casi crudas.
Lo veía tragando, engullendo no solamente al pobre animal. También su sufrimiento.
Era así de susceptible y le afectaba a su salud.

¡Ven aquí Uno! Llamó Doro al perro como si no le pasara nada.
Mientras, Paula reía las bromas de Julián, a espaldas de ellos.
Uno no obedeció, corriendo de un lado a otro olfateando contento de la llegada de los invitados. Alzándose sobre las patas traseras en Marco que le decía a Doro que lo atara.
¡Deja al pobre animal correr! Le dijo Doro haciéndole una caricia por todo el lomo.

¿Queréis entrar a casa, que María nos preparó uno de sus cocidos especiales? Les dijo Marco. Y añadió: Abriremos una botella del vino de este año para celebrarlo. ¡Cosecha de la casa! Y para ti Doro: ¡Los grelos que trajo Pedro de Ordenes, con patatas de nuestra huerta!
¡Qué bien papá! ¡Cuánto me apetecen! ¡Este año aún no los he probado! Le dice viendo a Paula con una sonrisa mientras la cogía del brazo para llevarla dentro de la casona.
Julián y Marco se quedaron un poco rezagados hablando:
¿Qué tal Marco? ¡Hace tiempo que no nos vemos!
¡Pues la verdad que no me puedo quejar! Estoy pasando por un momento de mi vida muy bueno. ¿Sabes? Hay momentos en la vida de un hombre, que parece como si la vida te recompensase con todo lo que has soñado y se vuelva realidad. Y continuó Marco hablando lleno de satisfacción: Ahora acabo de mandar mi cuadro.
¿Mitología? -
Sí. Y prosiguió: A una inauguración de una galería de arte en Oporto, con unos dibujos que tenía de una serie de retratos y paisajes de la vendimia.
¿Tienes obra para vender?
La verdad que no. El cuadro Mitología no lo vendo y lo demás que valga un poco la pena lo mandé a Oporto. Tengo ilusión para que a Don Álvaro le vaya bien con su nueva galería en Portugal.
¿Por qué me lo preguntas?
El otro día, estuve con un cirujano de Bilbao que estaba interesado en comprarte un cuadro
Dile, que se acerque hasta Oporto. Ya te daré la fecha de la apertura de la galería. Hablaré con Don Álvaro para que le mande un catálogo. Vivimos en una sociedad mercantil y a mí no me gusta poner precio a mis obras. Además, creo que de todo esto procede todo el mal que existe en el arte.
¡Hace tiempo que dejo todo eso en manos de ellos que son los que saben hablar de dinero! Dijo Marco sonriendo subiendo hacia la casona dónde los esperaba Doro y Paula para sentarse en la mesa.

La comida se vio interrumpida por una llamada al móvil de Paula. Disculpándose, se fue a su habitación para hablar
¿Sí? ¡Ahora no puedo! Es lo único que escucharon
Marco comentó: ¡No la dejan tranquila ni el sábado!
Doro dijo para sí en voz baja: ¡Qué raro! ¿También los sábados trabajan?
Sí, y más de un domingo. Si no son los clientes de por aquí, la llaman del laboratorio de Barcelona. Le dice Marco que la había escuchado

En ese momento vuelve Paula. Y exclama: ¡El Martes no duermo aquí cariño! Tenemos reunión con el Delegado general en La Coruña.
¿No ves Doro? El trabajo muchas veces obliga ausentarse Le dice Julián sonriendo viendo para ella y buscando el apoyo de los demás.
Sí. ¡Además los comienzos siempre son difíciles! Añadió Marco. Y prosiguió: ¡La independencia es el poder y la libertad! Por eso le digo a Paula que no deje su trabajo Sabe, que si quisiera ahora, no tendría necesidad de estar sacrificándose para que dispongan de ella en cualquier momento.
Claro. Respondió Julián. Y añadió: Además todo eso, tendrá en su momento su recompensa. La gente de empresa lo que más valoramos es la disponibilidad del trabajador para con su trabajo. Y concluyó sonriendo: ¡Los qué viven mejor son los artistas como tú padre!
¡Desde luego! Contestó sorprendentemente distraída Doro. Desde luego... Y añadió: ¿Qué harías tú si estuvieras en mi caso? Le dijo intencionadamente con cara seria a su marido. ¿Tomarías alguna medida seria?
Él la miró de una manera comprometida. Viéndose en la obligación de responder.
Entonces ¿Qué harías? Le insistió Doro.
Marco para suavizar la conversación dijo bromeando: ¡Se buscaría otra mujer!
¡Venga papá! ¡No me hace ninguna gracia!
Doro ¿No ves que es una cosa qué pasa con mucha frecuencia? Dijo Julián.
¡No estoy tan segura! Dijo para sí, en voz baja.
¿Os ha gustado el cocido? Pregunta Marco para cambiar de conversación.
¡Ha estado estupendo! Contestó Julián. Asintiendo Paula con la cabeza.

Mientras Doro cogía el tabaco en la mesa del fondo. Pensaba que había mucha vanidad en aquel hombre con quién compartía su vida, Que Julián era el prototipo de hombre muy encantador con aquellas mujeres que trataba de conquistar, pero que con ella, era una persona muy superficial y hasta la tomaba de tonta.
Él, por el contrario la tomaba de egoísta y dominadora. No entendía nada. Creía que debería de admitirle todo...
Se quedó absorta viendo por la ventana cómo la tarde ya había caído. Sólo una pequeña luz, se veía a lo lejos por encima de los árboles a lo lejos de la finca en el horizonte. Cerró los ojos cansada y se acordó de aquellas letras escritas por su amigo Rogelio, que tenía en su diario:


Tarde crepuscular vacía...
Queda aún rocío en la hierba hojarasca
Y en la meseta baldía, nacen los pensamientos.....
Al pisar el pequeño bosque de senderos aún húmedos
Diría ahora, reminiscencias de Amor
´ Perdido en sueños de melancolía.
Como el sol, que se pone por entero y al volver seguirá soñando todavía.
Pues la noche se torna en el sendero, antes de que llegue el caminante
Que sueña y ansía amor.
Aunque todo es fantasía.


¿En qué piensas hija?
¿Qué estás dibujando ahora papá?
Nada. Acabo de embalar el cuadro de Mitología para la exposición de Oporto.
¡Qué extraño!
¿Extraño? Acabo de terminar el cuadro que para mí es el mejor que he hecho, inspirado en el amor. Además, cada vez me cuesta más pintar. Antes, sólo con la luz y el día, ya me inspiraba. Sin embargo ahora, me es mucho más difícil.
Y acercándose a Doro. Le susurró al oído: ¡Estoy enamorado!
¡Qué tontería! Le contestó Doro seriamente.

Secretos de padre e hija. Dijo Marco sonriendo hacia Paula y Julián, mientras la cogía del brazo y la traía junto a la mesa dónde estaban ellos.


























CAPITULO XIX




Aquel Martes, Marco llevó hasta la Estación de tren a Paula Bromsky,
despidiéndola en la puerta y quedando en recogerla al día siguiente.
Por la noche. Marco se fue a la alquería a dormir cansado. Esperando feliz la llegada del día siguiente, para ir a buscar a Paula a la Estación

Eran las diez de la noche, y Marco vio que no llegaba en el tren de La Coruña. Impaciente se fue a información para preguntar si era el último tren. Le respondieron que de La Coruña, llegaría el último a las once cuarenta y cinco.
La llamó al móvil varias veces, pero lo tenía desconectado.
¡Qué raro! Pensó Marco esperando en la cafetería de la estación. Posiblemente habrá perdido el tren y llegará mañana. Dijo para sí mientras apuraba el café que estaba tomando.
Pero tampoco apareció en el último tren. Llamó a la alquería y habló con Pedro el casero preguntándole si había llamado.
Sí. Don Gonzalo. Llamó poco después de salir usted de casa diciendo que hoy no podría venir, y que ya le llamaría.
¿Pero no le dijo dónde estaba?
No Don Gonzalo. Sólo me dijo que le avisara que hoy no vendría y que ya lo llamaría. Marco se quedó en silencio un rato pensativo.
¿Don Gonzalo?
¡Ah sí! Mire Pedro. Le volveré a llamar más tarde por si vuelve a llamar. Esté atento al teléfono de su casa y si llama, dígale que estoy en la Estación. Qué estaré ahí dentro de una hora.
¡Muy bien! Don Gonzalo.
¡Ah! ¡Dígale que vuelva a llamar y que conecte su móvil!
De acuerdo Don Gonzalo, de acuerdo.

Marco se fue impaciente para la alquería. Sólo quería estar cerca del teléfono, porque estaba seguro de que lo llamaría.
Estuvo esperando hasta las tres de la madrugada, llamándola a cada momento al móvil, pero seguía desconectado.
Paula no lo llamó.
Se fue hasta el club Media Luna, ya que no podía conciliar el sueño y estuvo bebiendo hasta que cerraron el local.
De vuelta a la alquería se fue a la habitación de Paula, dándose cuenta de que apenas había dejado ropa en el armario. Los tarros del baño también se los había llevado, dejado solamente los imprescindibles. No le dio mucha importancia ya que tampoco había llevado mucha ropa a la alquería.

A la mañana siguiente sonó el teléfono y lo cogió impaciente
¿Diga?
Hola Marco. Soy Paula.
¡Por fin Paula! Dijo Marco emocionado esperando su llamada.
¿Dónde estás?
En La Coruña. Y añadió después de una pausa: ¡Ya no nos volveremos a ver!
¡Qué dices! ¿Estás de broma?
No Marco. Te lo digo en serio. ¡Olvídate de mí!
Pero... ¿Por qué?
Mira Marco. No es el momento.
¿Hay otro hombre?
Ya hablaremos cuando pasen unos días.
¿Pero cómo me puedes hacer esto? ¿Pero dime si hay?
Paula le colgó el teléfono.

Marco la llamó al móvil inmediatamente. El teléfono estaba desconectado. Hubo silencio. Pensó Marco que no la conocía, ni tampoco lo que podía hacer. En ese momento entró en la habitación María la sirvienta sordomuda. Marco hizo un gran esfuerzo para no estallar cerrando los puños y mordiéndose los labios.
Se dio cuenta de que a Marco le pasaba algo, y le preguntó por señas si se encontraba bien
Marco le contestó que lo dejara por favor.
¿Y Paula? Le preguntó por señas.
Marco palideció Y le dijo: Por favor María. ¡Déjeme tranquilo!
María se fue sabiendo que no era el momento para preguntas.

Marco estaba sentado en el sofá sin levantar la cabeza. Para él aquello era cuestión de amor propio. Estaba mirando impasible el fuego de la chimenea. Se sentía humillado en el fondo y toda aquella ilusión la había perdido, y no quería ya ni saber por qué. Tenía rabia de sí mismo.
Decidió llamar a su mejor amiga por teléfono:

¿Está DINA?
Sí. Un momento.
¿Quién es?
Hola DINA. Soy Marco.
¿Qué pasa Marco? Le dijo DINA notando en su voz algo raro.
¡Paula acaba de irse!
¿Qué le has hecho? Le dijo DINA bromeando.
No lo sé. Se fue a La Coruña el martes por la noche y hoy llamó para decirme que me olvidara de ella. Colgándome el teléfono. Yo traté de ponerme en contacto con ella pero tiene el teléfono desconectado.
¡Qué extraño! ¿Pero no te dio ninguna explicación?
Nada en absoluto. Lo único que me dijo es que me olvidara de ella. Quedó en llamarme dentro de unos días.
¡Joder! ¡Qué extraño!
No sé. Es como si hubiera pasado por mi vida y no la hubiera conocido. ¡Eso es lo qué más me duele! Le dijo Marco con amargura.
Lo siento Marco. No sé qué decirte. Es una putada. Pero no te desesperes. Tienes que seguir adelante y personas que actúan así no valen la pena. ¡Mejor que desaparezcan! ¡Tú no te mereces eso! ¿Mañana nos vemos? Hoy tengo que salir para Santiago y me es imposible. ¡Anímate Marco! Un beso y llámame mañana.
De acuerdo DINA. Gracias.

Tan pronto como colgó el teléfono. Lo llama su hija Doro.
¿Qué tal Doro?
Bueno. Regular.
¿Qué pasa?
Te llamo para pasar el fin de semana ahí. ¡Estoy harta de Julián!
¿Pero qué te pasó?
Nada, que estuvo el martes fuera por sus mierdas de negocios y el miércoles cuando vino, lo encontré muy raro.
¿Raro?
Sí. Apenas sin hablarme y cuando me hablaba, todo el tiempo preguntándome que tal me caía Paula. Sí me gustaba. No sé. Parecía como si le gustara o la echase de menos.
¡Venga Doro! A lo mejor son apreciaciones tuyas.
Además, continuó Marco. ¡Esa ya no está!
¿Cómo? Le preguntó extrañada Doro.
Eso. ¡Qué no está! Se fue el martes y llamó para decirme que me olvide de ella.
Bueno papá. Yo no quise decirte nada, pero a mí me parecieron un poco raras todas esas llamadas al teléfono. ¡Hasta los Sábados!
¿Seguro que trabajaba en lo qué decía?
¿Qué quieres decir? Le preguntó Marco enojado.
¿Indagaste algo?
¿Seguro que se llama Paula Bromsky?
¡Venga Doro! ¡No te montes películas!
Bueno papá. No te preocupes Ya hablaremos este Sábado.
De acuerdo Doro. ¡Ven cuando quieras! ¡Ah! ¿Qué tal tú madre?
La pensaba llamar ahora después de hablar contigo. Después de la última recaída está un poco mejor.
¿Sabes? Horacio la ayuda bastante.
¿Horacio?
Sí. Es que ahora como tiene alquilado un apartamento allí cerca, se ven con bastante frecuencia.
Ya. Coincidí con ellos el otro día en el club Media Luna.
Bueno papá. Te dejo. Voy a llamar a mamá. Espérame este fin de semana Un beso.
¡Ah! Dile a DINA que pasaré por la tienda esta semana para comprarle un detalle a mamá por su cumpleaños.
¡Es verdad! El cinco de Abril. Un beso Doro. Te espero el sábado.

Marco se fue hasta la cocina a buscar a María. Y le dijo: ¡No estoy para nadie!
María asintió con la cabeza. Algo pareció preocuparla.




























































SEGUNDA PARTE



































CAPITULO XX




Aún no había recibido noticias Marco de la refugiada extranjera Paula Bromsky. Cuando ocurrió un crimen que desarticuló la paciencia del balneario y la ciudad. Los medios de comunicación empezaron a dar noticias del crimen con hipótesis y otras cábalas, cayendo como una bomba en los círculos de Bellas Artes y en todos los ámbitos conocidos y desconocidos. Corría la noticia como un reguero de pólvora, era por decirlo así, el crimen más importante en muchos años atrás.
Ocurrió lo inesperado, cuando aún estaba reciente la ruptura de las relaciones entre Paula Bromsky y el pintor Gonzalo Marco.
Aquel crimen que ocurrió de una forma inesperada conmovió a todas las amistades y a las numerosas relaciones de Marco.
Los periódicos comentaban la noticia de una manera especial, extraordinaria, por la índole artística del pintor Marco -
Rodeado del misterio de la noche, cuando regresaba el pintor de la ciudad sumido en las luces y aún con el vaho. Con la alegría alocada del champagne y del recuerdo de una bacanal para olvidar el mal de amores producido una semana antes por la ruptura con Paula Bromsky. Enardecido al volante, después de la diversión ya cerrada la noche, con viento y lluvia. Ocurrió el sangriento asesinato.
Cuando ya había salido del coche para guardarlo, y abrir el garaje para dirigirse a la puerta con su respectiva llave de la que era portador en su múltiple llavero, fue asesinado

Fue brutal. Uno o más golpes con una barra de hierro u otra cosa contundente dados en la nuca, hundiéndole una parte del cráneo. De espaldas a toda persona y defensa, agarrado fuertemente al llavero con que abría la puerta de su propia felicidad en una no muy lejana fecha, para dar cima a sus sueños de amor y arte. Acomodar a Paula lo mejor posible, y con ella dar fin a su quimérico cuadro y a su completa felicidad aún no lograda, que la obstruyera días antes.
Ladraba terriblemente el perro horas antes. Después de mucho tiempo, fueron avisados los caseros que vivían bastante cerca y la sirvienta María sordomuda.
Toda la paz de aquella casa y del Balneario estaba alterada por un crimen. Tal vez pasional o misterioso.
La máquina policial estaba ya en movimiento. Luego los primeros trámites, las pesquisas, diligencias e indagaciones derivadas del caso.
Después de haberse personado el juez con sus formalidades, todo el pueblo y comarca sabían la noticia que había circulado, y los medios de comunicación otra vez con la noticia del asesinato de Marco. Artista inigualado por sus maestros.
La semana siguiente del asesinato, no se habló ni se escribió más que del pintor. Artículos especiales en los periódicos, televisión, radio. La lamentable pérdida de uno de los primeros artistas que había triunfado ya en vida, y ahora en la posteridad.
La gasolinera, el Balneario, los cafés principales del pueblo fueron consultados. En fin, todo lo que pudiera tener relación con un suceso de esa categoría.
Su coche pasaba con frecuencia en aquellas horas y otros parecidos, siempre igual, hasta la madrugada.
Quedaban como presuntos sospechosos: La sirvienta sordomuda, los caseros, modelos, gentes de vivir oscuro ajenos quizás al asunto, indeseables etc. Que formaban parte cuando de aquel dédalo o grávido laberinto cuando escasea la amistad, el dinero, el trabajo...
La policía comentaba de ciertos amores escabrosos o fáciles, que a veces traía de la ciudad a horas avanzadas, intempestivas de juerga por Vigo en los sitios más conocidos, o de las muchas mujeres que muchas veces posaban de noche como modelos, u otras de un mundo desconocido que no eran precisamente de las que existían a la luz matinal y que frecuentaban el Balneario.
Sitios en el día o en la tarde, que se encontraban para esperanzas claras, dignas, diáfanas, diversiones sanas, sin trabas ni cortedades, pero con otros alicientes.
La policía seguía trabajando y se había percatado de que Marco fuera un hombre que había tenido una vida bastante disoluta o marcadamente nocturna, exponiendo su bien ganada reputación artística a ciertas censuras en los círculos artísticos y sociales.

En las visitas del detective antropólogo Lebrel al estudio dónde lo había visto trabajar, como conocedor de rasgos humanos, había notado con la calidad artística de que hacía gala Marco en toda su obra, evidentes fisonomías. Fiel reflejo de muchas personas vivientes.
Era por decirlo así, como una identificación idealista de un arte concreto a la luz, como si fuera sutil o espectral imagen al principio en el boceto, para después ser, una transformación de espesura superficial o ligero colorido, gracias a su gusto y parecido en la forma definitiva de una persona. Así pudo localizar algunas fisonomías.
Las investigaciones iban cada vez en aumento. La policía se perdía en pistas imprevistas, distantes a veces del sentido común de la verdad. Creían que era todo debido a que el pintor físicamente era un ser tremendo, endiablado, maníaco, en que en ciertas noches empobrecido su ánimo artístico, se convertía en un ser extraño. Agitado androide, extraviado en anales de estudios inconcretos.
Habladurías, murmuraciones que posiblemente hacían hincapié en que Marco, se veía precisado a descansar de su trabajo con drogas alguna vez que otra.

Al antropólogo, le molestaban de continuo con consultas sobre el asesinato; llamadas telefónicas, visitas etc. Todo girando en el torbellino de un crimen indescifrable. Por estas causas, decidió llevar el caso como había prometido a sus amigos, él solo, para hacer las cosas más secreta.
Reducir todo lo posible la actividad policial, a lo mínimo indispensable.
Para Lebrel, desde el primer día que se hiciera amigo del pintor Marco, por ser un hombre de rasgos tan duros o acusadamente dignos de estudio antropológico, le daba lugar a pensar en una transformación impersonal, como si pudiera ser posible una doble vida.

Lebrel, pondría en juego todos sus recursos. En la policía se comentaba, que si se ocupaba del caso Lebrel, era echar toda “la carne en el asador”.
Aunque fuese él solo, Lebrel tenía ya un personaje encartado en el crimen. - DORA.-

Esto pensaba en su casa, con un libro en las manos que no podía leer abstraído en los hilos del crimen.
Las preguntas que se hacía Justo Lebrel, las sacaba del libro que trataba de leer, y que era como un cuestionario que los criminalistas habían elaborado para aplicar en los casos más difíciles y complicados.


Se denominaba el Heptálogo del investigador. Los siete puntos de oro, cuyas respuestas acertadas a esas siete preguntas, proporcionarían el esclarecimiento del crimen. Los ingleses les llaman las siete “ W “
What? Who? When? Where? What way? What with? Why?
Así, que antes de preguntarse. ¿Quién fue? Debemos responder a:
¿ Qué sucedió?
¿ Quién es la víctima?
¿Cuándo ocurrió?
¿ Dónde ocurrió?
¿ Cómo ocurrió?
¿ Con qué ocurrió?
¿ Por qué ocurrió?

Para Lebrel. Sólo tres preguntas conseguían tener ya respuesta. Quién era la víctima. Dónde se había cometido el asesinato y Cuándo había ocurrido.
A la segunda pregunta de este heptálogo: ¿Quién? Había una respuesta que podía ser incompleta, ya que Dora estaba en estado de coma por una sobredosis y no daban los médicos muchas posibilidades de que se salvara, pudiendo ser entonces dos víctimas.
Pero lo que sí era seguro, de que la víctima era su gran amigo Gonzalo Marco. Pintor rico y famoso.
A la tercera pregunta con respuesta era. ¿Cuándo? Había ocurrido el día cinco de Abril, sobre la una de la madrugada.
A la cuarta pregunta ¿Dónde? El brutal crimen había ocurrido en su casa. Exactamente en la puerta del garaje.
Lebrel, consultaba en su bloc de notas los dibujos que realizaba y escribía con relación al crimen.
-
CRIMEN EN LA ALQUERÍA Tenía subrayado en su libreta.

Lebrel, tenía un fuerte dolor de cabeza y estaba sumido en una gran depresión. Sacaba fuerzas imposibles para resolver el caso de su gran amigo Marco.
¡Pobre Marco! Decía para sí.
Echaba de menos el poco tiempo que había pasado con él en los últimos días, debido al entusiasmo qué vivía su amigo por la llegada de su “diosa”. Quizás, cómplice de su asesinato.
Para él, todos eran sospechosos, excepto su amigo Horacio, que había estado el día del crimen en Vigo y estaba destrozado por la muerte de su amigo. Encerrado todo el día en el apartamento escribiendo su novela.-
Horacio tenía escrito en su avanzado capítulo XX:

El escritor Gabriel Lomba, hablaba con el comisario Germán Villalobos de la muerte del gran pintor Marcelo Linares, recordándole, que la noche anterior del asesinato, había estado con su mujer Teresa y que la había encontrado muy contenta y bella, por el regalo de unos pendientes de su hija Maica por el día de su cumpleaños fatídico, día del sangriento asesinato. Ahora ella se debatía entre la vida y muerte........



Lebrel, recordaba aquella tarde que habían estado con él y Marco en su casa, hablando de su proyecto común. Del entusiasmo con que Marco hablaba de su cuadro Mitología, y de la llegada de su obsesión Paula Bromsky. De las últimas palabras que escuchó de Marco por teléfono, emocionado por su llegada y del poco tiempo que había durado aquella relación que él había soñado.
Tendría que dar respuesta a otras muchas, para dar las respuestas definitivas a las siete preguntas fundamentales que tenía subrayadas en su libreta, para esclarecer el crimen.
Su instinto le llevaba a sospechar que pudiera ser un crimen pasional. Así todo, no le gustaba a Lebrel dar respuestas fáciles a lo que en principio era un crimen que no había pruebas en el lugar del suceso.
Sí pensaba en eso era, porque se acordaba del cuadro Mitología del que el pobre Marco había hablado con tanta pasión aquella tarde:
Los hombres se matarán por la belleza, que los hará enloquecer. Decía Marco.

Lebrel solitario en su sillón de su pequeña casa repleta de libros pensaba en todas estas consideraciones con una taza de café.

De pronto sonó el teléfono.
¿Diga?
¿Señor Lebrel?
¡Hola Agustín!

Era el detective amigo suyo que había colaborado fuera del concurso de la policía, para no llamar la atención.

Dora murió.
Lebrel quedó en silencio... Y al cabo de un rato preguntó: ¿Dijo algo antes de morir?
Sí. Señor Lebrel. Aparte de lo que decía ayer de. ¡Fui yo quién lo mató! Y cosas incongruentes que no se le entendían.
¿Qué cosas?
Cómo para destruirte en mi pensamiento. Poco antes de morir y entrar en coma irreversible, pronunció, balbuceó en un definitivo suspiro hacia ella: ¡Por fin, por fin! Ella, ella.....
Pero... ¿Quién coño era ella? Dijo Lebrel airado.
La belleza. Fueron sus últimas palabras.
Bueno, Agustín. ¡Espéreme ahí!
¿Quién está con ella?
Su hija y su marido con una señora que se llama DINA.
¡Están destrozadas!
Dígales por favor, que me esperen. ¡Salgo inmediatamente! ¿En que habitación están?
En la planta cinco. Habitación cincuenta y tres.
¡Usted no se mueva de ahí!
Muy bien, Señor Lebrel.

Llamó a un taxi y se fue camino del hospital. Durante el trayecto pensaba. La criminal Dora había asegurado que lo había matado con la llave inglesa que efectivamente encontró la policía, había asegurado que había sido con “eso”. Era posible.
No había duda de que Dora había estado allí la noche del crimen; como criminal propiamente dicha o como ayudante del criminal. La llave inglesa, que era con lo que posiblemente se había realizado el crimen, ya la había recogido la policía del suelo donde yacía el cuerpo de Marco. Las huellas habían sido materialmente borradas por la lluvia que caía con bastante fuerza aquella noche. No obstante, hubiera podido realizarse con otro objeto cualquiera parecido.
Si había cómplice, ¿Por qué no lo delató? Probablemente tendría miedo. ¡Qué sé yo! Quizás quería ser ella sola la que se responsabilizara del crimen. Así lo declaró a la policía antes de morir.

Pero un detective como Lebrel, sabe demasiado seguro o positivamente, que a una modelo enferma intoxicada que confiesa un crimen, es fácil que la cojan o que se valgan de ella para ejecutar una orden, un crimen, o cualquier cosa para despistar.
Podía ser... Pensaba Lebrel. Entonces, supondría que habría cómplices. Otra vez los interrogantes bullían en la cabeza pensadora del gran Lebrel.

Al llegar al hospital, lo primero que hizo es darle el pésame a Doro y a su marido. Saludando a DINA que les acompañaba en ese momento.
Doro estaba llorando y fumando sin parar en un balcón que daba a la calle de la habitación, en la que había pasado los últimos momentos su madre.

Siento mucho la muerte de su madre como la de su padre. No tengo palabras para expresarle en estos momentos tan dolorosos. Su padre era un gran amigo mío.
¡Fue horroroso!
Trataré de poner todo por mi parte para que todo se esclarezca y causar las molestias menos posibles. Tendré necesidad de su cooperación
Doro asintió con la cabeza. No tenía fuerzas para hablar, no paraba de llorar. DINA y su marido Julián hacían lo imposible para consolarla.
Muchas gracias señor Lebrel. Balbuceaba Doro secándose los ojos.

En ese momento, entró una enfermera con una pequeña bolsa de plástico, con las pocas pertenencias que tenía Dora en sus últimos momentos. Entró en la habitación DINA para recogerla, y se la dio a Doro, que sacando de aquella bolsa unos pendientes de plata con forma de D, los acarició y se los puso diciendo: Se los regaló papá el día de su cumpleaños y el día en que lo asesinaron.
Sí. Los compró por la mañana en la tienda y se los llevó ese mismo día a su apartamento. Dijo DINA.
A lo mejor podían volver a ser felices. Dijo Doro y prosiguió. Desde que se fue esa “tal” Paula, papá estaba mal y mamá estaba más contenta porque se veían más. El día de su cumpleaños, mamá estaba muy feliz por los pendientes que papá le regaló, ya que hacía tiempo que no había tenido un detalle cariñoso con ella, y también porque iban a celebrar el cumpleaños juntos. Hablé por la tarde con ella y quedaron para verse en el club Media Luna. Después, no sé lo qué pudo pasar... Pero... ¡Fue horrible!
Perdone Doro ¿Estaba en Vigo su madre cuando habló por teléfono?
Sí, estaba en el apartamento.
¿A que hora la llamó?
Serían sobre las cuatro de la tarde.
¿Usted estuvo en el apartamento de su madre después de lo sucedido?
No. Señor Lebrel. ¿Por qué?
Tendría que ir allí. ¿Sabe Doro? Cualquier detalle de los últimos momentos de su vida puede ser muy importante para el esclarecimiento de lo sucedido. ¿Tiene las llaves?
Sí. Señor Lebrel. No dude que le daré todas las facilidades para su trabajo.
¿No le importaría ir ahora mismo? El tiempo es fundamental en la investigación. ¡Ah! ¡No toquen nada del apartamento!
De acuerdo. Le esperamos en el portal. En la calle Bolivia veinticuatro.
Muchas gracias Doro. Tenemos que sacar fuerzas para salir adelante.

Lebrel les dio la mano y salió para el apartamento acompañado de Agustín, que prudentemente lo esperaba fuera de la habitación. No tenían más remedio que ir hasta el apartamento de Dora, por ser ella, la que estaba ligada hasta ahora exclusivamente en el crimen

Llegaron Lebrel y Agustín al bloque de apartamentos en la calle Bolivia. En el portal estaban Dora y DINA esperando.

Mi marido espera en el coche. Dijo Doro.
¡Muy Bien! No hace falta que subamos todos.

Al girar la llave del apartamento hubo un silencio... Al entrar, se encontraron con el apartamento todo desordenado.

Por favor. ¡No toquen nada! - Dijo Lebrel amablemente cuando Doro se acercaba para separar el cubo de la basura que estaba al lado de la puerta de la entrada
Y añadió; ¿Saben? Por la basura se conoce la vida de las personas.
¿Por la basura? Dijo Doro extrañada
Sí, por la basura. Le respondió Lebrel viendo para el cubo. Allí se veían una jeringuilla, algodón, trozos de limón...
No encontraron nada en particular. Ropas de más uso, ropas menudas en el armario, alguna que otra ampolla vacía, agujas hipodérmicas, jeringuillas. Cosas sin importancia y no demasiado relacionadas con el brutal crimen.
Encima del sofá, había una hoja escrita. Lebrel la leyó por encima y se la entregó a Doro que estaba de pie abrazada con su amiga DINA. Comenzaron a leerla juntas:





Día 4 de Abril. 6 de la mañana

Aquí en mi cuartito lleno de colorido por doquier, para mí como un pequeño camarote de un barco que navega surcando tempestades que inevitablemente son parte de la corriente del mar.
Así transcurren noches y amaneceres enteros llenos de ilusión como de tristezas y preguntando ¿Por qué?
Así las grandes olas del mar van modelando tú barco como si de barro se tratase. Pues como el barro nacido de nada más o mucho más, que de un puñado de arcilla puede crear forma.
Mis palabras no son poéticas, pero sí reflejan un estado de ilusión que muchas veces se ve forjado por los grandes e inevitables pasos de la naturaleza muerta y viva a la vez.
Me preguntas acaso si estoy triste. Te diré que no sé, pues no tengo la respuesta, pero llegará algún día ya no muy lejano que te podré contar cosas para mí y para ti completamente desconocidas.
¿Cómo curar mi ansiedad?
Sólo perdurando voy viviendo, pues casi no puedo seguir los pasos de mí corazón para mí tan real como es el que le da vida a todo mi ser.
¿Por qué nos encontramos solos?
Porque nos dan y no nos dejan.


DORA


Doro, dobló aquella hoja con sumo cuidado dándole un beso. La guardó en el bolso mientras lloraba con DINA desconsoladamente.

¡Pobre mamá!
Lo siento... Dijo Lebrel. Sé que son unos momentos muy difíciles pero no tenemos más remedio que indagar en todos los detalles relacionados con el suceso.
¡No se preocupe! Señor Lebrel.
Ustedes por favor, serán mejor que no vengan estos días por el apartamento hasta que terminemos las investigaciones No se preocupe Doro, que estaré yo siempre presente y con usted delante.
De acuerdo. Señor Lebrel.
Lebrel dirigiéndose a Agustín. Le dijo: Mañana tenga todo preparado para tomar las huellas.
Sí, señor.
¿Me puede dar su teléfono Doro? Así le avisamos para quedar con usted.
Doro, sacó una agenda y con un pequeño lápiz anotó el teléfono.
Muchas gracias. Nos podemos ir. Dijo Lebrel y añadió. Estos días voy a tener mucha necesidad de su cooperación, tendrá que perdonar las molestias.
No se preocupe. Señor Lebrel. Estamos a su disposición.
Muchas gracias. Repitió Lebrel.











































CAPÍTULO XXI



Bueno Agustín! Ahora tenemos dos víctimas. Le dijo Lebrel parando un taxi. Y añadió: Mañana por la mañana le llamaré y tenga todo preparado para volver aquí para tomar las huellas.
De acuerdo, Señor Lebrel.
¡Ah! Manténgase al margen de la policía como hasta ahora.
Sí, sí. No se preocupe.
Se despidieron. Cogiendo Lebrel un taxi camino de su casa, en Mondariz Balneario
.
Durante el trayecto, su cabeza no paraba de pensar y de hacerse preguntas sobre el caso de su amigo Marco
Pensaba en la vida de su amigo, que había conocido a Dora de quién se enamoró, y más tarde también sería su bella modelo.
Su destino, su desgracia o su suerte, quedó determinado por lo que más tarde fue manchado por el crimen.
Aquella noche turbulenta de alegrías, algo ebrio, pródigo de dinero, ella fue en su coche sobre las once u doce de la noche. La última noche del gran amigo Marco.
Marco, a medida de que fuera dejando a un lado a Dora, aún enamorada, ya apenas le daba dinero a su antigua modelo y mujer. De vez en cuando se veían y más de una vez posaba para él.
Aquella noche, habían estado en el club Media Luna. Estuvieron bastantes correctos con todos, bailando, riendo, sólo a última hora empezarían a estar molestos y decidieron marcharse.
¿Qué ocurrió después? ¿Cómo de pronto volvió con Dora cuando ya hacía bastante tiempo que la dejara? La marcha de Paula fue determinante para la vuelta con ella, ya lo había dicho su hija Doro. Además Dora, de todos modos antes, iba muchas veces a cualquier hora del día a posar. Estoy convencido, que dada la belleza de ella y la pasión que sentía ella por Marco, la hija en común... que nunca había roto las relaciones de una manera total.
Pero... ¿Cómo es posible que Dora al primer golpe, tan nerviosa, pudiera matar a Marco tan fuerte? Entonces, ¿Quién remataría a Marco? ¿Estaría en el galpón alguien de antemano? Tendría que estar previamente abierto. Tal vez Dora, pudiera ir en el coche de Marco aquella noche como otras muchas, y con una llave inglesa o algo así que guardaba allí, le pudiera dar los golpes para matar por la espalda al pintor. Luego, volver protegida por la sombra de la noche alocada en la carretera, presa de la zozobra, enferma, mojada, inyectarse para recobrar bríos para llegar a la ciudad en algún vehículo, y por último, pedir que la recogieran en algún hospital, lívida, enferma, intoxicada, posiblemente llegando ya al desvanecimiento...
¡Bah! Esta era una posible hipótesis.
Resultaba incluso penoso cargar con la culpa a Dora. Por supuesto, que ella había confesado su crimen a pesar de pequeñas contradicciones. Desde luego, ella estuvo en el lugar del crimen, extremo comprobado tal como lo contara ella misma. Recaía sobre ella todo y se le imputaba así de un crimen que así dejaba de ser enigmático.
Le daba más y más vueltas Lebrel a su cabeza camino de su casa. Con su húmeda mirada en el rostro que sufría aún sereno, pensaba emocionado en la muerte de su amigo Marco.
Decía para sí. ¿Qué sabemos de la vida?


De pronto por la radio en el taxi daban la siguiente noticia.




Otra víctima del caso conocido como crimen de la alquería.

La modelo Dora Lago Rodríguez, murió esta tarde en la Clínica Povisa de nuestra ciudad, a consecuencia de un coma irreversible que no pudo superar desde el día que apareció asesinado su ex marido el pintor Gonzalo Marco. Las causas de dicho coma no han sido reveladas, pero se baraja la hipótesis de que pudo ser debido a una sobredosis de heroína.
Esta muerte, se suma a la del famoso pintor Gonzalo Marco que conmocionó a todo el país y que apareció brutalmente asesinado el cinco de Abril en su casa de Meder, conocida por La Alquería.
Sobre este caso se mantiene el más absoluto secreto.

¿Vivía por aquí? Preguntó el taxista
Sí. En Meder. Le contestó Lebrel
¿Lo conocía?
Poco. Alguna vez lo vi por el Balneario, era muy famoso.
¿Extraño el suceso?
Sí. Muy Extraño. Concluyó Lebrel.

Lebrel llegó a su pequeña casa. Estaba muy cansado y decidió acostarse, ya que al día siguiente tendría mucho trabajo. Pensó que por la mañana antes de acercarse al apartamento de Dora para tomar las huellas, llamaría a su amigo Horacio Barrios para hacerse acompañar en la investigación. Interesado en el asunto que también era como algo propio, se daría con el “quid” tarde o temprano.

Al día siguiente. Lebrel se despertó temprano y llamó a primera hora a Horacio Barrios, no localizándolo en casa.
¡Debe de estar en su nuevo apartamento de Vigo! Pensó Lebrel.
Decidió entonces llamar a Agustín, su detective de confianza.

¡Buenos días Agustín! ¿Tiene todo preparado para ir a tomar las huellas?
Sí. Señor Lebrel.
Entonces llamaré a la señora Doro para quedar en el apartamento con ella.
¿Qué saben de la señorita Paula Bromsky?
Está hospedada en el Hotel Estación.
¿Desde cuando?
Pasó unos días fuera, pero la habitación la tiene reservada desde el día tres. Ya estuvo la policía de su departamento indagando.
Bueno, pasaré por la comisaría ahora.
¿Se sabe algo del individuo que recogió a Dora en la calle y la llevó hasta el hospital?
Nada. Señor Lebrel.
Haga el favor Agustín, pásese otra vez por allí por si hay alguna novedad. Éste es un importante hilo en este crimen.
Ya. Señor Lebrel. No sé como no cogieron los datos de esa persona que la dejó allí sin dar ninguna explicación. El portero que estaba esa noche dio los datos muy borrosamente, y la difunta Dora no sabía quién era. Bueno, cambió los datos físicos, cayendo en muchas contradicciones.
Ya. Respondió Lebrel.
¡Ah Agustín! Querría también que investigara a la hija de Marco. Ya me entiende, su vida, su marido. Creo que no se llevaba el marido nada bien con su suegra, que no se relacionaban. Últimamente parece que el matrimonio no iba nada bien por la serie de ausencias de él. Investigue las ausencias del último mes y sobre todo las cercanas al día del crimen.
De acuerdo. Señor Lebrel.
Ya le llamaré al cabo del día para acercarnos al apartamento, eso depende de la señora Doro.
Muy Bien. Señor Lebrel. Espero su llamada.

Antes de acercarse a la comisaría decidió ir hasta la alquería a echar un vistazo. Llamó a la comisaría para que le esperaran y que tuvieran preparada toda la información de las novedades, relacionadas con el crimen.

Al llegar a la alquería. Le dijo al taxista que lo dejara fuera de la finca que daba a la casona.
Ista e a casa do crimen – Dijo el taxista y añadió - Mais dunha vez levei o pintor hasta eiquí, era unha persoa moi agradable e alegre. - Moitas veces - traía tamen a mulleres moi fermosas. Din que eran seus modelos.
Sí.- Era un gran pintor y una bellísima persona.- Respondió Lebrel.
¿Falase de que foi sua muller quen o matou? - Decía el taxista y añadió - Tamén a coñocía - Era moi fermosa.- Últimamente veíase mal, a levei algunha vez hasta Vigo a altas horas da madrugada e paraba moito no club Media Luna. –Din - que se drogaba.
Habladurías.- dijo Lebrel secamente.
Ya sabe el dicho que repetía muchas veces por cierto, el difunto del pintor - “Pobo pequeno, enferno grande”
Xa, xa. - A verdade que conmigo sempre portouse dunha maneira moi correcta. -Concluyó el taxista –

Lebrel entró lentamente caminando por la finca que antecedía a su gran casona. –Uno - ladraba avisando la llegada de un extraño, rompiendo la paz de aquella mañana triste de primavera, en la casa de Marco.
¿Qué fácil es esconderse aquí por la noche?
Tantas zarzas, árboles, lugar ideal para la espera de un criminal para cometer su objetivo. Pensaba Lebrel mientras estudiaba minuciosamente el lugar del crimen.
No había cosas de interés, a no ser lo antes visto por él.
La casa como el galpón estaban cerrada. Precintadas por la policía. María dormía en la casa de los caseros, no pudiéndose acercar por orden expresa a la casona.
María, Ramona y Pedro, temerosos saludaron a Lebrel, sabiéndose sospechosos del brutal crimen. En sus caras se reflejaban una gran tristeza y la gran casona un vacío. ¡Qué triste! Cómo puede cambiar la vida de un día para otro. ¡Qué difícil será recuperar la alegría de los días pasados! Las flores parecen que están también como muertas...
Sacó los precintos del galpón. El coche lo había guardado ya la policía. Éste no tenía nada de particular.
El galpón estaba atiborrado de trastos viejos. En los respectivos lados cosas heterogéneas; accesorios de autos, herramientas dispersas en un cajón, aparejos de labranza etc.
Lebrel salió lentamente de allí seguido por las miradas de María y los caseros. Volvió a colocar los precintos en la puerta, marcando con una navaja unas señales en los mismos.
Bueno. ¡Esto está bien! Dijo viendo a ellos. Se alejó de la puerta y dijo para sí. ¿Qué pasó? ¿Iría alguien más? Caminaba muy despacio viendo detenidamente el suelo. El coche había estado frenado aún fuera del galpón, bastante distante de la puerta principal de entrada a la gran casona.
Las pocas huellas algo juntas estaban casi borradas, se perdían en la hierba. La lluvia había sido pertinaz y en algunas partes era tierra dura.
Lo del golpe o golpes no era un artilugio del criminal, antes bien, el cadáver presentaba heridas acusando los golpes con objeto contundente; piedra, barra de hierro o algo parecido.
Lebrel, volvió otra vez junto a María y los caseros. Y haciéndole una seña a María, le pidió las llaves de la casona. Apresurada, fue hasta la casa de los caseros acompañada por Ramona a buscar las llaves.
Le pidió a María que lo acompañara. Subió por las escaleras principales de la casona, fría y triste. Le dijo que le enseñara su habitación. María lo llevó hasta allí. Lebrel entró. Se acercó hasta la ventana y viendo a través de los cristales, se veía la parte de la finca opuesta al lugar del crimen. Haciéndole una seña, le preguntó si había visto algo. Respondió que no, que estaba dormida. Esa y otras muchas preguntas ya se la había hecho la policía. Después se fueron hasta la sala. Se fijó muy detenidamente en los cuadros que tenía por la pared, el caballete vacío colocado cerca de la ventana. Pasó a la habitación en la que había estado hospedada Paula Bromsky. Abrió los armarios, los cajones, la mesilla de noche- Nada.- Una simple chaqueta y una camiseta. Parecía como si no hubiera estado allí nunca. En el baño, las cosas de Marco y algún tarro que había dejado Paula.
Le preguntó a María si Paula había traído mucho equipaje. Le dijo que no, y con la mano le hizo la seña de una maleta. Entró en la habitación de Marco, tenía una libreta con una serie de anotaciones. La leyó con mucha calma pasando las hojas, todo era referente a los cuadros que había enviado a la exposición de Oporto. En una de las hojas había escrito: Sello para el cuadro Mitología. DINA, de tú mejor amigo. Marco. Al lado ponía un teléfono. Don Álvaro. Oporto. Galería Luso Galaica, que Lebrel anotó en su bloc de notas: CRIMEN EN LA ALQUERIA

Había un sobre con una carta de Paula Bromsky – La leyó detenidamente-

Querido Marco:
Recuerda: Allí, en tú casa quedaron buenos recuerdos a tú lado. Llegué cansada y en ti he visto cristalinas esperanzas que llevaron un poco de amor a mi corazón vacío.
Desearía encontrarte en primavera y correr contigo en un sendero rodeado de flores y cerezos.
Tú hija Doro, pequeña manzanita estival te cantará canciones de esperanza.
Te mando un beso muy grande, grande como el Atlántico.
Espero que encuentres en nuestra amiga DINA y tu amigo Horacio, unos grandes hermanos.
Marco, te quiero mucho y me gustaría poder abrazarte.

Te quiere
Paula.


Le preguntó, si había estado Dora el Jueves día del crimen por la tarde en la alquería.
Sí Asintió con la cabeza María.
¿Estuvo pintando?
No.
¿Estaban contentos?
Sí. Dijo María con una sonrisa. Era el cumpleaños de ella. Y añadió gesticulando con la boca y señalando los dedos. Estuvieron bebiendo.
Riendo y gesticulando le dijo que Dora se había llevado una botella escondida sin que la viera Marco. Y añadió, que Marco no quería que Dora bebiera.
Sonriendo, le dijo que se había bebido casi una botella de güisqui. Primero con un poco de agua, y al irse se la bebió el resto casi de un trago.
Estuvieron cogiendo manzanas por la finca y paseando al perro, concluyó María.
Le preguntó, si había visto a Marco preocupado por algo especial en los últimos días.
María se ruborizó. Le contestó que había sufrido mucho desde que lo había dejado Paula. No quería dar una respuesta directa para decir que bebía mucho últimamente.
¿Se quejaba de algo más?
De su hija Doro.
¿Doro? Exclamó Lebrel, haciendo un gesto de asombro levantando las cejas.
Sí. Asintió con la cabeza María. Y con la mano le dijo que le acompañara. Lo llevó hasta una habitación y le explicó que la había estado preparando para ella.
¿Se pensaba trasladar para aquí?
Haciendo un gesto de duda respondió – Sí -
¿Cuándo pensaba trasladarse?
El sábado anterior al crimen.
¿Por qué no se trasladó?
No sé. Dijo María moviendo la cabeza.
Bueno María ¡Está bien! Le dijo Lebrel con una sonrisa.
Salieron de la casona, y los caseros y María acompañaron a Lebrel hasta la salida de la alquería. Lebrel les dijo: No dejen pasar a nadie a la finca, excepto a la policía.
Ahora hay una investigación en curso. Debemos cooperar todos para salir de esta pesadilla.
Claro, claro. Respondieron los caseros y María con la cabeza.
Lebrel coge un taxi camino de la comisaría.

Al llegar a su despacho, encontró sobre la mesa una nota que decía:

Llame urgentemente a la señora Doro.
Le llamó Horacio Barrios. Que lo llame a su casa de Las Nieves.

Sentándose en su mesa. Lo primero que hizo Lebrel es llamar a Doro que le cogió el teléfono y dijo: ¿Diga?
Soy Lebrel.
Buenos días, Señor Lebrel. Le llamé para decirle que hoy por la tarde es el entierro de mi madre, y como habíamos quedado para ir al apartamento, tendremos que dejarlo para mañana.
¡Creí que lo de la autopsia iba a retrasar el sepelio!
La autopsia se la hicieron hoy por la mañana por orden del juez.
De acuerdo. Entonces lo dejaremos para mañana. El tiempo en muchos casos juega un papel muy importante para la investigación. Le repitió Lebrel.
Claro. Le respondió Doro.
¿A qué hora es el entierro?
A las seis, en Pereiró.
Muy Bien. Entonces nos veremos en el cementerio.
¿Conoce a Horacio Barrios? Le pregunta Doro.
Sí. ¿Por qué?
Es que llamó por teléfono y en ese momento no estaba. Querría llamarlo.
¿Tiene usted el número?
Sí, tome nota.
Gracias, Señor Lebrel.
Decidió Lebrel esperar para llamar a Horacio, suponiendo que inmediatamente lo llamaría Doro. En ese momento le llaman por teléfono.
¡Hola Agustín!
Ya tengo el nombre del “tipo” que llevó a Dora al hospital. Fue “Ala de mosca” Corresponde la ficha con los datos que me dio el empleado del hospital. Le enseñé la ficha y lo reconoció.
¿Estuvo con él?
Sí. Dice que la recogió casi inconsciente con una jeringuilla clavada en su brazo izquierdo. Al principio lo negó, pero poco a poco fue soltando lo que sabía.
¿Dónde lo localizó?
En una furgoneta en la que vive en El Castro, aparcada debajo de la Cruz de Los Caídos. Le dije que no la moviera de allí. Es mejor ponerle una vigilancia discreta.
De acuerdo. De eso ya me encargo yo.
¿Tomó la matrícula?
Sí. Tome nota. Lebrel anotó el número de la matrícula y características de la furgoneta.
¡Muy Bien! Agustín. Tendremos que hablar con él. Respecto a lo de las huellas, tendremos que dejarlo para mañana. Usted ahora investigue al marido de Doro.
De acuerdo. Señor Lebrel.

Lebrel a continuación llamó a Horacio.
¡Por fin Horacio! ¡Desde el entierro de nuestro amigo Marco no se te ve el pelo!
¡Eso a ti Lebrel! Te llamé a casa por la mañana, pero deberías de haber salido. Por eso te llamé a la comisaría. Por cierto, me acaba de llamar Doro diciéndome que hoy es el entierro de su madre. ¿Vamos juntos?
¡Muy Bien! ¿Dónde estás?
En Las Nieves. Pasaré aquí la mañana.
Bueno, yo me quedaré aquí en Vigo. Comeré en la cafetería enfrente de la comisaría. ¿Qué te parece si me recoges a las cinco?
De acuerdo Lebrel. A las cinco pasaré a recogerte.
¿Alguna novedad?
¿Novedad? Le preguntó Lebrel.
¿Se sabe algo de Paula Bromsky?
¡Ah sí! Exclamó Lebrel. Lleva hospedada ya unos días en el mismo hostal que había estado antes de conocer a Marco. En el Hostal Estación. Por cierto, tengo aquí delante un “dossier” que voy a comenzar a estudiar ahora cuando te deje. Y cogiéndolo entre sus manos pasando las hojas rápidamente - Le dijo - Parece bastante amplio y que nos cuentan muchas cosas. ¡Ya hablaremos!
De acuerdo Lebrel. ¡Nos vemos por la tarde!
¡Ah Horacio! A ver si podemos ir algún día de estos de caza una vez que encamine el caso, para descansar un día por lo menos y reflexionar juntos ¡Estoy muy cansado!
¡Cuenta conmigo! Le respondió Horacio.



CAPITULO XXII

pAula Bomsky: Nacida en Varsovia, Polonia. Llegó a Barcelona hace dos años llegando a Vigo hace diez meses. Su nombre de pila es “La Polaca”. Su trabajo es la prostitución, en su modo conocido como “Call - Girls”, Llamar-Chicas”. Nombre importado de los EE.UU. Dónde el teléfono es el más directo mensajero que pueda haber para contactar con ellas. Así garantiza el más absoluto anonimato.
La originalidad del funcionamiento de este sistema es que se ejerce en una clandestinidad casi perfecta mediante un tipo de sistema llamado “citas galantes”
Su teléfono actual de contacto es el 609832882.
Dirección: Hostal Estación Vigo
Dirección: Calle Alfonso XIII No 25
Edad: 24 Años
Descripción Física: Alta, Delgada, Pelo largo color castaño hasta la cintura, Ojos grandes y negros, Labios finos. Altura I, 78 cm.
Su intermediario es Alfredo Vázquez, conocido como el “gordito”.
Estatura I,65
Edad: 44 años
Nacido: Orense
Domicilio: Calle Camelias 24, 2º B
Teléfono: 986532456
Localidad: Vigo

Tiene una clientela habitual poco numerosa. Reclutándola dentro de un cierto nivel social y financiero. El porcentaje más alto de su clientela se lo proporcionan los industriales, funcionarios y políticos.
Los nombres de los comunicantes se ocultan cuidadosamente. Casi todos se identifican con nombres supuestos.
Por teléfono sólo se abordan cuestiones de hora y fecha.
La edad media de esta clientela oscila entre cuarenta y sesenta años.
Las citas más habituales son en hoteles y en Moteles
El local dónde se centraliza las ofertas y demandas es en el domicilio de su intermediario Alfredo Vázquez
El cliente paga directamente una cantidad convenida a la mujer que le da el servicio, pagando otra cantidad mensual al intermediario.
Las cantidades oscilan entre los doscientos y trescientos euros.


Paula Bomsky suele reunirse casi todas las semanas en con su intermediario “El gordito” en la cafetería Martín Códax en el Castro. Sobre la una del Viernes al mediodía.
Suele desplazarse habitualmente a Santiago de Compostela, dónde tiene su clientela más importante. El Hotel Arangoney es el lugar habitual de citas.
En Vigo, es el Hotel Bahía.
También tiene una pequeña clientela en Gangas y Pontevedra
Citas para empresas habituales en el Hotel La Toja.
Inspector: Federico Portas Nº 43



Las demás hojas que Lebrel ya no siguió leyendo, trataban de cómo se había conseguido los informes, gastos y quiénes habían colaborado
A Lebrel no le asombró toda esta información, y encendiendo un cigarrillo llamó a Federico Portas, que era el principal inspector del caso.
¿Señor Portas? ¿Puede venir a mi despacho?
Ahora mismo, Señor Lebrel.
Entrando por la puerta. Le dice Lebrel: ¡Siéntese por favor! - Y añadió - He estado leyendo el informe que me ha dejado referente a la señorita Paula Bromsky, y quería hacerle una serie de preguntas.
Diga, Señor Lebrel.
¿Tuvieron que intervenir algún teléfono para obtener la información?
Sí. Señor Lebrel.
¿Cuales?
El de la señorita Paula Bromsky, El de Alfredo Vázquez su intermediario, y el de una compañera llamada María Vidal, apodada “La gitana”.
¿Han registrado esas llamadas?
Sí. Señor Lebrel.
¿En las conversaciones intervenidas a estas personas, se identificaban con sus verdaderos nombres o con otros?
Con otros siempre.
¿Con cuales?
Paula Bromsky como La polaca, Alfredo Vázquez como El gordito, y María Vidal como La gitana.
Es decir, con los apodos que ya conocemos.
Sí, Señor.
¿Ejercían la actividad, en algún otro sitio que en los Hoteles mencionados en el informe?
Lo habitual de los contactos eran en estos hoteles.
¿Qué quiere decir con lo de habitual?
Pues que generalmente se hacían en estos hoteles, a excepción de algún caso extraordinario.
¿Extraordinario?
Sí. Señor Lebrel. Cuándo tenían que recibir a dos o más personas a la vez.
¡Ah! Sí, claro. Entiendo.
¿En dónde se reunían para estos casos extraordinarios?
En un apartamento, que tenían preparado para esto.
¿Tienen la dirección?
Sí. Señor Lebrel. En la calle Urzáiz. La dirección exacta y el piso lo tiene al final de su informe. Ese apartamento lo ocupa habitualmente “La gitana”. También estuvo unos días Paula Bromsky.
¿Tiene los días en qué estuvo Paula Bromsky?
Los tiene también en su informe.
¿Tiene algún nombre de la persona o personas, que se han puesto en contacto con Paula Bromsky?
Bueno. Tenemos el nombre de alguno, pero pienso que son de muy poca utilidad, ya que se suelen ocultar con nombres supuestos.
Claro. Se cuidan mucho de su identificación. Dijo Lebrel. Y añadió: ¿Tiene algún nombre supuesto de esas personas?
Sí. Señor Lebrel. Está también en su informe.
¿Pero la fecha, hora y lugar de la cita si que la tienen?
La fecha y hora sí. Pero el lugar de cita es difícil. El lugar se conviene casi siempre desde un principio. Cómo las tarifas y forma de pago.
Claro. ¡Para qué no se les pueda sorprender!
¡Naturalmente! Asintió el inspector Portas con la cabeza.
Y continuó Lebrel: Pero a mí lo que me interesa, es sobre todo las fechas y horas de cita de Paula Bromsky en estos últimos días.
Eso está en su informe, Señor Lebrel.
¿Cuantas mujeres trabajan para ese Alfredo?
Bueno. Creemos que tiene como fijas a unas ocho, pero de vez en cuando echa mano de más. Tiene como reserva a bastantes más que las utiliza cuando le es necesario.
¡Muy Bien! Señor Portas. Y añadió: Me gustaría que investigara un poco más profundamente en la clientela habitual de Paula Bromsky. Sé que eso va a ser difícil, cómo en los lugares que tuvo su cita en los últimos días. Pero debemos intentarlo. ¿Las demás mujeres que trabajan con Alfredo dónde viven?
Generalmente tienen todas su apartamento. La verdad que es raro que Paula Bromsky esté hospedada en un Hostal. Le dijo el inspector Portas
Bueno. Dijo Lebrel. Quizás sea al principio para abrirse camino. Tengo entendido que ella estuvo fuera bastante tiempo.
Ya. Contestó el inspector Portas.
En el informe que leí por encima, ya que no tuve tiempo aún de detenerme con él. Dice, que se solía reunirse los Viernes Paula, y ese Alfredo, sobre la una en la cafetería Martín Codax, en El Castro.
Sí. Señor Lebrel.
¡Tendré que ir yo por allí! Me gustaría ver con mis propios ojos a ese “tipo”.
¡Pues allí lo encontrará todos los viernes!
¿Y qué se sabe de él?
Pues lo hemos seguido discretamente estos días, y lleva un tren de vida alta. Maneja dinero y se junta con clientela de una buena posición económica. Es una persona que anda con mucho cuidado con lo que hace, y trata de ocultar al máximo su relación con las mujeres que están a su servicio. Los encuentros con éstas, siempre están preparados de antemano, y en lugares discretos. Alguna noche que se va con alguna, siempre va a Hoteles o Pensiones que no haya que rellenar ninguna ficha.
Tiene además mujer y dos hijos. ¡Una doble vida muy bien montada! Trabaja de mañana en el Ayuntamiento y desde su piso de Camelias es desde donde organiza todo.
¿Con su familia dónde vive?
Tiene la dirección exacta en el informe. Vive en un piso por El Calvario.
¿Cómo las recluta?
En un sencillo anuncio en el Faro de Vigo. Lo pone en Ofertas de trabajo demandando Azafatas de compañía de alto nivel, para acompañar a ejecutivos y empresarios. En general echa pocas veces mano de estos anuncios ya que las suele reclutar de boca a boca.
¿De boca a boca?
Sí. Las chicas que ya trabajan para él les suelen facilitar otras, que por necesidad tienen que echar mano de su servicio.
Pero Paula Bromsky hizo un viaje larguísimo para llegar hasta aquí. Dijo Lebrel encendiendo un cigarrillo. ¿Es un poco raro, no?
Bueno. Ella es muy amiga de “La gitana”. Y también sabemos, que estuvo trabajando con ella en una casa a las afueras de Barcelona. Allí se conocieron. Sabe, que en esas casas se funciona de una manera muy especial.
¿Especial?
Sí. Ésta en particular tenía que estar a disposición del cliente a cualquier hora del día o de la noche. Aquí tienen más autonomía con “el gordito”, son bastantes independientes. Ya que aunque las vigila y las controla, por la búsqueda de esa clandestinidad absoluta, gozan de una total independencia. En aquella casa, aunque tenían todas las comodidades; piscina, habitación confortable, comida etc. A cualquier hora de la noche tenían que estar a disposición del cliente o clientes que llegaran. Además, se tenían que pasar todo el día encerradas allí.
Claro. Dijo Lebrel.
Aún más, con “el gordito” sacan bastante dinero. Tienen muy buenos clientes. Dijo el inspector Portas.
¿Pero de clientes conocemos poco? ¿No?
Ya. Pero es la facilidad con que se gastan el dinero. Ellas son clientes habituales de “Ala de mosca”-
¿Paula Bromsky también?
Sí. La semana pasada debió de hacer un trabajo fuera de Vigo en el que sacó mucho dinero, ya que a la vuelta, le compró cinco gramos de cocaína a “Ala de mosca”. Él nos dijo que le compraba muy habitualmente.
Sí. Es un vicio muy caro. Dijo Lebrel.
¿Cuándo fue ese día?
Portas pensativo le dijo: Debió de ser hace unos veinte días. Me acuerdo que fue un miércoles por la noche. ¡Me jodí el partido del Celta que ponían en televisión!
Ja, ja. - Rió Lebrel. –
Y añadió: Mire señor Portas, Paula Bromsky estuvo viviendo los últimos días con el pintor Marco. Poco antes de su muerte, lo abandonó sin motivo aparente. Quedó con ella en la Estación de tren, y no la volvió a ver nunca más. Sólo, una llamada por teléfono para decirle que se olvidara de ella. Un poco extraño. Porque mi amigo Marco estaba entusiasmado con ella tratando de hacerla muy feliz. No hubo ninguna discusión, ni nada que hiciera pensar que ella adoptara esa decisión de una manera tan drástica. ¡Tuvo qué haber algo que hiciera a esta mujer actuar de esa forma!
¡Tengo qué saberlo!
Marco se fue a la tumba con esa angustia.
Además Portas, todo esto es un rompecabezas, donde tenemos que encontrar las piezas y recomponerlo.
Ala de mosca trata con Paula.
Manuel, el camello de Dora que ya está en Villagarcía, se ve con frecuencia con ala de mosca y sabe que Marco lo delató.
Ala de mosca, llevó a Dora al hospital.
Dora sabe que Marco acusó a su amigo Manuel.
Marco muere. Dora muere.
¡Y no hay rastro del crimen!
Solamente una auto inculpación de alguien que ya está muerta.
¡Muy extraño, Portas! Muy extraño...
Desde luego. Señor Lebrel.


























CAPITULO XXIII





Lebrel con cara cansada asomó una mirada de alegría por su propia astucia. Decidió irse a la cafetería que estaba enfrente de la comisaría a comer, antes de que lo recogiera Horacio Barrios para ir al entierro de Dora.
La cafetería estaba repleta de policías y gente. Se fue para una mesa que estaba en el fondo a leer tranquilamente la prensa.

Absuelven a un acusado de tráfico de drogas
Por no presenciar el registro de su casa.

La Audiencia de Pontevedra ha absuelto a un presunto narcotraficante
porque en el registro de su domicilio se practicó sin la presencia del
acusado, que se encontraba en esos momentos fuera.
La Sección Tercera de la Audiencia ha anulado todas las pruebas obtenidas
durante ese registro, por lo que no se ha encontrado más pruebas de peso para condenar al acusado Manuel. M. F., para que el fiscal pidiera cinco años de cárcel por un delito de tráfico de drogas.
Según la sentencia, los hechos ocurrieron el 6 de Septiembre del 2000 cuando los agentes intervinieron una bolsa de plástico con medio kilo de cocaína.


¡Joder, el tío ese se me ha escapado! Exclamó Lebrel para sí.
¡Es asombroso! ¡Qué justicia!
Lo mejor es plantearse las cosas para que no caigan en manos de ella. ¡Dan ganas de mandar todo a la mierda! ¡Actúan con el libro delante y les importa un carallo las soluciones prácticas!
Lebrel miraba la calle que tenía delante amargado.
¡Parece que el odio en esta vida es la base del crecimiento! Decía para sí.

¿Se siente bien señor Lebrel? Le pregunta el camarero.
¡Perfectamente bien, Paulino! Muchas gracias.
¿Le traigo la carta?
Sí. Haga el favor.
Lebrel leyó la carta, pidiendo una milanesa con patatas y una ensalada.
¿De beber señor Lebrel?
Una cerveza. Por favor.

Lebrel estuvo comiendo concentrado en sus pensamientos, ajeno a toda la gente que estaba a su alrededor. Muchos compañeros de trabajo no lo molestaban, conociendo el carácter introvertido y solitario de él.

Al acabar de comer. Paulino trayéndole un café y una copa de güisqui le dijo: ¿Cómo siempre, no? Señor Lebrel.
Sí. Muchas gracias.

Cuando se fue el camarero - Pensó Lebrel. Tengo que tranquilizarme y tomar un día de descanso. ¡Tengo los nervios destrozados! ¡Cuánto echo de menos a mi amigo Marco! ¡Una terrible tragedia!
Mondariz se me hace ahora triste. Además ahora que Horacio está más en Vigo... ¡En fin, un vacío!
Miró el reloj, marcaba las 16,15. El sol aún brillaba
¡Los días son más largos! Dijo para sí.
Veía a través de la ventana la gente apresurada atravesando aquel paso de peatones, mirando a izquierda y derecha cuidando de los coches.
Una tarde más, una tarde normal.
¡Cuántos días quisiera borrar del calendario! Pensaba mientras acariciaba inconscientemente la copa vacía.

¡Esta invita la casa! - Le dijo Paulino llenándole la copa del güisqui que estaba tomando.
¡Muchas gracias! Paulino.
Lebrel bebió aquel güisqui absorto en sus pensamientos.
Bueno. Dijo para sí: Voy a subir hasta el despacho antes de que venga Horacio

De pronto. Cuando iba a leer el informe que le había dejado el inspector Portas, le llaman por teléfono:
¿Sí?
Soy Agustín.
¡Ah Agustín! ¡Qué oportuno! Acabo de llegar.
Le llamé antes, pero no dejé recado.
¡Muy Bien! - ¡Mejor así! Quiero que se mantenga al margen de aquí.
¡Tengo una buena noticia! Estuve esta mañana con “Ala de mosca”, que por casualidad lo vi en la gasolinera de la Avenida de Madrid.
¿A qué hora?
Sobre las dos y media.
¡Hombre Horacio! ¿Tú aquí? ¡Siéntate por favor!

Horacio se sentó enfrente de Lebrel, mientras seguía atentamente la conversación que mantenían los dos.
¿Sí? Nada Agustín. Es que acaba de llegar un amigo. Y prosiguió Lebrel: Claro. Justo a la hora de cambio de turno. Y añadió: ¡Siga Agustín!
Me dijo, que había visto a un tipo merodeando cerca de dónde había recogido a Dora.
¿Él lo vio?
Sí.
¡Qué extraño! ¿Y por qué no lo dijo antes?
Me dijo que no le dio importancia, hasta que lo acojoné con la muerte de Dora y del pintor.
¿Lo podía reconocer?
Sí. Porque se le quedó la cara grabada por la forma en qué los miraba.
Bueno Agustín. ¡Esto nos puede ser de mucha importancia!
Mañana quedé con él en el bar de Paco a las doce. Le dije que esa información nos era de mucha importancia, y que para que tuviera las ideas frescas, lo dejaba marchar. También le dije que no se preocupara de tener la furgoneta aparcada en El Castro hasta las diez de la noche, y que lo esperaría yo mismo.
¡De acuerdo Agustín! Ya avisaré a mí gente para que lo dejen tranquilo.
¿Algo más?
Por ahora no. Señor Lebrel.
¡Muy bien! Agustín. No se le olvide de lo de las diez, con “Ala de mosca” en El Castro. ¡Mañana llámeme a primera hora para ir con usted a verlo!
No se preocupe. Señor Lebrel.
¡Ah! Dígale que no se mueva de allí esa noche, que será la última y que si coopera con nosotros, lo dejaremos tranquilo después.
¡De acuerdo! Señor Lebrel.
Se despidieron. Quedando al día siguiente en el bar de Paco.

¡Qué hay Horacio! ¡Qué sorpresa subir hasta aquí, tú tan alérgico a la policía! - Le dijo Lebrel, alegre por la noticia de Agustín.
Llegué un poco pronto a la cafetería, y me dijo Paulino, que acababas de subir. Decidí entonces venir hasta aquí para irnos a tomar algo hasta Samil, antes de ir a Pereiró.
¿Te apetece?
¡Muy Bien! Horacio. Así me tranquilizo un poco que estoy con los nervios de punta. Dijo Lebrel recogiendo el informe que le había dejado el inspector Portas. Y añadió señalando los folios que recogía a Horacio:
¡Hoy por la noche tengo que seguir estudiando! Menos mal, que hay buenas noticias y con un poco de suerte esto lo soluciono en unos días.
¡Estupendo Lebrel! Exclamó Horacio sonriendo.
¿Sabes?
Me llamaron de la revistas que admiras tú.
¿Interviú? -
Sí. Asintió Horacio con la cabeza
¡Joder! Exclamó Lebrel. ¡Esos son cómo buitres! Dónde más carroña hay más a gusto se sienten.
Y prosiguió Horacio: Quieren que les haga un reportaje sobre todo esto. Saben de la amistad que me unía con Marco. Y yo, que ya había trabajado para ellos pero los dejé hace tiempo, pues no me quedan horas con mis novelas, pues...
¿Aceptaste ahora?
¡La verdad que sí! Me lo pidieron con tanto encarecimiento, recordándome que a mí también me habían ayudado en un principio, que no pude decirles qué no.
Esta semana les voy a mandar un artículo con fotografías de Marco y la alquería, su pintura, y la zona dónde vive. Hablaré también de su mujer Dora y de Paula Bromsky, de la ilusión de la llegada de su “diosa”. Inspiración de su cuadro “Mitología” En fin, un poco de todo.
¿Dejarás algo para tú novela?
Bueno. Quién compre la revista la irá leyendo por capítulos. Me ofrecieron a cambio de este trabajo, una buena cantidad de dinero y la edición completa.
¿Y tú editorial?
Lo arreglan entre ellos. Con dinero esas cosas se solucionan.
¡Pronto serás famoso Lebrel! - Le dijo Horacio riendo.
¡Venga Horacio! Sabes qué no me gustan los periodistas.
Ya en el primer número, te pongo encabezando el artículo: Para el detective Justo Lebrel. Amigo del pintor y encargado del caso:
NO EXISTE EL CRIMEN PERFECTO.

Lebrel sonrió más de compromiso, que por la gracia que le hacía lo que le hablaba Horacio.

Se subieron en el coche de Horacio y se fueron hasta la playa de Samil.
Sentados en aquella terraza en la que veían Las islas Cíes y como el mar rompía en la playa con suaves olas, estaban los dos amigos esperando la llegada de la hora del entierro de Dora, tomando un café en silencio.
Aquel mar era todo un espectáculo en aquella tarde triste de primavera.
Saboreando toda aquella tristeza, se podía mirar en la inmensidad de los ojos de Horacio, como se apagaba. No lloraba, porque la decepción produce más rabia que lágrimas, y se sentía que se podía hablar sin palabras.
Comprendía el significado del mundo, cuando su mirada perdida en el horizonte, podía ver la belleza del mar, y atónito no le salían las palabras que dulcemente lo transportaban a Dora. A la ausencia de su amor.
El mar lo acercaba a ella, en esa soledad que lo acompañaba. Dulce y amarga. Escuchaba su voz en la espuma en las rocas de la playa, y sus besos, sin palabras. Dame un beso le decía. No nos dijimos el último adiós...
¿En qué piensas Horacio? Le dice Lebrel rompiendo aquel silencio.
¿Sabes a dónde se va el amor? Tú que eres un detective renombrado. Y antes de que le contestara Lebrel. Le dijo: Todo es un sueño, una ilusión. ¡Dame una prueba de que no es cierto!
Lebrel, lo miró en silencio.
El tiempo no acababa de pasar, haciendo la espera más dolorosa.
Horacio rompiendo el triste silencio. Le dijo: ¿Sabes con quién estuvo Paula Bromsky poco antes de dejar a Marco?
¿Con quién? Le preguntó Lebrel asombrado.
Antes de decírtelo, ya que esto es investigación periodística. A cambio quiero que me adelantes tú las noticias más frescas qué tengas. Es decir, alguna novedad importante que pueda adelantar a mis lectores, hambrientos, como dices tú de noticias escabrosas. ¿Si no, de qué viviría yo? Sonrió Horacio.
¡De acuerdo Horacio! Es un asunto que nos concierne a los dos y debemos ayudarnos.
Con el señor Pérez Allariz, Francois Pérau y Enric Margarit. Le dijo Horacio dando una bocanada a su cigarrillo.
¿Te dicen algo estos nombres?
No. Le contestó Lebrel pensativo.
Horacio. Continuó hablando pausadamente, como si escribiera una de sus novelas policíacas.
El martes último, que vio Marco a Paula despidiéndola en la estación de tren, camino de La Coruña. La señorita Paula Bromsky apodada La Polaca, con sus compañeras María Vidal la gitana y Cristina Martínez apodada Azul por sus bellos ojos, se reunieron en el Hotel de La Toja con estos señores.
Una invitación del señor Pérez Allariz a sus directivos de París y Barcelona, por las atenciones y por los beneficios de su empresa. Incluido un crucero y comida por la ría de Villagarcía al día siguiente - ¡Todo un detalle!
Estando en el salón del Gran Hotel estos señores, esperando la sorpresa con que los tenía acostumbrados y con la que les iba a sorprender el señor Pérez Allariz. El asombro mayor, fue para Paula Bromsky y para el anfitrión de la velada.
¡OH! - Julián.
¡Paula Bromsky! - Dijo Julián asombrado.
Consecuencia: ¡Olvídate de mí Marco!
Unos días antes se la había presentado Marco a su hija y a él en la alquería.
¡El mundo es un pañuelo! Exclamó Lebrel.
Prosiguió Horacio. El día del asesinato de Marco, Julián Pérez Allariz no estaba en su casa. Para él todo lo ocurrido fue un alivio, como para Paula Bromsky.
¡Y para “el gordito”! El intermediario de todo esto. Dijo Lebrel. Y añadió: Hay muchas personas importantes que se juegan sus carreras, si se descubriera todo este entramado. Estos, se sacan del medio a cualquiera si ven peligrar su reputación, su prestigio. Saben además, que era muy amigo mío. ¿Tienes alguna fotografía de Julián?
Sí. ¿Por qué?
Ahora te voy a corresponder con otra primicia. Mañana “Ala de mosca”. ¿Oíste hablar de él?
Sí. El qué recogió a Dora, un “camello” del qué se abastecía entre otros Paula Bromsky, respondió Horacio - Y añadió: ¡Muchas veces la investigación periodística corre más qué la policial!.
Pues... Continuó Lebrel. “Ese” tal “Ala de mosca”, vio y reconoció a un hombre que merodeaba al lado de la alquería la noche del asesinato del pobre Marco. ¡Mañana descubriremos quién es! ¿Me puedes dar la fotografía de Julián para enseñársela? No sé, tengo que conectar todos los hilos para no fracasar. Y ya hemos avanzado algo.
Ya sabemos que Paula Bromsky dejó a Gonzalo Marco desde que coincidió en La Toja con Julián. Él era un familiar de La Alquería. El perro ladró después de ocurrido los hechos. Quizás lo ignoró antes... Tendría que ser alguien conocido... En fin, la rutina cotidiana me lleva a sospechar de alguien cercano a Marco...
Sí. Mañana a primera hora te la podré dar. Le dice Horacio. Y añadió: Además, será una fotografía reciente, se la sacarán ahora en el cementerio.
¿En el cementerio?
Sí. Va un fotógrafo de la revista para mí reportaje.
¡Joder! ¡Estáis en todo! ¡No respetáis ni los entierros!
¡Eso es lo qué más gusta a los lectores! ¡Me pagan por eso!
Claro. Dijo Lebrel. Y añadió siguiendo la broma: ¿Si no de qué vivirías tú, sin escándalos?
¿Y tú? Concluyó Horacio.
















































CAPITULO XXIV


Llegaron al cementerio de Pereiró, Horacio y Lebrel puntualmente a las seis de la tarde. Al llegar se les acercó un fotógrafo y dirigiéndose a Horacio. Le dijo: ¡Buenas tardes! Horacio. ¿Quieres algo especial?
¡Hola! Camilo. Procura sacar un primer plano del marido de la hija de la difunta. Y también me gustaría, que te pararas en la señora que acompaña a la hija, los caseros, y la sirvienta sordomuda. ¡Ah! Sácale también en especial, a aquellos que están allí. Le dijo señalando disimuladamente a un grupo de gente que estaban esperando la salida del cuerpo de Dora. Entre los que se encontraban: Berta, Armando, Manuel y dos amigos más de Dora. Habituales clientes del club Media Luna.
¿Algo más?
Sí. Me hacen falta esas fotografías a primera hora de mañana. Y hablándole en voz baja. Le dijo. También sácale una de cerca al señor que me acompaña. ¡Un primer plano!
¡Muy Bien! Horacio.

Horacio disculpándose de Lebrel, se acercó hasta la sala dónde estaba el cuerpo de Dora.
Salió de aquella sala, el féretro con Dora a hombros de tres hombres familiares y de Horacio. Detrás, iban Doro y DINA con gafas oscuras ocultando el dolor cogidas del brazo, acompañadas de Julián y una dependienta de la tienda de DINA a ambos lados. Más atrás, los familiares más cercanos, los caseros, María la sirvienta sordomuda y la demás gente muy numerosa. Entre ellos, Lebrel.

Horacio estaba viviendo la desnuda y triste realidad, de sentir el cuerpo de Dora sin vida en su corazón. Muy cerca, muy lejos...
¡Cuánto dolor! Y más aún, sin poder compartirlo con nadie.
¡Pobres sentimientos! ¡Qué desnudos nos quedamos! Quería aunque fuera en ese último instante, darle ese soplo dulce de calor con que nos acoge inevitablemente la muerte cuando ya no somos nada. Triste y cruel, como el polvo. ¡Qué soledad!
No le quedaban palabras ahogadas por el dolor, para hacer llegar a la persona que más amaba. A la ausencia de su amor.
Dime amor. ¿Adónde se van los recuerdos de nuestro amor, qué infinitos van a dar a la muerte? ¿Cómo calmar esta angustia, si la vida es todo para mí? ¿Qué es la vida? Se preguntaba...
¿Pero qué habremos hecho para qué nos suceda? Volvía a sus pensamientos.

A Dora la enterraron al lado de su padre. Se lo había dicho a su hija en una ocasión, que era lo que quería.
Se acercó junto a Doro y DINA dándoles un beso, y ofreciéndose para cualquier cosa qué necesitasen, en aquellos momentos tan dolorosos.
No había palabras. ¡Sólo sufrimiento!

Acercándose a Lebrel. Le dijo: ¡Pobre Doro! ¡Cómo me recuerda a su madre! Veo en ella la cara alegre y feliz del último día en que la vi, toda contenta, con esos mismos pendientes que ahora lleva. Se los había regalado por su cumpleaños...
En ese momento se acercó Camilo, haciéndoles discretamente una fotografía a él y a Lebrel.
¿Entonces, a qué hora quieres las fotografías? Le preguntó Camilo.
¿A las diez en el Macumba es buena hora? Le contestó preguntando a Lebrel que estaba en esos momentos pensativo.
Lebrel. Asintió con la cabeza concentrada en un solo pensamiento. Los pendientes de Doro. Aquellos pendientes en forma de D, en plata envejecida. Que acariciaba en el hospital cuando se los entregó DINA en aquella bolsa pequeña, y se los puso con una tristeza indescriptible. Diciendo que había sido el regalo de su padre por el cumpleaños de su madre.
Pensaba: Horacio estuvo con Dora el día del crimen. Él se lo había negado.
¿Por qué?
De pronto se acercó DINA junto a Horacio. Y separándolo del grupo. Le dijo: ¡Muchas gracias por todo! Horacio. Sé por Doro, que tú fuiste una gran ayuda para Dora en los momentos más difíciles.
De nada DINA Dora era una mujer para mí muy especial. Estaba aferrada a la vida aunque no lo pareciera.
DINA le dio un beso a Horacio despidiéndose.
Lebrel dijo. Bueno. ¡Me voy para casa! Mañana quedamos a las diez en el bar de Paco. Estoy muy cansado y sé que me va costar mucho descansar.
¡Espera Lebrel! Le dijo Horacio. Y llamando a DINA que se iba. Le preguntó: ¿Vas a Puenteareas?
Sí.
¿Puedes acercar a Lebrel?
¡Desde luego!
Gracias Horacio. ¡Hasta mañana!
¡Qué descanses Lebrel!

Horacio dirigiéndose a Camilo. Le dijo: ¡Mañana a las nueve! Quiero que me traigas todas las fotografías que hayas hecho hoy. Mi nueva novela “CRIMEN EN LA ALQUERIA” que estoy escribiendo, sospecho que está llegando a su fin.
Marco ya terminó su cuadro “Mitología” Se verá a la luz dentro de pocos días en Oporto. Ese cuadro terminó con su vida. Es su obra maestra y también su obra póstuma.
¡Ahora! Tengo que terminar mi novela que ya está muy avanzada. En eso quedamos Lebrel y yo con nuestro amigo Marco. Esta novela que estoy escribiendo será el libro más apasionante que haya escrito. Lebrel, le tendrá que dar la solución en el último capítulo.
Por eso, me tengo que anticipar a él en sus investigaciones y acabarla cuanto antes. Para que él resuelva y descubra el autor del crimen. Entonces habrá conseguido su objetivo: ¡Unirnos a los tres en una tarea común!
¿Entiendes Camilo?
Bueno. No sé. Le contestó sonriendo. Y añadió: Yo, desde que te conozco y leo tus novelas, me hacen sentir como si las hubieras sacado de la realidad misma.
¿No ves? ¡Lo entiendes perfectamente! Le dijo Horacio sonriendo. ¡Ah! Camilo. Mañana, antes de traerme las fotografías al apartamento, tienes que sacar una fotografía a “Ala de mosca”. Estará a las ocho con su furgoneta aparcada debajo de la Cruz de Los Caídos, en El Castro. ¡Es muy importante!
¡Tendré qué madrugar! Le dijo Camilo.
Sí. A las ocho en El Castro y a las nueve en mi apartamento Le repitió Horacio. Y añadió: ¡Si hubiera algún problema me llamas!
¡De acuerdo! Horacio. ¡No te fallaré!
Se despidieron. Quedando en verse al día siguiente.

Aquella triste tarde, había dado paso a la oscuridad de la noche. Horacio se fue a su apartamento destrozado por la muerte de Dora. Muy cerca, quedaba aquel apartamento vacío, que días antes estaba lleno de vida por aquella mujer que él amaba, y la habían arrancado del mundo para siempre.
Su cabeza absorta en soledad, con el cuerpo como si le obligara a estar con su amada, en una noche de luna casi llena, en una casa tranquila, con tapices e incienso, libros y rincones preciosos. Pero tan sólo soñaba.
¡OH locura!

A la mañana siguiente puntualmente a las nueve, llegó Camilo con las fotografías y la noticia de última hora:
¡Buenos días! Horacio. La furgoneta de “Ala de Mosca” fue incendiada con él dentro.
¿Murió?
¡Estaba irreconocible!
¿Tienes fotografías?
Sí. Aunque tuve muchos problemas por la cantidad de policía que había.
¡Joder! Exclamó Horacio. ¡Esto se está complicando!
Y añadió Camilo: ¡Detuvieron a un joven poco después de llegar yo!
¿Sabes algo más?
No. Aquello está tomado por la policía y quise sacar más información pero me fue imposible. ¡Si no fuera por Lebrel! No hubiera podido ni sacar las fotografías.
¡Esas fotografías las quiero hoy a última hora de la mañana!
Quiero sacar un reportaje completo mañana. ¡Tendré que prepararlo por la tarde! Le dijo Horacio imperiosamente. Y añadió: ¿Qué tal las fotografías de ayer en el cementerio?
Tú dirás.- Le dijo Camilo sacando de una carpeta todas las fotografías que había traído.
Horacio las iba separando cuidadosamente, colocándolas encima de la mesa, en un orden como premeditado y asintiendo con la cabeza, las qué más le gustaban, las que más necesitaba.
¡Esta no me la esperaba! ¡Está muy bien! Le dijo señalando una en la que se veía a él portando a hombros el féretro de Dora.
¡Muy bien, muy bien! Siguió diciendo mientras las observaba todas sobre la mesa, en aquel orden como construyendo un guión de un capítulo más de su novela. Después las enumeraba y las separaba, como distribuyéndolas por episodios, y las relacionaba unas con otras. Parecía como si tratara de conseguir una armonía entre las partes para fundirlas en un diálogo.
¡Muy bien Camilo! Has hecho un trabajo muy bueno ¿No ves? Le dijo cuando terminó de ordenarlas. Con ésta, comienza un capítulo. Le dijo señalando una en la que se veía a Julián. Y con ésta. Le dijo señalando otra en qué se veía a DINA, termina otro.
Absorto en su trabajo. Le repitió: ¡No te olvides de traerme la fotografía de “Ala de mosca” hoy a la mañana! Y añadió: Mi novela es una continuidad narrativa, y cada parte no se puede separar de la totalidad. ¡Debemos anticiparnos a cualquier investigación de la policía! ¡Será el éxito de mi novela “CRIMEN EN LA ALQUERIA”!

En ese momento. Lo llaman por teléfono.
¿Diga?
Soy Lebrel.
Sí. Lebrel. ¡Ya estoy enterado! ¡Ala de mosca ha sido asesinado! Le dijo Horacio. Y prosiguió: ¡Gracias por facilitar a mi fotógrafo su trabajo!
De nada Horacio. Le dijo Lebrel fríamente. Y añadió: Ya no me hacen falta para hoy las fotografías del cementerio. Así todo, me gustaría contar con ellas, ya que me serán de utilidad. Hoy, tendré que ir con la hija de Marco a su apartamento a tomar huellas. Ya te llamaré para ir de caza un día de estos. ¿Sabes? Tengo ganas de descansar algunos días, quizás deje este caso por un tiempo.
¡Me parece bien! Lebrel.- Muchas veces dejando las cosas un tiempo, después se vuelve más reconfortado.
Claro. Le contestó Lebrel. Además, el agotamiento que nos obstina la mente y nos fatiga, puede hacer que caigamos en la derrota.
¡Ah Lebrel! ¡Hubo una detención cerca del suceso! Le afirmó Horacio.
Sí, pero... Dijo Lebrel haciendo una pausa, como no queriendo dar más información
No. Es que la vio el reportero nuestro. Le dijo Horacio.
Sí. Detuvimos a Manuel que pasaba en esos momentos por allí. Le respondió viéndose comprometido a darle información a cambio de las fotografías y suponiendo que ya lo sabía. Y añadió: Es muy pronto para asegurar qué tenga relación con el crimen. Pienso, que fue una simple casualidad.
Bueno Horacio. Te llamaré esta semana par ir de caza. Te dejo que hoy tengo un día muy complicado.
De acuerdo. Lebrel. Espero tú llamada.
¿No ves Camilo? Éste, es el que detuvieron hoy en El Castro. Le dijo señalando una fotografía del cementerio en qué se veía a Manuel con Berta, Armando y dos amigos más. Y añadió: Las fotografía siguen la evolución de los acontecimientos. Tenemos que conectar los hechos. Esto es la función principal de la trama de esta novela, de este crimen. Por eso soy tan exigente para qué en cada momento estemos en el lugar preciso.
¿Sabes por qué? ¡Para no fracasar! Concluyó Horacio.
¡Me alegro! Horacio, qué el trabajo mío haya sido útil. Le dijo Camilo y añadió: Siempre me gustó trabajar contigo, porque eres una persona que tiene las cosas muy claras y sabes lo qué quieres. Elaboras el trabajo conscientemente. Ninguna fotografía tuya es absurda y eso recompensa mucho para el qué las hace.
Claro... No me gusta perder el tiempo y menos hacérselo perder a otra persona. Concluyó Horacio.
Bueno. ¡Si me necesitas me llamas! Tengo que ir hasta el periódico y revelar las fotografías de la mañana.
¡Déjamelas allí! Pasaré yo a última hora.
De acuerdo Horacio ¡Hasta luego!

Al momento de irse Camilo, lo llaman por teléfono.
¡Hola DINA! ¡Qué sorpresa!
Te llamo para consultar contigo una cosa.
Dime DINA.
El día del entierro de Dora, cuando llevé a Lebrel hasta Puenteareas lo encontré un poco raro conmigo.
¿Por qué?
No sé. Todo el tiempo cómo queriéndome sacar cosas de ti.
¿De mí?
Sí. Preguntándome si sabía algo de tú amistad con la pobre Dora. No sé. Cómo sospechando algo de ti.
¿Sospechando?
¡Qué va! Le contesta Horacio. Y añadió: Lo qué pasa es que Lebrel lógicamente quiere saber todo sobre los que estábamos cerca de Marco y de Dora. Y no sabía, que mi amistad con ella era más que el de simplemente conocerla como la ex mujer de Marco.
Dora y yo nos veíamos con mucha frecuencia tanto aquí en Vigo como por el club Media Luna. Para él un “antro” ¿Entiendes?
Yo no le decía que era cliente habitual de allí. Lebrel es policía y tanto Marco como yo había cosas que no las hablábamos con él. No por nada. ¡Simplemente a él no le gustaba ese sitio!
Claro. Le dijo DINA Y añadió: Pero me llegó a poner nerviosa también a mí. Además, recordándome el último día que estuvo aquí Marco comprándole los pendientes para Dora por su cumpleaños. No sé. Muy raro.
Horacio se quedó callado un rato. Y le dijo:
¿Sospechando de ti?
Sí. De mí, de ti. No sé. ¡Muy insistente! Preguntándome la hora en qué había estado Marco ese día aquí. Si le había comprados los pendientes el mismo día que lo asesinaron. En fin. ¡Qué me puso la “sangre negra”! Si llego a saber eso, no lo hubiera acercado hasta Puenteareas. Hubiera puesto alguna disculpa. Además, hablando de eso justo el mismo día del entierro. ¡Me puso enferma!
¡Lógico DINA! Pero no le des importancia. Acabo de hablar con él por teléfono y me dijo que iba a dejar este caso por una temporada. ¡Está con los nervios destrozados! Quedamos en ir de caza esta semana. Está muy afectado por lo de Marco y el caso lo vive como algo muy personal.
Ya. Pero podía respetar el dolor y no hablar de eso el mismo día del entierro de la pobre Dora.
Claro DINA ¡Siento que te haya amargado el viaje! Fue culpa mía.
¡Qué va Horacio! Sé que si tú supieras lo qué iba a pasar, no le dirías nada.
Desde luego. DINA.
Bueno Horacio. Ya no te doy más la lata. Cuándo vengas por aquí pásate por la tienda si quieres.
¿Lata? ¡Qué va DINA! Sabes que me tienes para lo que necesites. No te preocupes por lo de Lebrel. Ahora debemos de ayudar a Doro para que salga de esta tragedia.
Desde luego. Horacio. ¡Tenemos qué darnos fuerza entre todos! Un beso.

Horacio se pone a escribir el penúltimo capítulo de su novela. De una manera fantástica proporciona al lector los conocimientos de la historia misma, como si los conociera de antemano.


CAPÍTULO XXV


El detective Germán Villalobos, sabía que el escritor Gabriel Lomba había estado el día del crimen con Teresa, un simple comentario... Me recuerda tanto a su madre, con esos mismos pendientes que se los regaló por su cumpleaños...










CAPITULO XXV




Lebrel llamó a Horacio para decirle que iba a retrasar unos días el descanso que necesitaba, y que lo acompañara por los sitios que Marco recorriera durante su vida por la ciudad.
Lo llamó al cabo de quince días, desde la última vez que habían hablado por teléfono. El día de la muerte de “Ala de mosca”
Durante todo este tiempo a Manuel, ya lo habían dejado libre de cualquier culpa de asesinato. La policía no había encontrado ninguna prueba en la alquería. Dora era la única culpable posible por las huellas encontradas en la llave inglesa con la que había sido golpeado Marco.
Se sabía que el golpe que le había dado ella, no había sido suficiente para matarlo. Pero el otro objeto con qué se había rematado a Marco, no había aparecido. Solamente la cartera de él sin el dinero, apareció tirada en el suelo.
La policía no tenía una sola pista del asesinato, que como el de “Ala de mosca”, era un misterio.
Lebrel hacía conjeturas, pero tenía que tener pruebas. Por otra parte, la novela de Horacio ya estaba llegando a su fin anticipándose a los pasos de la policía siempre.
Sus artículos en la revista Interviú, lo seguían con verdadera pasión todo el mundo, esperando llegar al último capítulo que lo reservaría para sacar junto con la novela completa.
Lebrel y Horacio visitaron lugares, establecimientos, tugurios de limpia fama o empañado renombre. Esto era el cauce o curso normal de las cosas.
Durante el día a la luz clara, seguros de sí mismos, sabuesos los dos. Uno de la literatura policíaca y otro del criminal nato, visitaron a Paula Bromsky en su hotel. Se formó una tertulia algo triste, luctuosa, después del caso.
Hablaron los dos amigos ininterrumpidamente del asesinado. Su vida pasada, todos esos detalles que van formando todos los actos de los que vive bien, mejor, espléndidamente. Ese artista de fama, que va componiendo toda una vida digna de ser escrita. Hombre de mundo, que pasa a la transformación de la vida de trabajos ímprobos, al ideal, al placer, a la madurez y a la diversión, para sucumbir en un repugnante crimen.
Los ojos expresivos de Paula brillaban vidriosos y fijaban su vista en el escritor casi horrorizada, cuando fue lenta y detalladamente desmenuzando el crimen. Pintándolo de la forma más verosímil, dentro de las posibilidades.
Alterándose por fin Paula, cubriendo con sus manos su faz de IDEAL DE LA BELLEZA. Dijo:
Mire Señor Lebrel. Cuando llegué a Barcelona desde mi país, estaba harta de todo. Mi situación era muy difícil y quería encontrar un poco de cariño, saliendo de la difícil situación en que me encontraba. Estaba muy sola. ¡Esa fue una causa importante de mí caída! Ese cariño, lo creía haber encontrado aquí con Marco, cuando nuestras vidas se vieron truncadas con el brutal asesinato.
Yo siempre fui una romántica, pero con eso no se come. Ya me lo decía María en Barcelona. Tú, con ese corpachón que tienes, si que podrías ganarte bien la vida.
Yo le decía, que no había nacido para eso. Ella me reprochaba, diciendo que nadie nacía para prostituirse, y que era un comercio sin más. Me decía que con eso no se conseguía la felicidad, pero que podíamos vivir muy bien.
A mí era muy difícil admitirlo, aunque dada mi situación pensaba que tal vez tuviera razón. Y así fue como comenzamos juntas a sacarle el dinero a gente de cierto nivel social, sacándoles el máximo provecho posible. Empezamos a ir por la zona de Pedralbes, que era la zona alta de Barcelona a la hora del aperitivo o de la cena. Y como siempre, había alguien que nos invitaba a una copa queriendo ligar con nosotras. Por allí siempre había tíos que querían buscar alguna mujer para satisfacer sus deseos. Nosotras estábamos a su disposición
Al principio fue lo más difícil, pero cuando fuimos superando los primeros temores y miedos, salimos de aquella pensión, teniendo una vida más confortable, y nos reíamos de los que creíamos falsos sentimentalismos y de la vida que hacíamos días antes, limpiando todo el día pisos, para comer una mierda de plato del día en cualquier "barzucho" de un barrio bajo, y comprar un paquete de tabaco.
En dos días, ganábamos lo que necesitábamos antes en un mes, y salíamos poco a poco de aquella vida que nos envolvía en un hastío que nos derrumbaba.
¿Sabe Señor Lebrel?
No es la miseria la pobreza. Si no, esa necesidad de conseguir dinero para hacer frente a los gastos básicos de todos los meses, la preocupación y no poder conciliar el sueño para cubrir satisfactoriamente las necesidades más elementales.
Estoy acostumbrada a luchar y hacer lo que sea para salir adelante. No tuve la suerte en la vida para tener una vida asegurada, ni de gozar de una situación privilegiada para llevar una vida normal...
Yo, deseo encontrar una salida a mi vida, sin tener que recurrir a ese tipo de aventuras. Ahora, que creía haberla encontrado, se acabó con este final trágico.
Paula Bromsky, no pudo contener su dolor y tristeza mientras trataba ocultar con sus frágiles manos, las lágrimas que le caían por su rostro.
¿Cómo conoció al gordito?
Mi marido fue el que me metió en este mundo. Era un niño de papá, insatisfecho y con esa única preocupación de conseguir cocaína y presumir de aquella jovencita que todos los chicos enloquecían por ella.
Nuestra relación se empezó a deteriorar y siempre me proponía con indirectas, el que yo tuviera una relación con otras personas. No sé, pienso que disfrutaba él tenerme a mi tan seguro y que podía jugar con mis sentimientos. ¡Era un anormal!
Nos fuimos a Barcelona, ya que él estaba haciendo un curso de publicidad que le pagaba su padre. Cuando fue mi sorpresa, que mandó a una revista pornográfica una fotografía mía desnuda y un teléfono de contacto. Pensaba que yo iba a satisfacer sus perversiones y seguir con él... ¡Qué confundido estaba! Se creía que su dinero iba a someterme a sus vicios insaciables.
Yo quería separarme, pero dependía económicamente de él.
Aquel teléfono no dejaba de sonar reclamando mis servicios. Un día lo cogí, era el gordito. Le dije que llamara el día siguiente.
Cuando llegó mi marido se lo comenté, diciéndole que estaba dispuesta a tener la experiencia en ese mundo que él deseaba.
Me compró aquella tarde, un vestido todo provocativo y al día siguiente, fue cuando lo conocí. ¡Qué nerviosa estaba! La cita fue en la cafetería Zurich, que estaba en la plaza de Cataluña al comienzo de las ramblas.
Me acuerdo que le planteé al gordito que quería independizarme y olvidar a mi marido.
Me quedó grabada lo que me dijo:
¿Sabes? Ya verás como dentro de una semana, tú marido te importará tanto como aquél. Dijo señalando al camarero.
¡Y así fue!

¿Sospecha de alguien?-
Paula Bromsky se quedó callada.
Y Lebrel le insistió: ¿Tiene miedo a represalias? Y añadió: Señorita Paula Bromsky, aquí no se trata de lamentarnos de la muerte de nuestro amigo Marco. Si no, de encontrar al asesino o asesinos. Voy a ser muy intransigente con toda persona que trate de ocultar cualquier pista de algún sospechoso y que me desvíe del camino para conocer la verdadera identidad del autor del crimen.
Paula Bromsky, terminó por dejarse convencer, para romper su silencio. Y dijo:
El marido de la hija de Marco.
¿Julián Allariz?
Sí.
¿Por qué?
Porque la casualidad hizo que contratase mis servicios, sin esperar que fuera a encontrarse conmigo. Y esto no lo pudo soportar. Me amenazó de muerte si volvía con Marco. No paro de recordar aquella noche. Sin la mayor vacilación, abrió la botella de champagne que había mandado traer a la habitación, bebimos una copa en silencio y me mandó tumbarme en la cama. Levantó una mano, me golpeó en la cara y se echó encima de mí con aquella sonrisa insidiosa para besarme en mis labios. Me sacó mis vaqueros, arrancó mi camisa y me dijo al oído susurrándome: ¡No quiero nada de una puta como tú!. No estoy bromeando en absoluto. Y como vuelvas a ver a Marco. ¡Te mato!
Yo enmudecí presa del miedo.
Me llamaba continuamente y estaba obsesionado de que descubriese esta faceta de su vida. Ejercía sobre mí una verdadera tiranía, una vigilancia incesante.
Me dio un plazo de dos meses para que me fuera de Vigo, quedando en darme tres mil euros para que me buscara la vida en otro lugar.
¡Es un hijo de puta!
Aquella noche me humilló y golpeó para atemorizarme. Estaba indignado porque veía su prestigio en entredicho y se sentía ofendido.
¿Pero por qué opina que lo asesinó él?
Mire Señor Lebrel. Yo temí por mi vida, le conté esto a mi amiga Maria la gitana. Y el día en que murió Marco, él estuvo con ella muy contento y espléndido en el apartamento de la calle Urzaiz. A los dos días, me llamó y me dijo que ya no tendría que irme de Vigo, y que Marco ya había saldado su cuenta en esta vida, y que sólo había vivido para sí mismo. Y añadió: Bueno, es así la vida, a todos nos llega nuestra hora. Es una cosa triste ¿verdad? Todos combatimos para defender nuestra propia vida, nuestra felicidad ¡Mejor para ti, mejor para mí! Fueron sus últimas palabras.
Yo, me quedé muda.
¿La volvió a llamar alguna vez?
No.
¿Y a su amiga la gitana?
Sí.
Bueno, Señorita Paula Bromsky. El señor Julián Allariz no pudo ser él el autor material del asesinato, al estar a la hora de los hechos con su amiga la gitana. Pero desde luego que pudo encargar a alguien que lo hiciera. Sobra gente para estos trabajos, y esta clase de personas sin escrúpulos son capaces de cualquier cosa. Así todo, debemos de atar una serie de "cabos" para descubrir al autor de este brutal crimen.
Señorita Paula Bromsky. ¿Tenía esperanzas de volver a ver a Marco?
Sí. Por eso temía por mi vida.
¿Y por qué cree que Julián no acabó con su vida, antes que con la de Marco?
Sabía que María la gitana, tenía conocimiento de todo, de que yo no podía volver con Marco. Ese monstruo, siente debilidad por ella, porque es la más solicitada por los clientes. Estos pervertidos, quieren cosas desagradables para excitarse que María les complacía. Le advirtió, que yo era su mejor amiga y que nos contábamos todo de nuestras vidas.
¡Escucha Paula! Dijo Lebrel. Aunque apenas te conozco, quiero ayudarte. Espero que lo que me has contado justificará la confianza que pongo en ti.
Paula Bromsky se tranquilizó.

Marco no era un loco. Pero le apasionaban las aventuras, las orgías, las bacanales en el que el dinero corría y luego trasnochado, se ensombrecía o perdía la vista ya debilitada en somnolencias cortas. A veces sin el descanso necesario.
Gonzalo Marco, ahora más que nunca, en los últimos momentos de su vida, estaba necesitado de sí mismo del otro yo que él tenía como artista. En plena madurez de hombre libre, de artista completo, despilfarrador porque lo tenía y lo sabía ganar, estaba destinado a una obra que ya enjuiciaban maestra.
Una vez nos dijo, que le había llegado su verdadero amor algo tardíamente, refiriéndose a Paula Bromsky. Como si la estuviera esperando en medio de sus irreflexivas borracheras, de sus expansiones por el mundo.

Horacio se fue con Lebrel hasta el café Universal, después de pasar la tarde juntos por todos los lugares recordando a Marco.
Sentados en silencio, hasta que de pronto Horacio dijo: Mira Lebrel. Marco y yo, ya cumplimos con el proyecto común. Yo estoy esperando a ver la solución que le das tú a mi novela. Al crimen. Así cumpliremos con Marco. Él lo pagó con su vida a cambio de realizar el cuadro más grandioso que haya pintado: MITOLOGIA.
Mi novela - CRIMEN EN LA ALQUERIA. - No dudo que conmoverá al mundo.
¿Está finalizada?
Te estoy esperando.
¡Dame unos días! Yo también le daré la solución a este crimen.

Para Lebrel. Este crimen no había sido perfectamente planeado o perpetrado, más bien improvisado, aprovechando la coyuntura de estar Dora y Marco juntos aquella noche. De ser perfectamente planeado, no hubiera sucedido cierta precipitación de cosas.
Los siete puntos de oro cuyas respuestas tendrían que dar para solucionar este crimen, estaban a punto de concluir. Sus respuestas acertadas esclarecerían este crimen.
Empezaría desde ahora ordenadamente a encontrar los posibles cómplices, o seguro criminal. Llevaría todo en perfecta marcha y comenzó a enumerarlos uno por uno.
En su bloc de notas fue anotando:

INVESTIGACIÓN CRIMEN DE LA ALQUERIA


PRIMERO : LA SIRVIENTA SORDOMUDA

DESCARTADA
La descarto ya de antemano como cómplice. Es por decirlo así una simple mujer ajena a lo ocurrido. Se acostó temprano dejando la casona cerrada a la hora debida. Se comprobó este extremo. No tenía interés en matar a Marco. Ella se levantó cuando la gente la despertó al llamarle la atención el ladrido desesperado del perro, circunstancia que fue favorable para ella. Dada su falta de oído.

SEGUNDO : EL MATRIMONIO DE JORNALEROS Ó CASEROS

DESCARTADOS
Habían sido elegidos para la limpieza que estaban llevando a cabo para decorar lo mejor posible la casa en general. Estos fueron los que se dieron cuenta de la alteración del perro e hicieron llamar a la sirvienta sordomuda saliendo de su casa horas después de haber ocurrido el crimen.
En realidad este matrimonio que vivía cerca de la alquería fuera la que había dado la voz general de alarma. Y estaban encargados como caseros de prestar en todo momento una vigilancia estrecha a la casona. Su rústica casa estaba encuadrada en la finca de la alquería pero con cierta independencia y con parcela de terreno aparte. Estaba bastante claro que este matrimonio no era los más apropiados para robar y matar.




TERCERA : LA MODISTA DINA

DESCARTADA
La gran modista DINA era íntima amiga de Marco. Por ella había conocido a Paula y la eliminaba “ iso facto” del crimen. Ni siquiera cómplice. Era una mujer sensata, adinerada, con muy buenas relaciones y con la confianza plena de Lebrel.

CUARTA : PAULA BROMSKY

DESCARTADA
Se demostró que la noche del brutal crimen había estado en el Hostal. Esta mujer se averiguó que tenía una familia en Polonia aristócrata y tuvo que emigrar de allí pasando muchas dificultades. Paula quería a su manera a Marco que le había ayudado y facilitado dinero en momentos difíciles. Tuvo que romper sus relaciones obligada por Julián al descubrir su trabajo en la prostitución. A pesar de todo, el haber roto las relaciones no hubiera conducido inevitablemente a un brutal crimen, impropio de una mujer como Paula. Sí, fue la causa. “Su belleza hará enloquecer a los hombres”. Su hermosura llevó a los celos a Dora. Principal cómplice del asesinato.





QUINTA : ALFREDO VÁZQUEZ “ EL GORDITO”


DESCARTADO
Se investigó muy de cerca averiguándose que era el simple intermediario de esta red de prostitución. No tuvo ninguna relación con el crimen


SEXTO: “ ALA DE MOSCA”

DESCARTADO
Se comprobó que a la hora del crimen estaba en la gasolinera de Puenteareas y que había recogido a Dora una hora después del crimen. Extremo comprobado minuciosamente.
También se sabía que el asesino de Ala de Mosca había sido el mismo que había rematado a Marco, ya que fue brutalmente golpeado con el mismo objeto, podría ser un martillo, piedra. La crueldad de los golpes fue exacta, fueron verdaderamente brutales. El asesino sabía perfectamente lo que hacía... Después fue rociada la furgoneta con gasolina con él dentro.


SEXTO : MANUEL

DESCARTADO

Se le detuvo en El Castro el día del asesinato de “Ala de Mosca”. Comprobándose que no había tenido ninguna relación con el crimen. Ni tampoco con el de Marco. Ese día estaba en su casa de Villagarcía.




SEPTIMO : JULIAN ALLARIZ

DESCARTADO

El marido de Doro no había participado en el crimen. Se comprobó con exactitud y pruebas contundentes. Esa noche había estado con María Vidal, apodada la gitana y Cristina Martínez, apodada Azul en el apartamento de la calle Urzáiz.



OCTAVA : DORA

COMPLICE DEL ASESINATO
Estaba demostrado que Dora había estado el día del asesinato de Marco con él en la alquería. Ella misma había dicho que lo había matado. Sus últimas palabras fueron: ¡Yo fui quién lo maté! ¡Para destruirte en mi pensamiento! ¡La belleza, la belleza!
Se encontró la llave inglesa con la que fue golpeado. También se sabe que ese golpe no fue mortal. Inconsciente logró llegar hasta el galpón. Allí lo remataron brutalmente con un objeto que no fue encontrado. La lluvia caída esa noche no dejó huella alguna en el lugar de los hechos. Se encontró la cartera de Marco tirada y vacía en el suelo. El dinero lo había cogido Dora para comprarse después la droga que se inyectó y la llevó a la muerte. Esa droga se la había comprado a “Ala de Mosca” Hecho que se había comprobado.
Armando el camarero del Club Media Luna le había dado detalles precisos de ella. Le había dicho que desgraciadamente Dora que estaba enferma, intoxicada, que había estado ingresada en un hospital, que tal vez ya no tenía arreglo. Estaba muy nerviosa, decaída, alucinada.
Le había dicho que cuando Dora tenía dinero lo gastaba a manos llenas en cocaína. Que lo había comprometido alguna vez con la policía. Pero que siempre se hacía con dinero. Que tenía muchos celos del difunto pintor y de su novia la extranjera.
Habló de que a Marco le daba lástima. Consejos muchas veces y dinero. La última vez que estuvieron allí y que fue el día del crimen no se lo quiso dar. Ella entonces comenzó a llorar, a gritar enardecida por su arraigado vicio. Entonces fue cuando la llevó en coche de noche. La última noche de Marco


Ahora en la soledad de su habitación, no era el momento de pensar de cómo había podido escapar en la noche de autos, lluviosa, oscura, una mujer enferma.
La casa del escritor, la alquería, todas las cosas estaban volviendo loco a Lebrel. Pero al final, era su propia profesión y el indicado para sujetar todos los hilos porque representaba a la justicia.
Tenía que dar con el “quid” de todo. Buscar, hurgar incansablemente, adentrarse en el final de las cosas o el principio del fin. Dar forma consabida, planeada, estudiada, dato por dato, detalle por detalle, hasta concluir el caso.
La falta de dinero de Dora, los escándalos, amores y amoríos y otras causas y cosas, las conseguiría destapar. Refundirlas y sacar la esencia misma manejando ciertos hilos hábilmente que quedaban sueltos, y con suavidad lo despistaban a interrogantes misteriosos, que no le dejaban dormir, pero sí pensar.

Lebrel poniéndose de pié. Dijo para sí: ¡Descorreré el velo de este crimen muy pronto!
Sabía que el libro de Horacio Barrios había llegado a su fin. Aún algo desconfiado, no quería ser el acusador de su amigo.
¿No podía ser el cómplice el protagonista de esta novela?


La promesa cumplida por Lebrel no estaba perfectamente cumplida, ni rebasada en los límites de la amistad. Trabajaría incansablemente para encontrar la verdad, suponía y tenía suficientes motivos, para anotar en su bloc de notas:



NOVENO : HORACIO BARRIOS

PRINCIPAL SOSPECHOSO COMO CULPABLE DEL ASESINATO DE MARCO


Éste, era una persona especial por tratarse de un amigo.
Horacio Barrios, era un presunto sospechoso, no obstante no podía creerlo, podía suponerlo pero no darle aún un carácter veraz. - A pesar de todo - Horacio Barrios era un amigo y un gran escritor.
Para Lebrel, Horacio Barrios era la clave de un crimen incomprendido, efectuado por una pobre mujer intoxicada de cocaína.
Todo un drama desvirtuar la verdad, poniéndose a salvo y agarrase a la tabla de salvación de Dora enferma. - ¡No era necesario hacer resucitar esa vida pasada, distante ya! Eso no conduciría a nada, era andar a oscuras, echando mano a cualquier cosa. Se ceñiría a la única senda de la verdad. - lo positivo -
Sabía que Barrios había estado con Dora el día de la muerte de Marco. Él se lo había negado y no había pruebas de ello. Solo su palabra contra la de Horacio. Un simple comentario. Quizás no quería manifestar su amor por Dora, por ser él amigo de Marco.
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¿Se burlaba el escritor su amigo, experto en intrigas o enredos policíacos? - El tiempo iría contestando y detallando punto por punto, detalle por detalle, hilo por hilo. - ¿Pero, cómo iba asesinar Horacio, amigo, hombre equilibrado, sin móvil especial, a no ser que estuviera enamorado de Dora?
Lebrel, sabía que Horacio se encontraba últimamente mucho con Dora. En el apartamento de ella habían aparecido sus huellas, lo habían visto también varias veces con ella en el club Media Luna y también en el Macumba en Vigo..Ahora Lebrel, empezó a relacionar, a coordinar sus ideas. - Si Horacio, estaba enamorado de Dora, estaba posiblemente cerca de un crimen.- Siendo así - estaba en un callejón sin salida, sin escapatoria posible - Además - ¿Por qué le había mentido al decirle que no había estado con ella el cinco de Abril, cumpleaños de Dora y día que asesinaron a Marco? - No tenía pruebas, _ sólo, la palabra de él, cuando le había dicho que Dora estaba muy feliz, con los pendientes que le había regalado Doro el día anterior de su cumpleaños. - Solamente - había podido estar con ella el día del crimen, que fue cuando se los regaló Marco, y no Doro, como él le había dicho.
Dora - le había dicho que se los había regalado su hija, para no darle celos. - Pero Lebrel - no tenía pruebas. No podía culparlo de nada – Además – Horacio nunca le hablaba de la amistad que tenía con Dora, tampoco le comentaba nada de sus encuentros con Marco y Paula en el club Media Luna. No se le pasaba por la imaginación que fueran asiduos clientes de aquel “antro”, como si ambos tuvieran una doble vida desconocida para él – Por eso - no podría comprobar ni confirmar ni siquiera la participación del escritor, ni de nadie. No podía manchar su nombre con un crimen. No tenía una prueba material del brutal crimen. Sólo sabía que tanto en el asesinato de su amigo Marco, como en el de Ala de Mosca, habían sido con un objeto contundente, quizás un martillo... Pero eran en ambos casos con el mismo. Y de una cosa también estaba seguro, de que eran la misma persona, fría y calculadora..... No dejó una sola huella en el lugar de los hechos, solamente la violencia de los golpes... Ambos aparecieron con el cráneo hundido, los golpes eran mortales de necesidad, con una precisión absoluta. Sabía que el asesinato de Ala de Mosca era la clave del asunto. El asesino estaba en el momento preciso en el lugar exacto. La rapidez y la eficacia es lo que hacía posible que el culpable supiera de antemano los pasos de la policía, para que con una simple coartada demoler cualquier sospecha. El crimen perfecto, aquel que se realiza con una verdadera conciencia moral y desde luego sin arrepentimiento. Al fin y al cabo te pueden destrozar la vida sin mas, con la sangre fría de un psicópata.
¿No se lo había dicho ya Horacio?

Lebrel conocía y leía todos los artículos que iba publicando Horacio sobre el crimen, sobre su novela CRIMEN EN LA LAQUERIA.
Apasionaba a sus lectores con sus escritos sin florituras, lacónico, conciso. Su lenguaje claro, estilizado. De personajes sorprendentes como buscados y su intuición policíaca. Adelantándose siempre a la investigación policial. Alabado por todos los críticos como un escritor extraordinario, que mantenía en tensión al lector en cada artículo que escribía, esperando el próximo número para seguir leyendo el nuevo relato, confundiéndoles con la realidad misma. El éxito era asombroso.
Lebrel leía todos estos artículos de Horacio con un entusiasmo como el que más. Sabía que no ocultaría ahora razones para realizar un crimen y engañarle escudado en la amistad. Crear un artificio o pantomima de culpabilidad para su novela, para su crimen. Lebrel tenía que tener pruebas, ya que todas estas suposiciones se podían derrumbar estrepitosamente en cualquier instante, como un alud imponente para quedar en nada.
La solución del crimen estaba muy cerca. Marco había terminado su cuadro. Horacio esperaba para poner el punto final a su novela. Lebrel tendría que esperar al último día de salida de caza con su amigo Horacio para darle la solución al CRIMEN DE LA ALQUERIA, y novela de Horacio Barrios.

Mientras, Lebrel leía el final del capítulo xxv del gran escritor Horacio Barrios.

El escritor no quería hablar nunca con el inspector, de su amistad con Teresa, sabía que en la juventud de Germán Villalobos había una mujer, Neus, que había marcado su vida, abandonándolo por su mejor amigo. Él, no admitiría ningún tipo de coqueteo con Teresa al estar Marcelo por medio...

Lebrel pensaba. ¡Todo son suposiciones y no tengo pruebas!
¡Ese hijo de puta lo sabe todo!
Conoce de antemano lo que cuenta, se anticipa al momento... crea su mundo ficticio con los elementos reales en su mundo imaginario...






CAPITULO XXVI



Eran las nueve de la mañana cuando Horacio se despertó con el teléfono.
¡Hombre Lebrel!
¡Buenos días Horacio!
¿Salimos mañana de caza? - Le dijo Lebrel.
¡Muy bien! ¡Te estaba esperando! E irónicamente le dijo: ¡Creía que habías muerto!
Ja, ja.- Rió Lebrel. – Y añadió: ¿Es el final de tu novela?
¡Qué va! ¡No existe el crimen perfecto! Le siguió la broma Horacio. Y prosiguió: ¡Mañana te recojo a las ocho en tú casa! ¿Preparas tú todo?
Sí. Como siempre, Horacio.
¡Muy Bien! Entonces mañana nos vemos.

Horacio escribe su último capítulo de la novela:


CAPITULO XXVI



Aquella mañana - se fueron de caza el escritor Gabriel Lomba y el comisario Germán Villalobos por los montes de La Cañiza, como lo habían hecho otras veces. Ajenos por el momento a todo embrollo.
Hablaron bastante hasta llegar al coto de caza. Ya a bastante distancia del punto de partida, a muchas leguas. Aquel día el escritor iba sumido en pensamientos lejanos. Trataba de dar un giro a la conversación más alegre o más acorde con las circunstancias.
Cada movimiento de manos o paradas repentinas iban seguidas de los perros. Inquietos, indolentes. Como puestos a correr sin parar y sin esperar siquiera las órdenes de sus amos.
El detective se adelantó sin tener en cuenta la distancia que quedaba de su compañero y amigo.
De pronto sonó un disparo. Instintivamente Villalobos se movió a un lado...Pensó que no pasaría muy lejos la perdigonada
¿ Sería una casualidad? Pensaba para sí Villalobos
Pero ahora por si acaso iría con más cuidado y no se separaría inoportunamente. No quería imprudentes accidentes de caza..
Volvieron con algunas piezas después de haberse disculpado Lomba como pudo del accidente, del disparo.
¿ Casual o premeditado? Decía para sí Villalobos.
Al regreso charlaron poco y aceleraron la llegada. Aquí finalizaba una cacería, como otras anteriores en las que tomara parte el asesinado gran pintor Marcelo Linares.
Germán Villalobos solitario sentado en su sillón, pensaba en todas estas consideraciones, con una taza de café preparada como siempre por él mismo.
Ahora recordaba su última cacería con el escritor Gabriel Lomba. Cazaron algunas piezas. Pero no sé por qué las conversaciones después se hicieron un tanto desabridas, recortadas, sin interés.
¡Éste hijo de puta, trató de matarme a mí también! – decía para sí - Pero, ¿qué pruebas tengo?- ¿serán todas suposiciones mías? Ese cabrón tiene el control de todo , conoce de antemano todo lo que cuenta, lo sabe todo... Sólo hace falta leer sus relatos, para ver con una claridad escandalosa las explicaciones contundentes que da, obligando al lector a entrar en su mundo imaginario transmitiéndole la duda de si lo que cuenta, lo vivió o ha sido inventado. Verdaderamente es asombroso.


Tan pronto acabó, lo llamó Doro por teléfono
¡Hola Horacio! Soy Doro. Te llamaba para invitarte a la inauguración de la galería de Oporto de Don Álvaro, en la que va a exponer el último cuadro de Marco, MITOLOGÍA. Me dijo que le haría mucha ilusión que fuéramos, ya que le gustaría que estuviera alguien cercano a él y a su obra. Me dijo también, que si pudiese que fuera DINA ¡Tiene una sorpresa para ella!
¿Cuándo es la inauguración?
El día veinte, a las siete de la tarde
¡Podemos ir los tres!
De acuerdo. Queda con DINA y vamos en mi coche.

Horacio llamó al fotógrafo Camilo para decirle que se pasara al día siguiente sobre las siete, para hacerle la entrega del último capítulo de su novela - CRIMEN EN LA ALQUERIA

A los pocos días estaba Horacio en su apartamento leyendo las críticas extraordinarias a su novela. Y lo llaman por teléfono.
¿Sabes quién soy?
A Horacio le sonaba la voz pero no se daba cuenta. Y dijo. La verdad qué me suena la voz pero...
¡Soy Begoña!
¿Qué tal Begoña? Le dice Horacio alegrándose de su llamada.
Te llamaba para invitarte a la presentación de mi libro de fotografías en Madrid ¿Sabes? Vienen todos tus colegas
¿Cuándo es?
El día tres del próximo mes.
¡De acuerdo! Cuenta conmigo.
Por cierto Horacio. Leí los artículos de tú última novela “CRIMEN EN LA ALQUERÍA” Y como todas, es fantástica.
¿Sabes como te llaman tus colegas?
¿Cómo?
El escritor asesino.
Ja. Ja. Ja.- Rió Horacio.

Era el momento de la inauguración de la galería de arte en Oporto. Se encontraban allí: Doro, DINA, Horacio y una multitud de gente llegada de todos los sitios. Queriendo ver la obra maestra del gran pintor GONZALO MARCO.
Don Álvaro. Les invitó a entrar en la única sala donde en una espaciosa pared colgaba el gran cuadro MITOLOGIA
Todos quedaron asombrados de la belleza y fuerza de aquella obra maestra.
Don Álvaro ante un micrófono instalado allí para la ocasión, se dirigió a todos los presentes que aguardaban en silencio Y dijo:
Poco puedo decir ante esta maravilla. Sólo observarla y disfrutarla. Sabemos que Marco nunca firmaba sus obras, excepto esta que consideró su obra maestra. Y que firmó:

Para mi mejor amiga, DINA
de
Gonzalo Marco.


¡Es suyo DINA!
DINA emocionada y con los ojos llenos de lágrimas Dijo en voz baja: El destino también te jugó una mala pasada Marco...
Horacio la escuchó y en ese momento ve a Lebrel entre la gente. Acercándose le dice:
¿Existe el crimen perfecto Lebrel?
¿Sabe como se le conoce a usted? Le dijo Lebrel mirándole con repugnancia a los ojos.
Sí. Señor Lebrel. Yo siempre me anticipo a usted... Escribo mis novelas, de la vida misma.

NINGUNA PRUEBA DEL BRUTAL ASESINATO.

¿EXISTE EL CRIMEN PERFECTO VILLALOBOS ?
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Horacio también había escrito su novela más extraordinaria, CRIMEN EN LA ALQUERIA.

HORACIOBARRIOS






NOTA. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Mi agradecimiento al detective Justo Lebrel y al gran pintor D. Gonzalo Marco, que sin ellos, no hubiera sido posible escribirla.
Gracias Lebrel y Marco, por fin lo conseguimos



F I N







































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¿Qué puede suceder cuando un Inspector de policía le

plantea a dos amigos; un escritor de novelas policíacas y

a un pintor rico y famoso, el realizar de una forma conjunta

pero cada uno por su lado , una novela y un cuadro sobre un crimen,

que él le tendría que dar la solución en el último capítulo?